The Objective
El purgatorio

Inés Sainz (ex Miss España): «Percibo en Yolanda Díaz una obsesión por la imagen»

La que fuera Miss España presenta en ‘El purgatorio’ su nuevo libro: ‘Seducir con tus sentidos’

Este país ha cambiado mucho desde 1997, el año que Inés Sainz (Bilbao, 1975) ganó Miss España. Ahora queda lejano ese concurso de mises, pero en su momento era como ganar Eurovisión. Había mucha menos oferta de entretenimiento y no teníamos famosos en cada esquina. De todos modos, Sainz es una modelo particular, supo desde temprano que no quería tener esa vida para siempre. Que valía para más, y lo ha ido demostrando. Ahora publica su segundo libro: Seducir con tus sentidos.

PREGUNTA.- Empecemos con una palabra de moda en los últimos tiempos: contouring

RESPUESTA.- Esto es una técnica de maquillaje que se lleva utilizando muchísimo. Por ejemplo, en teatro, que es enmarcar las facciones. Entonces, con los tonos oscuros y con los tonos claros, resaltas. Cuando tú quieres marcar el pómulo, por ejemplo —yo lo llevo hecho—, y cuando quieres marcar el pómulo, pones aquí un color más oscuro y los colores más claritos arriba. Pero todo esto en teatro, con la luz y el escenario y demás, puedes no difuminar, o que sea más fuerte. Pero en plató —en televisión, en sesiones de fotos— tienes que ser súper sutil y tiene que estar integrado. Depende lo que quieras: si quieres que se note o no. Se ha hablado mucho, sí. 

P.- Se ha hablado mucho del contouring sobre todo a partir del día en el que salió el informe de la UCO donde apareció malamente Santos Cerdán. Entonces sale Sánchez en Ferraz, cariacontecido, y se dijo que tenía algo de contouring. No sé si es que lo maquillaron excesivamente para parecer más… no sé si demacrado o triste, y con un traje más grande, más holgado. ¿Cree que tenía contouring?

R.- Me llamó mucho la atención porque yo pensé que era mi ojo clínico, que detecta este tipo de cosas al vuelo, porque llevo desde los 14 años en esto, y ya soy muy mayor. Pero vi en redes que no solo lo comentaba en mi grupete de chicas, pero también lo comentaban, a nivel general, medios generalistas. He escuchado editoriales de grandes periodistas también haciendo mención a jugar con el tema del maquillaje. No sé qué pasó realmente, no sé si fue queriendo o no —a tanto no llego—, pero sí que se notaba que había un exceso de maquillaje. 

Y el truco del maquillaje, si me permites, es que no se note. A los chicos, siempre cuando les suelen preguntar sobre este tema, dicen que les gustan las mujeres naturales, que no se les note mucho el maquillaje. Me imagino que por aquello de las sorpresas. El secreto de un buen maquillaje es que se note lo menos posible. En este caso, creo que no fue así.

P.- Pero es cierto lo que dice, que generalmente los medios de comunicación generalistas no le dan demasiada importancia a esto. Incluso habrá gente que piense: «¡Pues qué frívolo, hablando de maquillaje!» Y en el libro del que ahora hablaremos —y además dada su trayectoria, conocimiento, experiencia— es que no es nada frívolo hablar de maquillaje, ni de trajes, corbatas, pelo o no pelo, barba. Es decir, que la imagen que damos —y que dan los políticos— es tan potente o más que su mensaje después.

R.- Totalmente. Forma parte del 100 % de mi universo femenino como mujer, pero también forma parte de mi trabajo. Cualquiera que niegue la importancia de la imagen a la hora de vender, de seducir, de que tu mensaje llegue, es absurdo. A todos nos gusta estar guapos, a todos nos gusta tener buen aspecto, saludable. No es una cosa frívola. Tú, con ese aspecto, estás transmitiendo un mensaje, y si no va acorde tu aspecto con lo que dices, ahí el cerebro como que no acaba de entenderlo muy bien e igual desconecta, por un lado o por el otro.

