Sérum facial: descubre cómo y cuándo utilizarlo para obtener los mejores resultados
Es habitual no utilizarlo en el momento adecuado o que no contenga los ingredientes que nuestra piel necesita

Envase de sérum facial. | Freepik
Una buena rutina de belleza es clave para mantener una piel saludable, radiante y joven. Sabemos que estos procesos se componen de varias fases en los que se utilizan diferentes productos entre los que se encuentra el sérum. Aunque es un habitual en nuestros cuidados, también es un gran desconocido. ¿Sabes exactamente para lo que sirve? ¿Lo aplicas de la manera correcta?
No todas las personas saben usar bien un sérum facial. Incluso aquellas que lo utilizan a diario, a veces cometen grandes errores. Saber en qué momento de la rutina hay que aplicarlo, la cantidad correcta o en qué zonas es más efectivo, resulta esencial para poder sacar el máximo provecho a estos cosméticos.
Los sérums son productos ligeros que contienen altas concentraciones de ingredientes activos así que no conviene desaprovecharlos usándolos mal. Por ello, desde THE OBJECTIVE te vamos a explicar bien cómo son estos cosméticos así como la mejor manera de utilizarlos para ver los resultados rápidamente en el rostro.
La diferencia entre el sérum y la crema
Un sérum es una destilación del producto en su forma más pura, una vez que se eliminan todos los aceites e ingredientes pesados. No todos son iguales porque pueden tener diferentes funciones. Unos pueden regenerar el cutis mientras otros están especializados en reducir arrugas y rellenar la piel. Dado que su consistencia es muy ligera, los solemos encontrar en forma de líquidos semitransparentes.

Al no contar con la composición oleosa que tienen las cremas, los nutrientes activos del sérum entran en contacto con nuestra piel de forma más directa y llega a cubrir más terreno. El sérum es más ligero así que se absorbe más rápido y penetra antes. Por el contrario, las cremas tienen una composición grasa que se absorbe más lentamente pero cuenta con ingredientes que aportan más nutrición que un sérum.
Edurne Arriaza, de Tsuki Japanese Cosmetics, nos cuenta que «el sérum es el tratamiento que vamos a aplicar a nuestra piel. Puede ser de hidratación, antiedad, o iluminador, mientras que la crema hidratante sella el tratamiento». Lo que sucede es que la aplicación de la crema hidratante sobre el sérum crea una capa protectora para que los efectos del sérum se potencien.
Lo más importante a la hora de elegir ambos productos es identificar bien nuestro tipo de piel para saber qué es lo que necesita. «Por ejemplo, si la piel es grasa se puede utilizar solo un sérum en la rutina facial. Por su parte, las pieles secas y/o deshidratadas, necesitarán tanto un sérum y una crema para una mayor nutrición e hidratación», explica Belén Acero, propietaria de Farmacia Avenida de América y especialista en dermofarmacia y nutrición.
Cuándo se utiliza el sérum
El sérum se aplica entre la limpieza facial y la crema de día o de noche. «Muchas veces cometemos el error de aplicarlo sin tener la piel completamente limpia y de nada sirve aplicar los tratamientos posteriores si el rostro no está limpio», confirma Belén Acero.

También hay que tener en cuenta la época del año en la que nos encontramos. Durante el invierno, con el frío, la lluvia y la humedad, la piel tiende a resercarse. En el verano, con el calor y el sudor, la piel pide texturas más ligeras y de rápida absorción para no obstruir los poros y mantener una sensación ligera.
Su alta concentración y su forma líquida permite al sérum penetrar en las capas más profundas y trabajar desde los cimientos. «Nunca debemos aplicarlo encima de una crema ya que sus compuestos impedirán que entre en contacto con la piel», nos cuenta Elena García Garrido, CEO de la firma extremeña Goji Mediterránea. Ella aconseja aplicar una pequeña cantidad siempre sobre la piel limpia y seca.

