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Sexualidad

La otra cara de la infidelidad: confesiones reales de mujeres que se acuestan con casados

Dos mujeres cuentan qué le dirían a las esposas de los hombres con los que se acuestan, y son reveladoras

La otra cara de la infidelidad: confesiones reales de mujeres que se acuestan con casados

La infidelidad tiene muchas caras | Freepik

En THE OBJECTIVE hemos ahondado mucho en el tema de las infidelidades. Recientemente, de hecho, publicamos un artículo de por qué tantas mujeres decidían acostarse con hombres casados. La ciencia ha llegado a sus propias conclusiones al respecto. Pero, más allá de los estudios, ¿qué piensan realmente las amantes de los hombres casados? ¿Cómo justifican sus acciones, qué sienten hacia las esposas… y qué lugar creen ocupar en la vida del hombre que comparte su cama con otra? Aunque a menudo se las retrata como las malas de la película, la realidad —como casi siempre— es mucho más compleja.

La sexóloga y experta en relaciones Tracey Cox fue en busca de respuestas directas. Habló con algunas mujeres muy distintas para que le contaran su historia, la de por qué decidían ser amantes de hombres casados y qué sentían al respecto. A continuación, recogemos dos de ellas. Lo que revelan es incómodo, a veces cruel, pero también profundamente humano.

La amante que se enamoró: «No sé si te dejará… pero tampoco creo que me deje a mí»

Emily, de 38 años y periodista de profesión, le diría a la mujer de su amante lo siguiente: «Lo primero que quiero decirte es que lo siento. Nunca fue mi intención enamorarme de tu marido, y él tampoco planeaba enamorarse de mí. Si no hubiéramos tenido ese momento impulsivo, nada de esto habría pasado. Yo seguiría felizmente casada con mi marido y él contigo. Pero ocurrió. Y ahora ya no puedo controlarlo, porque haría cualquier cosa por estar con él. Así que aquí estamos todos, atrapados».

Unos amantes dejándose llevar. Freepik

«Lo conocí una noche en un bar, celebrando el cumpleaños de una amiga. Tu marido estaba con sus amigos. No me fijé en él hasta que coincidimos camino al baño. Nos pusimos a charlar, hubo ese típico coqueteo entre personas casadas. (…) No pasó nada, entonces. Pero nos volvimos a cruzar. Yo esperaba mi café matutino, él también. Resultó que trabajábamos a pocas calles de distancia. Una ligera alarma sonó en mi cabeza: esto no iba por buen camino», añade.

«Ese era el momento de hablar de nuestras parejas, de poner límites. Pero no lo hicimos. Ignoramos los anillos en nuestras manos mientras manteníamos una conversación inocente… pero con una tensión evidente. Un día me invitó a almorzar. Acepté, fingiendo que era algo inocente entre amigos. Luego vino la invitación a tomar algo después del trabajo… y el alcohol derribó las defensas. Nos besamos en una calle tranquila, y fue el mejor beso que he tenido en diez años», sigue.

«De eso ya pasaron dos años. Hoy sé que era feliz contigo, con su vida. Ama a tu hijo. No quería hacerte daño. Es un hombre confundido. No sabe cómo llegó hasta aquí. No sé si piensa dejarte o si alguna vez lo hará. Pero sé que también me ama, y no lo veo dispuesto a renunciar a mí», revela, con una sinceridad sinigual.

En cuanto a su propio marido, asegura que es su «mejor amigo». «Este es el único secreto que le guardo. Ya ha notado algo. Me ha preguntado directamente si tengo una aventura, y aunque le niego todo… me cree. La culpa me consume. Pero no me detiene. Una aventura te transforma en la persona más egoísta del mundo. Sabes que está mal… y aun así lo haces. Mi hijo tiene diez años, más que el tuyo. Cada vez que lo miro, me abruma la vergüenza de haber priorizado mis deseos sobre los suyos. Me siento una mala madre. Y eso, para mí, es peor que ser una mala esposa», cuenta.

«Una vez te seguí. Eres guapa, pareces feliz. Te reuniste con una amiga y pensé: ‘Seguro que es una excelente amiga y una gran esposa’. Entiendo por qué él no quiere dejarte. Pero yo sí quiero que lo haga. Lo amo más que a mi propio esposo. Lo suficiente como para justificar todo el daño que causaría. Me pregunto quién ganará al final», finaliza, poniendo en palabras lo que sucede en tantos matrimonios pero nadie cuenta.