Y en comunicación política es súper importante. Lo vemos también en las señoras que están más pendientes de un poco el modelito. No voy a dar nombres, no voy a meterme en charcos esta vez, pero no puedo evitar ese análisis, como experta en imagen. Para empezar, las marcas lo hacen también con su logo. De vez en cuando lo retocan. Tienen una tipografía «X», unos colores «X»… Todo eso, tanto la marca personal como la marca profesional, es súper, súper importante. No sabría decirte un tanto por ciento, pero más del 50 %, seguro que sí.

P.- Lo que sí estamos viendo con Sánchez —que no pasó tanto, o al menos que yo recuerde, con Rajoy— pero que sí ha pasado con otros presidentes como Felipe González o Barack Obama, es que hay un desgaste físico. 

R.- Bueno, a ver, envejecen como todos. Y también porque están más expuestos. Tienes más posibilidades de encontrar una foto de hace siete años y hacer la comparativa. Pero nos pasa a todos. No quiero justificarlo. Es verdad que quizás tienen más tensión, más presión, estrés. Problemas que igual no son tan fáciles de manejar. Y entiendo que el estrés sí te pasa factura, si no descansas bien… No sé si tendrá mucho tiempo para hacer deporte o para desconectar. Eso es muy importante. Aparte del envejecimiento, puede que ese puntito extra… Aunque bueno, los ciudadanos tenemos que pagar impuestos y llegar a final de mes. No sé qué es mejor, pero sí, bueno, se nota, sobre todo en la comparativa.

P.- ¿Ya no podemos hablar de ‘Pedro el Guapo’? 

R.- Bueno, él seguramente siga pensando que es guapo. Pero eso también me parece importante. Todos nos tenemos que sentir guapos. Otra cosa es que vayas por la vida, sabes, como «yo soy el más guapo del universo». Pero bueno, es evidente que el señor tiene una planta, no lo vamos a negar. Es alto, puede que haya adelgazado un poquillo ahora. Es evidente que toda la vida se ha cuidado, pero él ya, genéticamente, digamos que tiene una buena base.

P.- Hay otro comentario que a veces veo en redes, con el que no estoy muy de acuerdo. Se le puede criticar muchas cosas, por ejemplo, a Yolanda Díaz. Se puede ser crítico con su estilo, pero a mí, que haya mejorado físicamente o estéticamente, o que vista mejores trajes o vestidos, me lleva a decir: “Bueno, pues ahora tiene más exposición, tiene más foco”. No me parece mal que ella decida vestir así o asá. Es decir, no me parece algo que sea merecedor de crítica alguna. 

R.- A ver, aquí la historia para mí es la obsesión. Cuando tú pasas de que tu imagen sea un mero instrumento para comunicar mejor y forma parte de tu trabajo, la quieres mantener dentro, sin volverte loca, dos mil operaciones, ocho mil millones de cremas, setenta horas en el baño… Eso, por ejemplo, yo lo hacía cuando era adolescente, que tenía más tiempo, y entonces, pues, probaba distintos maquillajes y distintos peinados. Bueno, aparte que me dedicaba a la moda y formaba parte de mi aprendizaje. Pero es verdad que sí, que el cambio es evidente y radical. Yo creo que la crítica que le podemos llegar a hacer es: ¿cuánto tiempo realmente le estás dedicando a esto en lugar de estar trabajando? 

Porque mientras estás pendiente de eso, pues no estás dedicándote a los trabajadores. Y ella es ministra de Trabajo. Entiendo que debería ser una combinación, sin que sea una obsesión. Y no sé hasta qué punto la gente lo percibe como que está obsesionada, que ha descubierto —que es verdad, es lógico y súper humano, no seré yo quien justifique esto— pero es muy humano que el foco te deslumbre y que, cuando cada vez te ves más guapo, pues quieres estar más guapo. Y que encima, claro, tienes estilistas, maquilladores… Yo lo he visto con mis clientes así de veces. Gente que no es conocida, pero de repente empieza a tener entrevistas —pues imagínate— con Forbes, Vanity Fair, Vogue… porque realmente tienen una marca potente. Pero ellos son gente anónima y, de repente, empiezan a venirse arriba. 

