De mercados a espacios gourmet
Es la senda por la que discurren tanto la nueva generación de mercados como los tradicionales. Una exitosa tendencia que entre algunos de los segundos ha supuesto una bombona de oxígeno
Unos se han reconvertido, en otros conviven los puestos de abastos de toda la vida con rompedoras propuestas, algunas muy originales y puestas con gusto, de consumo in situ, y luego están los que han surgido a posteriori y exclusivamente como direcciones gastro a día de hoy de moda. Porque los mercados se han vuelto tendencia y el público los visita (y consume) con auténtico fervor; horarios más amplios de apertura y espacios en los que aparte de hacer la compra puedes tomarte algo e incluso comer o cenar. Además son sensibles a toda clase de consumidor, pues algunos cuentan también con espacios pensados para los más pequeños.
Es fácil encontrarlos llenos de vida en cualquier momento; por supuesto, con el fin de semana como punto fuerte. Pero ahí reside el origen de esta idea, hacer de los mercados espacios gourmet, y con ellos se revitalizaron algunos predestinados al cierre por la falta de clientela. En cambio, ahora abren mañana y tarde, a diario, y los puestos de toda la vida aprovechan la coyuntura, algunos apuntándose a la tendencia e incorporando consumo directo y muchos beneficiándose de que el gentío pueda pasearse por sus pasillos de manera relajada, ambientada y visitar sus puestos cualquier día de la semana y ante todo sin prisas, para lo que permanecen abiertos más tiempo. Porque más allá de los clásicos hábitos domésticos de la compra, ahora son muchos los que van a los mercados, sin premura, a disfrutar consumiendo, escuchando música, compartiendo experiencias alternativas y viviendo el espacio como cualquier otra dirección de ocio. Sin duda, un planazo para el consumidor y una segunda vida, con futuro, para muchas paradas de mercado que habían quedado relegadas al olvido porque las galerías de barrio parecían predestinadas a desaparecer.
El nuevo consumidor es el activo principal de esta renovación: gente más joven, vecina del barrio, defensora del producto local y atraída por esa nueva manera de vivir y disfrutar del mercado, pudiendo consumir allí mismo lo que acaba de comprar. Un complemento prometedor para esos espacios populares que parecían abocados a desaparecer y una filosofía que ha animado la aparición de diferentes espacios gourmet en distintas ciudades españolas. La idea, semejar y recordar los mercados de antaño aunque en su caso es el consumo directo el motivo central. Por eso, hay direcciones en las que no faltan puestos tradicionales (de frutas, verduras, pescados…) pero en las que se imponen barras de bebidas y tiendas dedicadas en exclusiva a productos delicatessen concretos: ostras, conservas, caviar, ibéricos, pastelería, quesos, platos preparados… Todo para degustar en el momento en la zona común, plagada de mesas y sillas altas para compartir, y lugar donde conviven públicos de lo más variopinto comiendo y bebiendo.
El pistoletazo de salida lo dio el Mercado de San Miguel en Madrid, un mercado de los de toda la vida que se reconvirtió en centro gourmet capitalino concentrando los productos más premium y atrayendo todas las miradas. Los puestos tradicionales de mercado dejaron paso a un atractivo y lujoso escaparatismo, con un repertorio de productos de lo más apetecible. En su momento punto de encuentro de visita obligada para todo capitalino, en la actualidad es un gran reclamo de visitantes extranjeros desviando el interés de los madrileños a los otros muchos que surgieron a posteriori. Otro motivo de peso es la multitud que congrega San Miguel, insoportable en ocasiones porque hace complicado moverse e imposible encontrar sitio.
