Cómo el vibrador femenino pasó de ser una «cura médica» a un símbolo de libertad sexual
La sexóloga Valérie Tasso subraya que los juguetes han contribuido a derribar tabúes sobre la masturbación en mujeres

El juguete sexual LELO Switch. | LELO
La historia de los juguetes sexuales femeninos está íntimamente ligada a la represión y la patologización del deseo. Mucho antes de convertirse en un objeto de placer, el vibrador nació como un instrumento médico. En pleno siglo XIX, bajo la estricta moral victoriana, el deseo femenino era considerado una anomalía que debía ser corregida. Las mujeres que mostraban signos de apetito sexual eran diagnosticadas de «histeria», un cajón de sastre en el que cabían síntomas tan dispares como insomnio, ansiedad o lo que entonces llamaban «ardores pasionales».
El tratamiento resultaba tan peculiar como revelador: el objetivo era provocar en las pacientes el llamado «paroxismo histérico», es decir, el orgasmo. La terapia se aplicaba en un entorno clínico, a través de masajes manuales practicados por médicos o comadronas, o mediante duchas pélvicas. Como explicó la escritora y sexóloga Valérie Tasso durante la presentación del nuevo LELO Switch, «las mujeres no podían masturbarse solas y se les hacía creer que necesitaban de ese ambiente clínico y de una dirección masculina colegiada».
Los primeros inventos: del vapor al motor eléctrico
La práctica pronto resultó «cansada» para los médicos, y de ahí surgió la necesidad de crear dispositivos mecánicos que aceleraran el proceso. Hacia 1869, el estadounidense George Taylor patentó un voluminoso aparato a vapor conocido como The Manipulator. Pocos años más tarde, en 1880, el británico Joseph Mortimer Granville desarrolló el primer vibrador electromecánico, el célebre martillo de Granville. Aunque su inventor quiso desvincularse del «uso inmoral» del dispositivo, fue empleado en los consultorios como herramienta para inducir orgasmos en mujeres diagnosticadas de histeria.
La tecnología avanzó con rapidez. En 1902, la empresa Hamilton Beach se convirtió en la primera en comercializar un vibrador eléctrico para uso doméstico. Su venta en grandes almacenes marcó un antes y un después: de herramienta médica pasó a convertirse en un objeto cotidiano, aunque su uso erótico apenas se mencionaba en público. Se anunciaba como un dispositivo para aliviar contracturas o el nerviosismo, pero su verdadero valor estaba en la intimidad.
Del tabú al placer
Con la llegada del siglo XX y el auge de la sexología, el deseo femenino empezó a despatologizarse. El vibrador dejó de ser una terapia médica y pasó a ser un objeto de autodescubrimiento. En 1968, la irrupción del Hitachi Magic Wand popularizó la varita como uno de los vibradores más icónicos y efectivos de la historia. Para muchas mujeres, significó el acceso a un placer libre de intermediarios clínicos y sin necesidad de justificación médica.
«Lo que empezó como terapia terminó convirtiéndose en uno de los mayores símbolos de emancipación femenina», resume Valérie Tasso. La sexóloga recalca que dispositivos como estos «han contribuido a derribar los tabúes alrededor de la masturbación femenina, reivindicando la sexualidad como parte esencial de la salud y el bienestar».
La revolución contemporánea: tecnología y diseño
Hoy, en pleno siglo XXI, los juguetes sexuales se presentan como objetos de bienestar, diseño y tecnología avanzada. La firma sueca LELO, con más de dos décadas liderando el sector, ha dado un nuevo paso con el lanzamiento de LELO Switch, un vibrador varita de doble extremo que combina placer externo e interno en un único dispositivo.

Switch™ incorpora conectividad móvil, permitiendo controlar sus funciones a distancia y ofreciendo experiencias personalizadas y multisensoriales. Con 10 modos de placer, 16 intensidades de vibración y dos motores independientes, su diseño 2 en 1 se adapta tanto al juego en pareja como al uso en solitario.
«LELO Switch reinventa este clásico y lo eleva a un nuevo nivel de sofisticación, con un diseño versátil, híbrido y conectado que responde a las necesidades de la mujer moderna: independiente, consciente y dueña de su sensualidad. Un vibrador digno de Samantha Jones», (en referencia al personaje de la serie Sexo en Nueva York), explicó Tasso durante la presentación en el Teatro Magno.

Un lanzamiento con historia
El escenario elegido para su debut no fue casual: el Teatro Magno de Madrid, un lugar cargado de simbolismo, regalo del rey Alfonso XIII a su amante, la actriz Carmen Moragas. La figura de Moragas, libre y transgresora en una época marcada por los prejuicios, sirvió de inspiración para un evento que quiso celebrar la independencia y el poder personal de las mujeres.
Más de un siglo después de aquel aparatoso Manipulator a vapor, los vibradores han recorrido un largo camino: de ser herramientas médicas al servicio de una visión patriarcal del deseo, han pasado a ser piezas de lujo que reivindican la autonomía femenina. La historia de estos objetos revela un cambio social profundo: el paso de la patologización al reconocimiento del placer como un derecho.