Y debes pedir tranquilidad. Ese ego lo mantenemos controlado, por favor. Porque es efímero. El tema de la fama me llama mucho la atención, porque yo siempre creo que, salvo que seas Brad Pitt, Angelina Jolie o gente que se dedica profesionalmente, la fama es efímera y es agotadora. Puede ser producto de una o dos legislaturas y, dentro de poco, nadie se va a acordar de la señora Díaz. Pero en este caso, ya te digo, yo creo que la percibimos más como una obsesión y que ella no está dedicando realmente su tiempo a las labores por las que le pagamos el sueldo.

«¿Cosificación? Pero si escogí el camino más difícil»

P.- En El purgatorio siempre preguntamos por la relación con la fe de los invitados: ¿cuál es la suya? 

R.- Soy una mujer creyente. He ido y he vuelto, en función de la edad. Estudié en un colegio muy católico y muy conservador en Bilbao. Siempre había una parte de respeto. Había una parte de interés también, porque me llamaba mucho la atención todo lo que tiene que ver con la historia, con la filosofía… Yo era súper preguntona en las clases de religión. Y luego me desconecté porque creo que hay una etapa en que los jóvenes perdemos un poco el vínculo. 

Ahora, con la edad, y a raíz de encontrar también respuestas a cosas que no me da la ciencia ni me la da la historia, ni me lo da nadie. Es esa parte más espiritual. He vuelto a tener esta conexión y, la verdad, que bueno, muy contenta. Y es una cosa que hay que respetar y que cada uno la tiene que vivir a su manera. Por supuesto, no puedo dar clases de teología, pero sí me siento muy cómoda. Cuando vas a la iglesia, es un sitio que siempre te acogen bien, es un sitio agradable, la verdad.

Inés Sainz. | Víctor Ubiña

P.- Ganó usted Miss España en 1997, tenía 21 añitos. ¿Con 21 añitos una está preparada para ganar eso? Porque ahora el certamen no es tan famoso, pero en aquel momento era la repera.

R.- Eso sí, era como ganar Eurovisión, una cosa muy parecida. No había tanto contenido, no habia tantos famosos, el abanico eran futbolistas, folclóricas, toreros. Y luego actrices, por supuesto, actores. Y de repente, Miss España, que era, pues, como un honor y un privilegio por muchas cosas. Porque te daba millones de oportunidades, porque realmente representabas a España. Te invitaban de un montón de países —sobre todo con temas de turismo y demás—, un poco como madrina. Yo me lo tomé como un trabajo de embajadora de España. Es verdad que yo, a nivel modelo y trabajando en el mundo de la moda, ya llevaba muchos años —para ser tan jovencita—, y la verdad es que no contaba con ello. Y no contaba con la fama, que es lo que tardas más tiempo en digerir.

P.- Gana Miss España y después va al Miss Universo. Y el que organizaba ese cotarro es el que ahora, iba a decir «organiza el mundo», pero tiene bastante poder en el mundo, Donald Trump.

R.- Yo le conocía, o como lo podíamos conocer todos, pues como un empresario dedicado a la inmobiliaria. Conocido un poco por esa fama de mujeriego. Le veíamos en el ¡Hola! con una mujer… yo me he perdido un poco también, no sé cuántas ha tenido. Ahora ya parece que ha sentado la cabeza con Melania.

Yo no fui muy consciente, la verdad, porque en los certámenes —tanto el de Miss España como el de Miss Universo— la dinámica es la misma. Lo que hacen es juntar a todas las candidatas. En Miss España éramos 52, en Miss Universo noventa y pico. Aprendes mucha geografía, por ejemplo, yo no tenía ni idea de dónde estaba Trinidad y Tobago.

Son 15 días en los que tienes que ensayar la gala, porque es en directo y son muchos ensayos, muchas recepciones con patrocinadores, y bueno, eventos y demás. Son intensivos los 15 días, y uno de ellos era con la directiva de Miss Universo, y ahí estaba Donald Trump recibiendo a todas las candidatas y saludando. Pero bueno, no mucho más… Claro, si yo lo llego a pensar, probablemente estaría yo en la Casa Blanca, te digo. Hubiera hecho un esfuercillo por ser Melania (ríe).