Pero son ya varias las alternativas que hoy existen en Madrid. A la estela del anterior llegaron el de San Ildefonso o el inmenso Platea Madrid, ambos centrados en una variada oferta de puestos para comer o picar, ya sea cocina preparada o producto fresco, restaurantes incluidos en lo que respecta a Platea. Aunque resulta bastante más atractivo volver a los mercados de toda la vida y comprobar cómo han cambiado y los muchos atractivos que reúnen. Ahora suman cocinas exóticas, tabernas temáticas, vinotecas… incluso libros o actividades para niños. Ahí están el centenario San Antón, el de Vallehermoso o el popular Mercado de San Fernando, este en el barrio de Lavapiés. Lugares auténticos con un ambiente que atrapa y donde disfrutas por lo que sorprende.
Más allá de la capital
En Barcelona La Boquería es uno de los protagonistas indiscutibles de La Rambla, un mercado histórico de visita imprescindible si nunca has estado. Data de casi mediados del siglo XIX (1840) y nadie que llegue a la ciudad por primera vez deja de pasearse entre sus puestos. Colorido, bullicioso, plagado de aromas, perfectamente ordenado y por eso atractivo a la vista, y con una oferta infinita de paradas entre las que incluyen sitios para comer, tomar unos vinos o participar en catas. Luego está el de Santa Caterina, otro histórico en su caso remodelado hace 16 años, obra a la que debe su actual imagen. También visita ineludible, la cubierta policromada de cerámica, en forma de olas, es su seña de identidad. Uno y otro son mercados de siempre, con su público habitual pero además desde hace unos años visitados no solo por compradores, sino por los muchos turistas que llegan a Barcelona.
Un caso de remodelación es el del canario Mercado del Puerto, en Las Palmas de Gran Canaria, en lo que fuera el antiguo mercado de abastos. Diseñado por Gustave Eiffel y construido a finales del XIX (1891), fue en 1994, más de cien años después, cuando estrenó contenido mezclando puestos tradicionales de venta con dos docenas de propuestas gastronómicas para consumo inmediato.
Entre los recién llegados y donde de nuevo conviven la compra con la degustación se cuenta Puerta Cinegia Gastronómica, en Zaragoza, frente a la Plaza de España y pegado a la zona de tapas más conocida de esta ciudad, El Tubo. En Valencia tanto el Mercado Central como el Colón, cerca de la plaza del Ayuntamiento, se han convertido en gastro-direcciones por lo que concentran en su interior. Dos edificios modernistas, espectaculares arquitectónicamente, inaugurados en 1928 y 1916, respectivamente, aunque a día de hoy mucho ha cambiado su contenido y oferta alimenticia: desde la más tradicional cocina valenciana, con sus productos típicos, a la culinaria más moderna de los últimos tiempos. Por supuesto con espacios para consumir in situ y donde alargar la jornada si se tercia pues son puntos de encuentro en la ciudad y no es extraño poder asistir, por ejemplo, a conciertos en directo o eventos gastronómicos.
Entre los más nuevos, surgidos al abrigo de esta tendencia gourmet, está el cordobés Mercado Victoria, inaugurado en mayo de 2013 y el primero de este tipo en llegar a Andalucía. Sus reclamos: la gastronomía (nacional y foránea), en forma de productos —encurtidos, vinos, ostras, salmón, croquetas, quesos, etc.— o a través de sus restaurantes; la cultura y el ocio, pues añade también la posibilidad de tomar copas en sus terrazas. Del mismo estilo es el Mercado de la Merced, este en Málaga, a pocos metros del Museo Picasso, alterna los puestos tradicionales con más de 20 espacios gastronómicos. Y la ya famosísima Lonja del Barranco, en la capital hispalense de los últimos en llegar pero que ha hecho mucho ruido en poco tiempo por los populares socios que tiene, el torero Fran Rivera o el periodista Carlos Herrera entre ellos. Se asienta sobre lo que fuera una antigua lonja de pescado del siglo XIX, de hierro, a orillas del Guadalquivir, y se ha convertido en poco tiempo en lugar de referencia para ver y ser visto. Y por supuesto para probar y disfrutar de productos, bebidas y cocinas de diversa índole, aparte de participar en talleres o exposiciones, por ejemplo.