La Antártida supera los 20 grados por primera vez en la historia
El récord se ha registrado en la isla Seymour, donde la temperatura media en el mes de febrero es de dos grados bajo cero
Un récord que se establece justo dos días después de que una estación de investigación argentina hubiera registrado la temperatura más alta en la península antártica continental de 18,3 grados.
A pesar de que la Organización Meteorológica Mundial aún tiene que contrastar estas últimas mediciones, lo que ya han podido confirmar es que la Antártida se está calentando a un ritmo superior al resto del planeta, donde las temperaturas han subido 3 grados desde la era preindustrial.
«Estamos viendo una tendencia que nos acerca al calentamiento en muchos de los sitios, pero nunca hemos visto algo así«, ha asegurado Carlos Schaefer, que trabaja en Terrantar, un proyecto del gobierno brasileño que revisa el impacto del cambio climático en 23 puntos de la Antártida.
Schaefer ha confirmado que la temperatura de la península, las Islas Shetland del Sur y el archipiélago James Ross, ha sido irregular en los últimos 20 años. Después de enfriarse en la primera década de este siglo, las temperaturas han vuelto a subir mucho más rápido.
Unos hechos, que según los científicos de este programa brasileño, parecen estar influenciados por los cambios en las corrientes oceánicas.
A pesar de que la temperatura en la Antártida oriental y central es relativamente estable, la mayor preocupación de los científicos se centra en la Antártida occidental, donde el calentamiento de los océanos está minando los enormes glaciares Thwaites y Pine Island. Hasta ahora, esto ha causado un leve aumento del nivel del mar.
La Antártida almacena alrededor del 70% del agua dulce del mundo en forma de nieve y hielo. Si todo se derritiera, el nivel del mar aumentaría entorno a unos 50 a 60 metros, un proceso largo que se produciría en varias generaciones. Los científicos de la ONU consideran que los océanos serán entre 30 cm y 110 cm más altos para final de este siglo, si el ser humano no evita reducir las emisiones de CO2.