P.- ¿Trump le pareció un hombre guapo, seductor, carismático?

R.- No especialmente. Es verdad que le dediqué mucho tiempo en aquel momento. Pero ahora tiene un punto de que es muy listo a la hora de manejar todo lo que tiene que ver con el marketing y la publicidad. Sabe muy bien por dónde ir y cómo liarla. Porque esto es muy importante. En comunicación, hay quien dice que, aunque hablen mal de ti, que hablen, ¿no?, para que no se olviden de ti. Y eso lo sabe hacer muy bien. 

Sus índices de audiencia en la televisión americana creo que eran espectaculares cuando hizo aquel reality show, y que no recuerdo si es antes o después de este Miss Universo. Pero él siempre ha estado muy vinculado al show porque aparecía, de repente, en Friends o en no sé qué serie… Le gustaba. Pero claro, él, como viene ya de una familia millonaria y que ha estado desde muy joven en el foco, a él no le impresionaba tanto aparecer en la tele como le puede sonar a una persona de andar por casa. Eso sí lo hacia bien. Luego ya, pues, te cae mejor o peor. Las formas las puedes cuestionar. 

P.- Inés Sainz tiene nuevo libro. Es el segundo libro que publica y se llama Seducir con tus sentidos, con la colaboración de Álvaro Peñas y Javier Santamarta del Pozo, el prologuista y epiloguista del libro, un libro que ya ha llegado a su tercera edición. ¿Por qué es tan importante seducir?

R.- La seducción existe desde que el hombre es hombre. Desde que estábamos en las cavernas, es algo ancestral. No es solo para las mujeres. Es verdad que está muy asociado al mundo femenino, pero también a los hombres. Y es algo que yo diría que es un instinto de supervivencia. Yo lo he llevado mucho al terreno personal: seducir a tus amigos, seducir a tu pareja —no desde el plano sexual, sino de caer bien, de tener una buena relación, ser agradable—. Seducir es una palabra que engloba un montón de términos. Y también el tema de la venta. 

Realmente, el libro está inspirado por todos los años que yo he estado trabajando —y sigo trabajando— con grandísimas marcas de moda, de gastronomía, de cosmética y demás. Y ellos gestionaban las estrategias para seducir a los clientes, para poder hacer la conversión a compra. Esto le he dado una vuelta y dije: «Bueno, ¿cómo alguien que no está pendiente de estar las 24 horas siendo el mayor seductor del mundo, cómo puede hacerlo?» Pues a través de los sentidos, que lo haces de manera instintiva. Lo que comentábamos antes: a todo el mundo le gusta estar guapo, vestir bien, oler bien, hablar con un buen tono de voz…

Si te paras a pensarlo, lo hacemos constantemente, de manera inconsciente. Es importante escuchar, saber cuándo tienes que hablar, cuándo no. Está muy vinculado a la educación, no interrumpir, comer con la boca cerrada, que son cosas muy básicas. Y recoge un poco —con muchos ejemplos prácticos— este tipo de situaciones y mensajes para que, también, cuando los lectores lo lean, se sientan un poco reflejados y digan: «Ah, pues mira, lo acabo de hacer, lo acabo de leer y, fíjate, sin darme cuenta, lo he hecho».

P.- Son muchos años de experiencia, no solamente en el mundo del modelaje, sino ya después, en el mundo de la comunicación y demás. Es recoger gran parte de todo su conocimiento y aplicarlo en un libro que no es un manual para enamorar. Tampoco es un manual de ventas…

R.- Es un manual de seducción, pero de manera básica. Sí que es cierto que, al final… A ver, imagínate, Carlos: yo, cuando gano Miss España, fueron tres años de locura, de máxima exposición mediática, con mi vida privada totalmente ‘cero privada’. Para mí no hay una cosa más importante —aparte de la vida— que la vida privada. Siempre me han enseñado a ser muy reservada, a que las cosas de casa no se cuentan. Jamás he dado una exclusiva de nada. Pero, si había algo que contar, pues lo contaba con toda naturalidad. Y, normalmente, no había nada que contar.