La amante que solo busca sexo: «No entiendo por qué no pueden hablar con sus mujeres»

La otra historia es la de Kate, de 45 años, casada desde hace once con un hombre 12 años mayor que ella. A diferencia de Emily, Kate ha tenido varias aventuras a lo largo de su vida. «La primera fue con mi entrenador personal. Llevaba solo un año casada y me di cuenta de que mi marido y yo no teníamos la misma conexión sexual. Era cuestión de dejarlo… o buscar fuera lo que me faltaba. La segunda fue con un compañero de trabajo (mala idea, créeme, al final todo se complica y más gente se entera de lo que imaginas). La tercera fue un chico que conocí en un bar», afirma. La cuarta aventura es con un hombre casado. Y esto es lo que le diría a su mujer:

«Nos conocimos en un evento laboral. Por suerte, no trabajamos juntos. Mucho mejor así. Lo vi, me atrajo, y fui a hablar con él. Al principio se resistió, pero soy persistente… y atractiva. Al final de la noche le dije: ‘¿Quieres tener algo conmigo?‘. Me dijo que no, pero se llevó mi número. No te preocupes, no quiero quedármelo. Siempre termino aburrida. Para mí es solo sexo. Pero para ellos… casi nunca lo es. Los hombres no soportan que una mujer haga lo que ellos hacen: tener sexo solo por placer. Al principio lo encuentran emocionante, pero después quieren que te enamores de ellos. Es puro ego», cuenta.

«Tu marido no es diferente. Me dijo: ‘No creas que voy a dejar a mi esposa, porque no lo haré’. (…) Le respondí que eso era lo último que quería. De hecho, terminé mi última aventura porque el hombre apareció en mi trabajo diciendo que había dejado a su esposa por mí. Tu marido me dijo que no me creía. Qué ego tiene, ¿eh? No entiendo por qué los hombres no pueden hablar con sus esposas. Solo parecen poder hablar de quién va a comprar la leche. Yo escucho lo importante: los sueños que nunca cumplió, sus arrepentimientos, lo que quiso ser y no fue. Me hace gracia lo que me cuentan, pero para mí no significa nada. Solo quiero sexo», finaliza, poniendo también voz a otro tipo de aventuras que son muy comunes.

¿Y a dónde nos lleva esto?

Estas dos voces revelan una verdad incómoda: la infidelidad no es una experiencia única ni uniforme. No siempre se trata de sexo, ni ocurre porque alguien dejó de amar a su pareja. A veces nace de una carencia emocional, de la búsqueda de validación, de una necesidad de sentirse vivo o vista, o simplemente de una oportunidad a la que se cede casi sin pensar. Las razones, los contextos y los efectos son tan variados como las personas que la viven.

Los estudios respaldan esta complejidad. Según datos del Pew Research Center, aproximadamente el 20% de los hombres y el 13% de las mujeres en Estados Unidos han admitido haber sido infieles en algún momento de sus vidas. Pero más allá de los números, lo revelador es lo que subyace a estos actos. La investigación señala que muchas infidelidades surgen no por deseo sexual insatisfecho, sino por una desconexión emocional dentro de la relación primaria. Lo que falta no es solo pasión, sino presencia, atención, escucha.

relaciones sexuales casados

La Universidad de Montreal llevó a cabo un estudio revelador sobre el papel del estilo de apego en la infidelidad, especialmente el llamado «apego evitativo» —personas que temen la intimidad o se sienten incómodas con ella—. El estudio, citado por ScienceDaily, descubrió que el 68% de las personas con este tipo de apego pensó seriamente en engañar a su pareja y el 41% efectivamente lo hizo. Para ellos, ser infiel no era tanto una forma de buscar placer como una estrategia inconsciente para mantener la distancia emocional y preservar una ilusión de autonomía.

Además, la infidelidad también puede no ser carnal. Un análisis en el Journal of Family Psychology concluyó que las infidelidades emocionales, cuando son descubiertas, suelen generar más dolor y desconfianza que las sexuales, sobre todo cuando las parejas involucradas llevan mucho tiempo juntos y tienen una relación sólida.

Como vemos, hay muchos tipos de infidelidad, y comprenderlas no las justifica. No obstante, sí puede ayudarnos a ver con más lucidez y quizá menos moralismo este tipo de aventuras, pues, al final, en la vida, cada uno hace lo que puede, como puede y lo mejor que puede, ¿no?

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