También es importante el tiempo de vida de un serum, así como las veces que debemos utilizarlo. «Para reducir considerablemente el tamaño de una arruga, no basta con aplicar el serum unas cuántas veces, debemos ser constantes. A más uso, mejores serán sus efectos a largo plazo», sostiene Esperanza Sáenz, responsable de imagen de la firma Nezeni Cosmetics.
Igualmente, es muy importante tener en cuenta la cantidad. Si utilizamos más de lo necesario, podemos sobresaturar la piel. «Recomiendo aplicar cuatro o cinco gotas, en caso de los formatos pipeta, o dos pumps en los que hay que apretar para que salga el producto», recomienda Belén Acero. Después de su aplicación, es muy importante esperar a que se haya absorbido por completo para aplicar la crema hidratante.
Trucos para su uso
Edurne Arriaza, de Tsuki Japanese Cosmetics, la primera tienda de cosmética japonesa en España, nos da cinco consejos de experta para sacarle el máximo partido a nuestro sérum:
- Usar productos con un aplicador sobre la piel. Si se aplica con las manos, podemos contaminarlo con bacterias.
- Utilizar las palmas de las manos. Es mejor hacerlo con las palmas que con los dedos porque se evita desperdiciar producto, sobre todo si el serum tiene una textura líquida, ya que podría absorberse por los dedos antes de llegar al rostro.
- Usa la cantidad justa. Suele ser de un tamaño similar a un guisante. Si es por gotas, entre tres y cinco son las recomendables. Lo ideal es ajustarlo a las necesidades de tu piel.
- No arrastres el sérum. Es mejor presionar suavemente con las palmas de la mano distribuyéndolo por todo el rostro. Comienza desde el centro de la frente y trabaja hacia los extremos con pequeños toques. Este método mejorará la penetración del cosmético en la piel.
- No olvides cuello y escote. Estas zonas también necesitan de cuidados e hidratación. Aplica el sérum con masajes suaves presionando desde el escote hacia arriba y hacia el mentón.

Los serums faciales también se diferencian de las cremas en la manera de utilizarlos. Antes de aplicarlos hay que limpiar bien la cara y eliminar todo resto de suciedad, maquillaje y bacterías, así como destapar los poros para facilitar la absorción. Usaremos después el tónico o agua micelar para equilibrar el cutis. En esta fase es en la que podemos aplicar el serum. «Hay que dejar que pasen dos minutos para que todos sus principios activos penetren hasta las capas más profundas de la piel», explica Nuria Casas, directora de marketing de Dulkamara Bamboo.
Qué sérum necesitas
Dependiendo de cuáles sean las necesidades de nuestra piel, debemos elegir un sérum u otro. Si tu principal preocupación son las manchas y quieres solucionar esos problemas de hiperpigmentación, debes utilizar uno con activos despigmentantes. Entre ellos encontramos el ácido tranexámico, los retinoides o el ácido azelaico. Además, el ácido kójico, ácido elágico, la arbutina, el ácido glicólico o la niacinamida también funcionan muy bien para combatir las manchas.
Para devolver la luminosidad al rostro e inyectar un plus glow a la piel, nada mejor que confiar en alfa hidroxiácidos como el ácido láctico o el glicólico. Otras opciones son componentes que sean potentes antioxidantes, como el ácido ferúlico o la vitamina C, así como los retinoides derivados de la vitamina A, como el retinal o el retinol.

Si tu piel sufre de acné y la obstrucción de los poros es un problema en tu rostro, podemos disminuir su apariencia ópticamente con el uso del sérum. Los mejores principios activos en estos casos son los ácidos salicílico, glicólico y láctico, así como el retinol. Además, la niacinamida mantiene a raya la producción excesiva de sebo por lo que es buena para reducir el acné.
La prevención es vital para evitar la formación de las arrugas. También hay que seguir trabajando cuando ya las tenemos para conseguir alisarlas. Para ello, el retinol será el principio favorito. Además, los antioxidantes, como la vitamina C o el ácido ferúlico, trabajan para evitar los radicales libres que son los principales causantes del envejecimiento prematuro.

Para aumentar la hidratación, debemos de trabajar en mejorar la función barrera de la piel para que no se produzca pérdida de agua. Este resultado se consigue con la ayuda de las ceramidas, la niacinamida o los ácidos grasos.