Fueron tres años que, siendo tan jovencita, ya dije: «Bueno, a ver…». La típica pregunta que te hacen en una entrevista de trabajo —¿dónde te ves dentro de no sé cuántos años?— me la hice a mí misma. Y dije: «Bueno, prefiero un trabajo asegurado».

Claro, es una vida muy inestable, porque tienes trabajos de repente tres días sí, cinco no. Sí, ganas mucho dinero, pero luego, de repente, también tienes muchos gastos. Yo quería una vida más equilibrada, muy acorde con mis amigos, con el tipo de vida que siempre habíamos llevado todos mis amigos de toda la vida, los de Bilbao de toda la vida.

Y hubo una vez que un altísimo directivo de una marca —de un grupo internacional muy importante—, en un evento, me vio como con ese punto, y me dijo: «Bueno, Inés, cuando te canses de todo esto de la fama y tal, me llamas. Siempre tendrás un puesto en la compañía». Y así fue.

Ya con 25 años dije: «Bueno, ya». Lo dejé oficialmente —aunque nunca lo he dejado oficialmente—. Di un paso atrás porque a mí lo que me gustaba era todo lo que había detrás. Cuando veía una portada de una revista, decía: «¿Cómo han hecho esta portada? ¿Y por qué han elegido este fotógrafo? ¿Por qué lleva este zapato? ¿Por qué la han maquillado con esto? ¿Y por qué es esta…?»

«A las azafatas de Fórmula 1, de repente, decidieron que había que quitarles el trabajo. Pero oye: si no te gusta, no mires»

P.- ¿Tenía alma de productora?

R.- Totalmente. Y quería saber cómo se hacía eso. Había estudiado marketing y comunicación, pero no había llegado a profundizar hasta tal punto. Y entonces empecé así. Y esto fue, pues eso, con 25 años, seguí muchos años. Hasta 2015, que fundé mi propia agencia de comunicación. Y desde 2015 hasta ahora, estoy como emprendedora, como autónoma, he puesto otro tipo de experiencia, aunque siempre dentro de ese universo del mundo del lujo: las marcas, producciones, modelos, actores… Mucho viaje de prensa. Mi trabajo, fundamentalmente, era trabajar con los medios de comunicación. Y un día me senté y dije: «Yo esto tendré que soltarlo».

De alguna forma, ordenarlo y contarlo con ejemplos… Es verdad que quizás aquí sí soy capaz de contarte alguna experiencia en concreto. En el libro es más genérico. Creo que a la gente le está gustando porque es práctico, fácil de leer. Les gusta también a los chicos, aunque todo el mundo piensa que es como femenino —que sí, lo es—. Es evidente porque está escrito por una mujer. Pero bueno, ahí está, de momento, me está dando muchas alegrías.

P.- ¿Seducen de forma muy diferente hombres y mujeres?

R.- Sí, yo creo que sí. Aunque se llegue al mismo objetivo, la forma de hacerlo es distinta. Y los mecanismos y herramientas, creo que también. Mmm… no sabría explicarte muy bien las diferencias, pero yo sí que las noto.

Inés Sainz. | Víctor Ubiña

P.- ¿Considera que la mujer, por ejemplo —y estoy generalizando, sabemos que hay mil casos—, puede ser más pasiva, más de esperar, y el hombre siempre intenta más lanzarse? ¿O al revés?

R.- No sabría decirte… Yo creo que las mujeres lo tenemos muy en la genética. No sé si por instinto de supervivencia, por aquello de procrear y demás, aquí hablando del capital erótico, que no es el caso, pero las mujeres, al final, somos mujeres y tenemos la capacidad de crear vida en nuestro interior. Pero no lo podemos hacer solas. Es lo que te decía: lo llevamos en los genes. Los hombres tienen su importancia también —vamos a decirlo así—. Están ahí, también son necesarios. Entonces igual no lo hacen de una manera tan sutil. Pero lo hacen.

P.- En El purgatorio del verano pasado estuvo Arcadi Espada, y venía—no sé si cabreado— pero sí, al menos, quejoso, porque en verano, sobre todo, me decía que la gente vestía mal. 

