Nature Astronomy publica este lunes dos estudios firmados por científicos estadounidenses, uno de los cuales señala la inequívoca detección de agua molecular (H20) en la Luna y el otro sugiere que aproximadamente 40.000 metros cuadrados de su superficie, de los que un 40% está en el sur, tienen la capacidad de retener agua en las llamadas trampas frías.
En contexto: hace dos años ya se habían detectado signos de hidratación en la superficie lunar, particularmente alrededor del polo Sur, que posiblemente correspondían a la presencia de agua, pero el método empleado no podía diferenciar si se trataba de agua molecular (H2O) o de hidroxiles (radicales llamados OH).
En agosto de 2018, el Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA) de la NASA, un avión Boeing 747SP modificado para transportar un telescopio reflector, abría una gran compuerta situada junto a su cola en pleno vuelo a unos 13.000 metros de altura. A esa distancia de la superficie, el telescopio permitía observar el espacio con una claridad que no puede conseguirse con telescopios terrestres.
Tras más de dos años de análisis, un equipo dirigido por Casey Honniball, de la Universidad de Hawai, ha publicado sus observaciones y confirma de forma inequívoca que hay agua en la Luna. El telescopio de la NASA montado a bordo del Boeing 747 captó luz infrarroja en una longitud de onda que solo puede emitir el agua: no hay ningún otro material en la Luna que pudiera dar esa misma señal, explican los responsables del trabajo.
Los investigadores estiman que la proporción de H2O en las altas latitudes meridionales es de 100 a 400 gramos por tonelada de regolito (el material del que está formado la superficie lunar), y que la distribución del agua en ese pequeño rango de latitud es resultado de la geología local y «probablemente no un fenómeno global». Aunque esa cantidad de agua es mucho menor que en la Tierra, hay que tener en cuenta que las condiciones en la Luna son extremas, por lo que es difícil retener el agua, que se evapora y escapa.
El segundo estudio, encabezado por Paul Hayne, de la Universidad de Colorado Boulder, ha examinado la distribución en la superficie lunar de zonas en un estado de oscuridad eterna, en las que el hielo podría ser capturado y permanecer estable.
«En las trampas frías las temperaturas son tan bajas que el hielo se comportaría como una roca», si el agua entra ahí «no irá a ninguna parte durante mil millones de años», señala el científico citado por la universidad. Aunque no se puede probar que estas trampas frías realmente contengan reservas de hielo —«la única forma de hacerlo sería ir allí en persona o con rovers y cavar», dice Hayne— los resultados «son prometedores» y futuras misiones podrían arrojar aún más luz sobre los recursos hídricos de la Luna.
Los autores sugieren que aproximadamente 40.000 metros cuadrados de la superficie lunar tiene la capacidad de atrapar agua, cuya presencia podría motivar futuras misiones lunares que tengan como objetivo el acceso a estos potenciales depósitos de hielo. «Si estamos en lo cierto —consideró Hayne—, el agua va a ser más accesible», teniendo en mente, en un futuro, el posible establecimiento de bases lunares.