THE OBJECTIVE
Mi yo salvaje

El juego del caracol

«Amanda, con los ojos entrecerrados y la mirada fija en algún punto lejano, disfrutaba de la sensación de dominio que, sin querer, había establecido»

El juego del caracol

Un hombre oliendo una flor. | Freepik

Sin previo aviso y con la risa contenida, Amanda se dejó caer sobre la cabeza de Saúl como si acabara de descubrir un trono que llevara su nombre. Con el equilibrio torpe, le enredó las piernas alrededor de los hombros. Así se aferraba a un territorio que apretaba para señalarlo como propio. Él no dijo nada desde el desconcierto y se rio por aceptación. Atrapado entre sus dos muslos – entre la sorpresa y la diversión, entre la amenaza y la ternura –  la carne le estrujaba las mejillas de su cabeza inmóvil como un desafío hecho juego. 

« ¡Cazado! » – le dijo al notar un leve esfuerzo de Saúl por moverse. Su voz sonó segura y contundente; a Saúl le pareció que por primera vez. El tono desafiante hizo vibrar cada sílaba entre ellos como una sentencia. Saúl alzó los ojos hacia ella, sin entender bien aun el giro de las circunstancias, se quedó allí atrapado por su mirada firme. Intentó de nuevo mover la cabeza, pero sus pómulos seguían bajo la presión de la carne blanda y suave de los muslos de ella. Tan cálida era que si no fuera por la presión que le estrujaba la cara se habría quedado dormido sobre su textura de nube, tan ligera que podría deshacerse al tacto.  Muslos aterciopelados que le elevan un poco la cabeza con su presión, como si la carne absorbiera el roce entre las pieles y, de la envoltura, del estar tan tan pegados, resultaran acabando ser solo uno. 

Amanda le tenía a su merced. Cualquier intento de Saúl por hablar se tornaba en murmullo, uno que sonaba a rendición. Satisfecha, no hizo ningún intento de aflojar la sujeción. Se inclinó un poco hacia delante. « No es tan malo, ¿verdad? » – le dijo entre lo juguetón e implacable de su gesto. La provocación se hizo más clara. Saúl, atrapado, sonrió con una plena aceptación del momento.  Su polla, mostrando un inicio de erección, sonrió del mismo modo. Amanda entonces movió ligeramente sus caderas y dibujó con ello un poco más las fronteras de este juego. Sin prisa, acercó el coño a la cara del prisionero que feliz lo miraba, reconociendo cada rincón de sus pliegues a medida que lo observaba. No había manera de salir de allí. Tampoco lo deseaba. El tiempo se diluyó entre los roces. El sol entraba por la ventana y le acariciaba la espalda desnuda. Saúl también. 

Amanda, con los ojos entrecerrados y la mirada fija en algún punto lejano, disfrutaba de la sensación de dominio que, sin querer, había establecido. El silencio entre ellos cargaba discursos de complicidad. Bajó el pubis y se sentó sobre su boca. Saúl respiraba azorado y su polla terminó de inflamarse con las últimas gotas que le lanzaban a una gran erección. Desde el coño de Amanda podía sentir los latidos de su pecho. Sometido y entregado, salivó ante la suculencia de semejante manjar; a partir de ahora cada instante sería parte de un festín.

Amanda se movió de nuevo para acariciarle los labios con los suyos internos y ampliamente sobresalientes como los pétalos de una rosa. Saúl jugueteó con la textura suave y ligera que le hacía cosquillas en la lengua; absorbió la fragancia dulce y la tragaba paladeando el aroma que se le instalaba en la garganta; se dejó mecer por el calor apacible que emanaba la carne rosada y cruda de la vulva de Amanda. Levantó la cabeza para ajustar su posición y Amanda aprovechó para encajarse más y mejor, forzándole la boca hacia una a sostenida. A Saúl le babeó un poco la polla y se le llenaron de brillo los ojos. Se pensó deseado, entregado y poseído; pensó quedarse allí para siempre, bebiendo del abrevadero que le mantendría saciado mientras jugaba hasta la eternidad con sus enormes pétalos de seda. «Si nos quedamos así, pegados, como la concha y el cuerpo de un caracol, podrías esconderte del mundo dentro de mí, a salvo en mi interior».  Y así, el desafío transformado en juego tomó la forma de algo único, el suyo propio. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D