R.- Bueno, es que el pantalón pirata ha hecho mucho daño. Ahí está la bermuda, un poco más clásica, que la podemos sobrellevar bien. Pero lo siento, hay veces que no. He estado, por ejemplo, en la Alhambra, de noche, en una visita privada súperexclusiva, y había gente que iba con pantalón corto. A ver, que no pasa nada, pero quiero decir, estás en un sitio histórico, un poco de decoro. No porque yo sea más o menos moderna a la hora de vestir o de pensar, hay cosas que son como cuando vestíamos para los domingos. 

Toda la vida los domingos nuestros abuelos nos enseñaban que «hoy se viste de domingo», fueras o no a misa. Pero era porque ibas a comer a casa de la abuela. Era el día de sacar la ropa bonita del armario, porque el resto de la semana no tenías tiempo. Pues esas cosas, igual, las hemos ido perdiendo, por desgracia, como tantas otras. Y se nota. Sí, puede ser. Claro. Y en verano también, hombre, yo entiendo que con el calor que hace, pero siempre se puede buscar un punto intermedio.

P.- Volviendo a la política, es como cuando siempre ha habido debate si iba un diputado con una camiseta. Nada más que por decoro, por respeto a la institución en la que estás, si los ujieres del Congreso van uniformados todo el año —haga calor, frío, llueva o haya niebla por la mañana—, tú deberías, no te voy a decir que lleves esmoquin, pero al menos una camisita. 

R.- Sí, incluso en un momento dado, un polo. ¿Un polo en el Congreso? Todavía no sé si lo he visto. Espero que no. Pero bueno, dentro de lo que cabe, siempre puedes encontrar un punto intermedio. A ver, sobre este tema, lo tengo que comentar: siempre ha existido la crítica en moda. Así como existe la crítica en arte, en teatro, en cine… La industria de la moda produce una parte bastante importante del PIB y se merece su crítica. Como todo. 

Como todo el que trabaja en este país. Ahora resulta que no es políticamente correcto que una mujer critique cómo va vestida otra mujer. Porque el eslogan es: «Las peores enemigas de una mujer son otras mujeres». ¡Vamos a ver! Que no. Claro que puede vestir como le dé la gana, pero si esa crítica se la toma como constructiva, como un consejo… No sé… Si no tienes un hombro bonito, no lo enseñes. Si no tienes una pierna bonita, pues no la enseñes, que seguramente tendrás el escote.

En maquillaje pasa igual. Si tienes unos labios bonitos y los ojos chiquititos, pues potencia el labio y los ojos déjalos un poco en segundo plano. La gente se lo toma fatal —no sé por qué—, porque ahora todo es que estamos todos ofendidos por todos lados. Y es una crítica como las de toda la vida, como las que se hacían en las revistas del corazón, en las revistas de moda, y ya está. La gente lo entenderá, le guste o no le guste, o que opine si me queda bien, mal o no, y que me lo argumenten. Pero se lo toman muy mal. No sé por qué últimamente, la verdad… No se puede hablar de nada. Es muy aburrido. 

P.- Hablando de mujeres… ¿cómo ve—y qué opinión tiene— sobre cómo una parte del feminismo siempre se ha mostrado muy crítica con concursos tipo Miss España o Miss Universo? Siempre se habla de la cosificación. 

R.- Esto es algo que todavía sigo asimilando y estudiando. Pero hablando en primera persona —no quiero pecar de ególatra—, mi experiencia es que Miss España fue una absoluta oportunidad para muchas mujeres en este país. Mujeres que veníamos de provincias, con nuestra maletita, a buscarnos la vida. Era trabajo, muchísimo. Era un espectáculo transversal, que reunía a toda la familia: «A mí me gusta Baleares, a mí me gusta Almería…» Y, además —lo que te decía—, aprendías geografía. Generó, de verdad, muchísimo empleo para muchísimas mujeres, incluso sin necesidad de ganar.

