THE OBJECTIVE
Mi yo salvaje

Hacia lo latente

«Amanda se entregaba al poder de lo incógnito, se dejaba absorber por la oscuridad hacia lo no conocido»

Hacia lo latente

Mujer dándose un baño relajante en una bañera. | Freepik

El agua caía a borbotones obligada por la gravedad a precipitarse sobre la boca abierta de Amanda que flotaba en la bañera. El grifo escupía el agua a chorros y le golpeaba los labios con una calmada violencia. Abrió la boca un poco más para recibir el impacto en la lengua, donde rebotaba y se escurría hacia la bañera de porcelana blanca. Amanda flotaba en el agua turquesa, tan cristalina que dejaba al descubierto su cuerpo como si se asomara a una ventana sin abrir. La abrazaba como lo hacen los paisajes. La tela ligera del vestido blanco que la envuelve flota a su alrededor movida por una corriente suave, desplazándola con lentitud como si el agua mismo respirara. Cada pliegue, cada doblez, se movía muy despacio en un baile privado de tejidos, agua y piel.

Su pelo, negro como la obsidiana, también flotaba. Suspendido en el agua, parecía una masa uniforme que le rodeaba desde la cabeza con una multitud de tentáculos. La boca, a la merced del grifo que salía de la pared, se llenaba y vaciaba a la vez por el chorro constante de agua que emanaba sin un final aparente; le pulsaba la lengua como una mecanógrafa, le chocaba contra los dientes y se desbordaba por los costados de sus labios sin que ella pudiera tragarla, como si, en su ofrecimiento callado, el acto de recibir la inundara sin saciarla. El caer del agua sonaba a murmullo. Cada gota le traía la memoria de otras bocas.

Amanda jugaba balbuceando en silencio. Abría y cerraba la boca como un pez mientras tensaba los dedos de los pies y curvaba la cadera hacia fuera y dentro, como si se follara el aire. La línea del agua le acariciaba la piel como si la leyera y cada gota que le tocaba la boca alimentaba los hilos de la cuerda que la elevaba hacia otro lugar; uno más latente, que no llegaba a estar allí del todo.

Una mano cubierta por un guante de látex negro entró en escena. Brillaba. El tamaño de los dedos doblaba el grosor de la mandíbula de Amanda; podrían destrozarla con un solo chasquido. Brillaba. Se acercó con calma a la boca de Amanda. Los dedos se deslizaron sobre el borde los labios. Luego se adentraron en la boca con suavidad, buscando, tanteando, como si desearan comprender el interior de su espera. Amanda tembló de gusto e incomodidad. Dos dedos firmes presionaron su paladar. Los nudillos le obligaban a expandir aún más la apertura hambrienta de su boca y se le clavaban en la lengua mientras las yemas resbaladizas como culebras rebuscaban algo perdido entre sus muelas y encías. En lugar de huir, se arqueó hacia ellos, como si quisiera más de esa incomodidad. 

Los dedos le exploraban con afán médico. El agua seguía su danza, esta vez, al compás de esta mano que se perdía y encontraba entre el fondo de la boca y el caudal. Amanda jadeaba quejosamente; en sus ojos, una mezcla de desesperación, aceptación y gusto. Necesidad y rechazo, una lucha del entendimiento de su propio deseo: placer y defensa, dos impulsos de apertura y resistencia que la hacen temblar.

Cuando la mano se retiro, el agua se tornó de un profundo negro. Pequeños peces negros como sombras vivientes comenzaron a nadar por la superficie. El agua no se inmutaba ante el batir de sus aletas. Amanda, con los ojos cerrados, respiraba en calma. Los peces la acariciaban entre los pliegues de su ropa. Amanda se entregaba al poder de lo incógnito, se dejaba absorber por la oscuridad hacia lo no conocido, al abismo de un mundo más allá de la luz.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D