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La presión por perder la virginidad: el debate que reabre el testimonio de Ana Mena

Hablamos con dos expertas sobre la presión, los mitos y la prisa que aún condicionan la sexualidad de muchas jóvenes

La presión por perder la virginidad: el debate que reabre el testimonio de Ana Mena

Todo sobre la presión por perder la virginidad, contado por dos expertas | Freepik

La conversación sobre la sexualidad en la juventud sigue marcada por expectativas sociales que, aun a día de hoy, continúan ejerciendo una presión silenciosa. La idea de que existe una edad «adecuada» para perder la virginidad persiste en el imaginario colectivo, alimentada por la cultura pop, las redes sociales y la sensación de que todo debe vivirse deprisa. En ese escenario, el testimonio de figuras públicas como la cantante Ana Mena, que confesó recientemente haber perdido la virginidad a los 25 años, reabre un debate necesario.

Lo cierto es que esta prisa impuesta, especialmente sobre las mujeres, sigue condicionando comportamientos y decisiones. La presión para no quedarse ‘atrás’ puede llevar a muchas jóvenes a iniciar relaciones desde la exigencia externa y no desde el deseo propio. Hablamos con dos expertas para conocer más a fondo esta problemática.

¿Tienen las jóvenes presión por perder la virginidad cuanto antes?

«El sexo está en todas partes, en la música, en la moda, en redes sociales… Se espera una vivencia sexual abierta y ‘liberada’, lo que estaría muy bien si por liberada se entendiera que cualquier vivencia de la sexualidad es única, y por supuesto, válida. Pero no es así. Lo que genera una gran presión social, ya que las personas que comienzan a tener relaciones, aprenden a validarse a través de su sexualidad, y quedarse fuera de ello, hace que, indirectamente, estés expuesta y seas señalada», asegura a THE OBJECTIVE Lucía Jiménez Sacristán, sexóloga de Diversual.

«El testimonio de Ana Mena es muy valioso por muchos motivos. Uno de ellos es que su apariencia encaja con los cánones de belleza. Es una chica que puede describirse como guapa, deseable, y que ‘no tendría que tener problemas para mantener relaciones sexuales con quien quisiera’. Existe el prejuicio de que aquellas personas que no mantienen relaciones sexuales a una cierta edad, no es porque quizás no se sienten preparadas para ello, sino porque no tienen acceso a otras personas, o sea, que no son deseables, que no poseen capital erótico. El capital erótico es el valor social que un individuo o grupo acumula como resultado de su atractivo sexual. Por eso la presión, y más en la adolescencia que es cuando más se busca la pertenencia, es tan alta. Pues bajo esta lógica; tengo relaciones sexuales, ergo, soy valioso», añade.

¿Qué consecuencias puede tener esta prisa impuesta?

«La prisa impuesta hace que las primeras relaciones se realicen desde la exigencia. Esto puede acarrear situaciones incómodas que deriven en dificultades para excitarse, pérdida de deseo y en el peor de los casos, abuso o trauma. Si le enseñas a tu cuerpo que el sexo es algo que tiene que hacer, y no algo que desea compartir, marcas los precedentes para una vivencia de la sexualidad que puede ser conflictiva para uno mismo. También puedes ser más manipulable, ya que si asocias una sexualidad más activa a más valor personal, accederás a muchas más prácticas y personas de las que en realidad puedan realmente apetecerte», añade Jiménez. 

Mónica Chang, experta en bienestar sexual de Iroha, afirma a este medio que «en general, la idea de perder la virginidad lo antes posible puede llevar a las personas a sentirse obligadas o presionadas a hacer cosas para las que no están preparadas, ni mental, ni emocional, ni siquiera físicamente. En muchas culturas, existe el temor de ser considerado un perdedor o inadecuado si se es virgen después de cierta edad. Sin embargo, ese no debería ser el caso, ya que las actividades sexuales son muy personales y uno debe sentirse cómodo y preparado cuando decide perder la virginidad».

¿Sigue presente la idea de que perder la virginidad implica penetración?

Jiménez es clara: «La virginidad surge como forma de control de la sexualidad femenina y se sustenta en dos sesgos. El primero, que hasta que no se produce una penetración vaginal, no se ha consumado una relación sexual. Pone el foco del placer en lo genital, sobre todo, el pene en relación a una vagina, y, por tanto, la heterosexualidad. Por otro lado, la idea de que la vagina está precintada y una vez se penetra, se estrena y nunca vuelve a su estado primigenio. Esto es otro error, puesto que el himen es un tejido, un vestigio que se encuentra en la entra vaginal, y que puede tener muchas formas diferentes. Lo habitual es que sea una porción de piel que en ningún caso se rompe ni impide la penetración. En algunas ocasiones, sí tapa del toda la entrada vaginal, siendo necesaria alguna intervención para que, sin ir más lejos, la menstruación pueda liberarse. Por lo que, en la mayoría de los casos, esta piel se estira, como el resto de la vagina cuando se introduce un juguete, un dedo o un pene, y luego, vuelve a su estado previo». 

«Si entendemos el sexo y la sexualidad como un amplio espectro de prácticas, sentires e interacciones, no tiene ningún sentido marcar un hito como más importante que otro. Y mucho menos categorizar a las personas por ello. Muchas personas se fuerzan a practicar la penetración, pensando que es un camino obligado para disfrutar del placer en pareja, cuando en realidad su cuerpo y su momento vital requiere de otro tipo de experiencias. Es interesante observar que la mayoría de problemas sexuales se dan en el marco del coito. Quizás tenga que ver con que se le sigue dando un peso mayor al que para muchas personas podría tener si siguieran sus propias necesidades», añade la experta.

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