Por ejemplo, recuerdo el Telecupón, que presentaba Carmen Sevilla, todas las chicas que estaban allí eran representantes de sus provincias. No sé por qué alguien decidió que necesitábamos portavoces para defendernos de no sé qué agente extraño, como si nosotras no supiéramos por qué estábamos ahí. Estábamos ahí porque queríamos. No sé de qué machismo hablaban —un machismo que yo, sinceramente, nunca vi—, ni por qué era necesario que alguien viniera a defendernos.

Yo todavía eso no lo he entendido. Porque, en mi caso, yo fui voluntariamente. Además, me enfrenté a mi familia, porque como te decía, vengo de una familia muy tradicional y conservadora. Teníamos unos pequeños negocios de vestidos de novia en Bilbao —de ahí mi acercamiento al mundo de la moda—, pero ellos solo querían que fuese modelo dentro de casa. Nada de irte por ahí a hacer desfiles, por supuesto, nada de participar en certámenes de belleza.

Y empecé a hacer cosillas por detrás, sin decir nada en casa, en plan pirata. Si no lo hubiera hecho, no habría ganado Miss España. Claro, ahí ya me dijeron: «A ver…», primero, que también ya era mayor de edad. Se quedaron un poco descolocados, como: «¿Y ahora qué hacemos con esto?», pero dijeron: «Confiemos en la niña, que la hemos educado bien».

Y ojo: yo ya tenía la vida hecha, Carlos. Si hubiera seguido con el negocio familiar, funcionaba perfectamente. Habría tenido una vida muchísimo más fácil que esta aventura en la que me metí, por pura curiosidad y por querer saber cómo funcionaba el mundo de la moda por detrás: cómo se cocían las portadas, cómo se organizaban las producciones, cómo funcionaba el marketing, las marcas, la comunicación de imagen… Y de repente, me vino una señora a decirme que eso era cosificación. ¿De parte de quién? No sé dónde están viendo la cosificación, porque escogí el camino más difícil.

Y lo hemos visto también en el ejemplo más sencillo: el de las azafatas de Fórmula 1. De repente, decidieron que había que quitarles el trabajo. Pero oye: si no te gusta, no mires. Déjale a la señorita que haga lo que le dé la gana, que no está haciendo ningún mal a nadie. No sé en qué momento todo esto se volvió tan loco y además, enfrentando a hombres con mujeres, una guerra de sexos que yo ni la he visto ni la he entendido nunca. No entiendo qué era exactamente lo que nos estaban contando.

Y ahora, parece que con las nuevas generaciones estamos volviendo a recuperar un poco la cordura. Como dice un amigo mío: «Oye, pues va a ser que nuestros abuelos no lo hacían tan mal…Porque de repente va a ser que no todo lo anterior estaba mal». Es que todo lo que hemos conocido como la civilización occidental parece que no funcionaba. Pues así estamos, espero que volvamos a recuperar el sentido común.

«He echado de menos a las del feminismo radical dandole un toque de atención al PSOE»

P.- Por utilizar palabras de moda, lo que hizo Miss España fue empoderarte. Le abrió las puertas a un futuro mejor.

R.- Totalmente. Fíjate que es una palabra que tampoco me acaba de convencer. Me gusta más poderoso. La verdad es que yo no era consciente de esa capacidad que tenía, a mí me gustaba mucho mi trabajo, y me sigue gustando. Vamos, tú me pones delante de una cámara y soy feliz, pero es que me pones detrás… y soy aún más feliz. De hecho, todo esto del libro y otros proyectos que tengo ahora mismo sobre la mesa han salido porque mi equipo me ha dado un empujón.

Pero bueno, si hay que volver a poner a la mujer en el punto de mira, para decir que somos poderosas, que somos fuertes, que somos valientes, pues hay que hacerlo. Pero siempre con la ayuda de los hombres, no en contra, es que yo nunca lo he visto como una lucha enfrentada. Para mí, no lo es. Por eso, cuando me hablan de cosificación, con todo lo que yo he vivido, de verdad que no me representa. Para nada. Y fíjate lo que me está pasando ahora: yo empecé a trabajar con 14 años, y creo que empecé a cotizar a los 16. Y no he parado de trabajar desde entonces.

