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Elvira Iglesias, traumatóloga: «Si la rodilla falla tras operarte, puedes sufrir artrosis precoz»

Cada vez más personas sufren lesiones del ligamento cruzado anterior debido al aumento de deportes

Elvira Iglesias, traumatóloga: «Si la rodilla falla tras operarte, puedes sufrir artrosis precoz»

Rodilla tras una operación del cruzado | Canva

La creciente práctica deportiva en todas las edades ha hecho que aumenten las lesiones de rodilla, especialmente del ligamento cruzado anterior (LCA). Sin embargo, lo que muchos pacientes no saben es que, incluso después de una reconstrucción quirúrgica, la articulación puede volverse inestable y acelerar un proceso degenerativo que derive en artrosis a edades tempranas. Desde THE OBJECTIVE nos hemos puesto en contacto con la doctora Elvira Iglesias, Jefe de Servicio de Traumatología del Hospital ASEPEYO de Madrid y Especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología, también pasa consulta privada en el Hospital Complejo Universitario Ruber Juan Bravo 39, perteneciente al grupo Quirón Salud, para explicar las causas más frecuentes de fracaso tras una intervención del LCA, así como los tratamientos actuales para frenar el deterioro.

¿Un injerto roto es una lesión?

«La rotura crónica de una plastia del LCA implica que la rodilla lleva tiempo siendo inestable, lo que eleva el riesgo de daño meniscal y del cartílago», afirma la doctora Iglesias. Esa inestabilidad, si no se trata correctamente, puede traducirse en dolor continuo, dificultad para hacer deporte e incluso cambios degenerativos permanentes. Las causas de fracaso de una cirugía de LCA son variadas: desde nuevos traumatismos, cada vez más frecuentes en una sociedad más activa físicamente, hasta fallos técnicos como una mala colocación de los túneles, elección incorrecta del injerto o rehabilitación insuficiente.

La rodilla “que falla”: el síntoma más común

Una rodilla inestable genera una sensación de inseguridad que limita la vida diaria. «El paciente suele decir que la rodilla se le va», explica Iglesias. Ese fallo se produce especialmente al girar o en movimientos rápidos, lo que puede llevar no solo a caídas sino también a evitar actividades que antes eran cotidianas, generando ansiedad o pérdida de confianza.

Técnica de Lemaire

En algunos casos, sobre todo cuando se trata de deportistas, personas hiperlaxas o tras una re-rotura, los especialistas recurren a la técnica de Lemaire, una intervención complementaria que añade un refuerzo externo para mejorar la estabilidad rotacional de la rodilla. «Es muy útil en deportes de contacto como el fútbol, el rugby o el baloncesto», detalla la doctora.

¿Y si el cartílago ya está muy dañado?

Según Iglesias, cuando ya hay un desgaste importante del cartílago, especialmente en pacientes que han tenido intervenciones previas en el menisco o el LCA, el abordaje depende de la edad y el nivel de daño. En jóvenes, el objetivo es conservar la articulación con tratamientos como infiltraciones de ácido hialurónico, factores de crecimiento, células madre o técnicas quirúrgicas regenerativas. En casos más severos, se recurre a osteotomías para redistribuir la carga sobre zonas sanas de la rodilla. Sin embargo, si el paciente es mayor y el daño ya es muy avanzado, se puede optar por una prótesis de rodilla, una solución eficaz, pero no exenta de impacto en la calidad de vida.

¿Cuándo volver al quirófano?

«Siempre priorizamos el tratamiento conservador con fisioterapia enfocada en fortalecer la musculatura», subraya Iglesias. Este enfoque busca no solo aliviar el dolor, sino también mejorar la estabilidad articular y prevenir futuras recaídas, especialmente en pacientes que han sido intervenidos previamente. La fisioterapia personalizada permite trabajar zonas específicas debilitadas tras la lesión o la cirugía, restaurando el equilibrio muscular y funcional. Solo en aquellos casos en los que, a pesar de una rehabilitación completa y bien dirigida, persisten el dolor o la sensación de inestabilidad —indicativos de una falla estructural o de una recuperación incompleta, se valora la posibilidad de una nueva intervención quirúrgica. Esta decisión se toma con cautela y tras una evaluación multidisciplinar, ya que una segunda operación siempre implica mayores riesgos y tiempos de recuperación más prolongados.

La creciente práctica deportiva en todas las edades ha hecho que aumenten las lesiones de rodilla, especialmente del ligamento cruzado anterior (LCA).

Artrosis precoz: el verdadero enemigo silencioso

El gran riesgo de las lesiones repetidas del ligamento cruzado anterior (LCA) no reside únicamente en el dolor inmediato o la limitación funcional a corto plazo, sino en sus consecuencias a largo plazo, especialmente la aparición precoz de artrosis, incluso antes de los 40 años. «El cartílago no se regenera, y cuando el LCA falla, la biomecánica de la rodilla cambia, provocando un desgaste acelerado», advierte el doctor Iglesias. Esta alteración en la mecánica articular hace que la carga que debería distribuirse de forma equilibrada entre las distintas estructuras de la rodilla se desplace, generando puntos de presión anómalos que, con el tiempo, erosionan el cartílago.

Este proceso degenerativo se ve frecuentemente agravado por la aparición de lesiones meniscales, que actúan como amortiguadores naturales del impacto. Cuando los meniscos también están dañados o han sido extirpados parcialmente, la articulación pierde una parte fundamental de su protección, aumentando aún más el riesgo de artrosis precoz. Además, el propio cuerpo intenta compensar esa inestabilidad con una sobrecarga muscular y adaptaciones posturales que acaban generando un desequilibrio generalizado y molestias en otras articulaciones, como la cadera o la columna lumbar. Por todo ello, los especialistas insisten en la importancia de una rehabilitación meticulosa, un fortalecimiento muscular específico y un seguimiento a largo plazo en pacientes con historial de lesiones del LCA.

Claves para proteger tu rodilla después de una operación

Para quienes ya han pasado por quirófano, el reto está en prevenir futuras lesiones. Estas son las recomendaciones de la doctora Iglesias:

  • Seguir un programa de rehabilitación personalizado y prolongado (9-12 meses en deportes de impacto).
  • No adelantar el regreso al deporte.
  • Fortalecer los músculos estabilizadores, especialmente cuádriceps e isquiotibiales.
  • Controlar el peso corporal.
  • Mantener una actividad física constante pero controlada.
  • Hacer revisiones periódicas para detectar signos tempranos de degeneración.
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