¿La lechuga te produce gases? Tienes mal tu microbiota y un experto te lo cuenta
Uno de los indicadores del por qué ocurre es la incapacidad de digerir adecuadamente ciertos alimentos ricos en fibra
¿Te has preguntado por qué ciertos alimentos que parecen inofensivos te generan molestias digestivas? Aunque a primera vista pueda parecer algo anecdótico, estas señales podrían ser un indicativo de un problema más profundo relacionado con tu salud intestinal.
¿Por qué la lechuga te genera gases?
Según un artículo de Telva, Rafael Guzmán García, profesor del Instituto Científico Internacional PNI Europe y docente en el máster de Psiconeuroinmunología Clínica de la Universidad Pontificia de Salamanca, asegura que una alimentación desequilibrada puede destruir la riqueza de la microbiota intestinal, lo que repercute directamente en nuestra salud.
Uno de los indicadores de una microbiota comprometida es la incapacidad de digerir adecuadamente ciertos alimentos ricos en fibra, como la lechuga. “Si la lechuga te genera gases, es que tu microbiota no es la adecuada”, señala Guzmán, destacando la relación entre la dieta y el bienestar digestivo.
¿Por qué la microbiota es importante para una buena digestión?
La microbiota intestinal es un ecosistema complejo de microorganismos que habita en nuestro sistema digestivo. Según Guzmán, la calidad de nuestra alimentación influye directamente en su equilibrio.
En su libro Tu cuerpo, tu hogar (Espasa), explica cómo los carbohidratos saludables, también llamados de asimilación lenta o celulares, son fundamentales para el funcionamiento óptimo de la microbiota.
Estos carbohidratos, presentes en alimentos como raíces, tubérculos y verduras, tienen azúcares encerrados en fibras que las bacterias intestinales deben descomponer antes de que el organismo pueda metabolizarlos.
Este proceso asegura una absorción lenta y estable de glucosa, lo que evita picos de glucemia y el consecuente sobreesfuerzo del páncreas para liberar insulina.
¿Qué impacto tienen los alimentos procesados?
El problema radica en cómo preparamos estos alimentos. Guzmán advierte que triturar verduras o raíces hasta convertirlas en purés, cremas o zumos puede destruir la fibra que protege los azúcares, facilitando una rápida absorción que genera hiperglucemia.
Por ejemplo, un zumo de frutas como manzana o piña puede incrementar rápidamente los niveles de glucosa en sangre, lo que exige actividad física intensa para compensarlo.
Luis A. Zamora, nutricionista y divulgador, coincide con Guzmán al destacar la importancia de consumir alimentos en su forma íntegra para conservar sus beneficios.
Zamora subraya que los carbohidratos de asimilación lenta no solo son fuentes sostenidas de energía, sino que también ayudan a regular el apetito y evitar el consumo excesivo de calorías vacías, una estrategia clave para mantener un peso saludable.
¿Qué hacer si ciertos alimentos nos sientan mal?
Es común que algunas personas experimenten molestias al consumir alimentos ricos en fibra, como hinchazón o gases.
Sin embargo, Guzmán enfatiza que el problema no es el alimento en sí, sino el estado de la microbiota. Una microbiota desequilibrada no metaboliza correctamente la fibra, lo que puede derivar en problemas digestivos.
Para mejorar esta situación, recomienda una dieta variada, basada en alimentos naturales, mínimamente procesados y de temporada. Este enfoque fortalece la biodiversidad bacteriana en el intestino, facilitando la digestión y el aprovechamiento de los nutrientes.
Claves para fortalecer la microbiota
Sergio Guerrero, dietista y experto en alimentación funcional, añade que incluir alimentos prebióticos y probióticos en la dieta puede ser un paso esencial para reconstruir la microbiota.
Los alimentos prebióticos, como el ajo, el puerro y los espárragos, alimentan las bacterias beneficiosas, mientras que los probióticos, presentes en yogures y fermentados, introducen microorganismos vivos que mejoran el equilibrio intestinal.
Además, Guerrero advierte contra las dietas restrictivas o modas alimentarias que eliminan alimentos saludables por sus supuestos antinutrientes.
«Eliminar alimentos como espinacas o avena por contener fitatos o oxalatos es un error; su valor nutricional supera con creces cualquier efecto negativo si se consumen dentro de una dieta variada», asegura.