A veces, me ha ido mejor, otras veces peor. He tenido épocas en las que he ganado mucho dinero, y otras en las que he ganado cero. Así, tal cual. Pero para mí siempre ha sido un reto. Siempre he estado aprendiendo, formándome, queriendo mejorar, eso es una constante en mi vida. Y ahora me encuentro con que, después de todos estos años de trayectoria, me siguen llamando para comentar siempre temas del Me Too. 

Pero es que hay más cosas. No lo niego, pero no podemos estar todo el rato en ese círculo vicioso que no aporta ni valor a la gente joven ni esperanza de futuro. Si tú a una niña que quiere ser modelo le dices: Dios mío, qué lo que le va a pasar es un Me Too, le estás transmitiendo miedo.

Esa niña puede pensar: “Bueno, vale… también puedo ser abogada”. Y claro que sí, puede ser abogada, pero también puede ser modelo. Y lo bonito es que puede compaginarlo con otras cosas. Porque ser modelo no es simplemente tener una cara bonita. No es como si viniera alguien, se pasara de la raya, y ya está. No, no es eso. Ser modelo es formar parte de un universo súper chulo en el que puedes desarrollarte profesionalmente: Puedes ser maquillador, fotógrafo, estilista, diseñador, peluquero…¡Lo que quieras! Es un universo maravilloso. Tanto para hombres como para mujeres. Pero ahí —eso sí— es verdad que las mujeres mandamos mucho.

P.- No es que sea un tema nuevo —siempre ha estado ahí—, pero últimamente se habla más a raíz de los audios de los protagonistas. Todo este asunto de «las prostitutas», «La Carlota que se enrolla que te cagas» o lo de «Lo que no solo hay que valer para follar» y demás cosas de Ábalos y Koldo. La ministra de Igualdad ha anunciado que en septiembre va a presentar un anteproyecto de ley para abolir la prostitución. No sé si contarán con el voto a favor del exministro Ábalos para eso. ¿Usted tiene opinión sobre la prostitución?

R.- Como todo en la vida, hay muchos matices. Mientras no haya mafias, trata de mujeres o esclavitud sexual, y esa señora lo haga libremente porque quiere, pues a mí, como persona, no me afecta en mi día a día. Y quizás aquí me vuelve a pasar un poco lo de antes, Pero: ¿de verdad necesitamos que venga otra señora a decirle a una mujer qué puede o no puede hacer con su cuerpo? Cuando estamos hablando de la profesión más antigua del mundo… Pues no lo sé. Desde un punto de vista religioso no lo voy a juzgar, claro.

Lo que más me ha chocado de todo esto, más allá del debate sobre el voto de Ábalos sobre la prostitución, que ya no sé qué creer, de verdad, es que el nivel de todo esto es tan grotesco que cuesta creerlo. Eestaba en shock cuando empezaron a salir tantos nombres, tantas chicas… Y pensé que oye, esto sí que puede llegar a denigrar a la mujer. Otra cosa es que tengas un desliz, un error, pero es que era una, y otra, y otra más…

Y además, de un partido que siempre ha defendido —supuestamente— a la mujer, que parece que los otros no lo hacen, cosa que no me acabo de creer. Sin embargo, este partido que tiene hemeroteca para aburrir diciendo que son «el gobierno feminista», «el partido de las mujeres». Un partido lleno de vicepresidentas, lleno de ministras, que tienen hemerotecas enteras diciendo lo feministas que son… Y, sin embargo, aún no he oído ninguna crítica seria por cómo se ha estado tratando a las mujeres en todo este asunto.

Ni sobre el uso que se ha hecho de ellas, ni sobre el tono en las conversaciones privadas, que era totalmente barriobajero. Y claro, luego algunas de esas mujeres acababan, casualmente, con algún puestecito por ahí… Muy turbio todo. Yo eso sí lo he echado de menos. Te digo que he echado de menos a las mujeres, sobre todo a las del feminismo radical, dando por lo menos un toque de atención. Porque yo ha habido una semanita donde he estado enfurecida como mujer. Yo, que no voto a nadie nunca. No sé qué hubiera hecho como votante de este partido. Como mujer votante, me hubiera sentido muy ofendida.

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