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Fortalece tu sistema inmunitario este invierno y prevé infecciones respiratorias

Llegan los meses de más frío y con ellos los virus de los que debemos cuidarnos

Fortalece tu sistema inmunitario este invierno y prevé infecciones respiratorias

Resfriado | Canva pro

Su esfuerzo durante el invierno se complica por el mayor tiempo que se pasa en espacios cerrados y la facilidad con la que los virus se transmiten en ambientes fríos y poco húmedos, generando un escenario ideal para resfriados y gripe. La tos, una reacción natural del organismo para mantener despejada la garganta, se vuelve más frecuente en estas semanas y es un recordatorio de que nuestro sistema inmunitario está trabajando. El inmunólogo Alfredo Corell subraya que pequeños hábitos pueden marcar la diferencia en esta época del año. En palabras del especialista, «lo mejor es que el zumo de naranja natural se consuma con pulpa, ya que la fibra disminuye la absorción del azúcar y contribuye a un mejor equilibrio nutricional».

Por qué el invierno desafía nuestras defensas

Durante los meses más fríos, pasamos más tiempo en interiores, lo que aumenta la exposición a virus respiratorios. La baja humedad y las temperaturas reducidas facilitan la supervivencia y transmisión de estos patógenos, dificultando que el sistema inmunitario actúe de manera óptima. Los expertos de la Universidad de Harvard recuerdan que nuestro organismo no funciona como un todo aislado, sino como un conjunto coordinado de procesos que dependen de una alimentación equilibrada, descanso suficiente, ejercicio regular y una higiene adecuada. Además, factores como evitar el tabaco, mantener un peso saludable, moderar el consumo de alcohol, lavarse las manos y mantener las vacunas al día son esenciales para reducir el riesgo de contagios. Según Harvard, un sistema defensivo equilibrado se traduce en menos infecciones recurrentes y una recuperación más rápida frente a los virus comunes del invierno.

El selenio: un mineral que fortalece el sistema inmunitario

Entre los micronutrientes clave para la inmunidad, el selenio destaca por su impacto en diversas funciones metabólicas. Este oligoelemento interviene en la formación de ADN, protege frente al daño celular y asegura el correcto funcionamiento de la glándula tiroides. Su papel no se limita a la inmunidad: también influye en la fertilidad y la salud cardiovascular. El déficit de selenio puede aumentar el riesgo de infecciones, ya que el organismo almacena la mayor parte de este mineral en el tejido muscular, aunque la tiroides concentra niveles especialmente altos debido a las selenoproteínas esenciales para su actividad. La ingesta diaria recomendada para adultos es de 55 microgramos, mientras que las mujeres embarazadas o en lactancia requieren entre 60 y 70 microgramos.

Selenio

Alimentos clave para reforzar tu dieta con selenio

Los productos de origen marino y ciertas vísceras son las fuentes más ricas en selenio. Entre ellos destacan el riñón de cerdo, el bacalao salado, el bogavante, el riñón de cordero, el bonito en aceite, la anchoa y el salvado de trigo. Otros alimentos con aportes relevantes incluyen las pipas de girasol, la sepia, el mejillón, el pan integral tostado, el pulpo, el pez espada, la mostaza, los huevos, el pavo y el queso parmesano. La clave, según los expertos, es mantener estos alimentos como parte de una dieta variada que permita cubrir las necesidades diarias sin necesidad de recurrir a suplementos. La Universidad de Harvard advierte que, salvo en casos de deficiencia real, no hay evidencia de que aumentar la ingesta de selenio por encima de los niveles recomendados aporte beneficios adicionales.

Más allá de la nutrición, hábitos sencillos pueden mejorar la respuesta del sistema inmunitario. Dormir entre siete y nueve horas, mantener la actividad física regular, evitar cambios bruscos de temperatura y ventilar correctamente los espacios cerrados son acciones que fortalecen las defensas naturales. Incluso detalles como consumir frutas y verduras frescas, preferir zumos con pulpa y reducir el estrés diario tienen un impacto directo en la capacidad del organismo para enfrentar virus respiratorios.

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