Santa María la Blanca: la catedral que impresiona y es Patrimonio de la Humanidad
Desde sus altísimas columnas hasta sus vitrales que filtran la luz en un juego de colores, refleja siglos de arte y tradición

Catedral Santa María la Blanca
Villalcázar de Sirga, en Palencia, es un pueblo que encierra en sus rincones una historia cargada de misticismo y espiritualidad, donde el paso del tiempo parece haberse detenido para dejar huella de cada peregrino que ha transitado por sus calles. En el corazón de la comarca de Tierra de Campos, este pequeño enclave se presenta como un lugar de encuentro entre el presente y el pasado, entre la fe y la historia. A lo largo de los siglos, ha sido testigo de la devoción de reyes, juglares y caminantes que, siguiendo la senda del Camino de Santiago, han encontrado en su iglesia de Santa María la Blanca un refugio y un símbolo de grandeza. Este templo, con su enigmática belleza y su impresionante arquitectura, no solo ha sido un lugar de culto, sino también un testimonio de la influencia templaria y de la riqueza histórica de la villa, que, a pesar de los desafíos, sigue siendo un punto clave de peregrinaje y reverencia.
Un pueblo con alma de peregrino
El escritor Cees Nooteboom hablaba del misterio que envuelve ciertos sitios en el mundo, donde cada llegada y cada partida parecen impregnadas de las emociones de quienes nos precedieron. En este rincón de la comarca de Tierra de Campos, esta idea cobra un significado especial. Desde hace siglos, quienes han llegado a este pueblo han quedado maravillados por la imponente figura de la iglesia de Santa María la Blanca, un templo que se alza majestuoso sobre los tejados, otorgándole un aire de grandeza catedralicia.
1. La imponente iglesia de Santa María la Blanca
Declarada Monumento Histórico Nacional en 1919, la iglesia de Santa María la Blanca es una paradoja arquitectónica. Su silueta domina el paisaje castellano, marcando la ruta de los peregrinos del Camino de Santiago. A lo largo de los siglos, reyes, juglares y viajeros han encontrado en este templo un refugio espiritual y un testimonio de la devoción medieval. Su estructura inacabada, consecuencia de derrumbes y desastres naturales como el terremoto de Lisboa de 1755, no ha mermado su grandeza. Al contrario, ha dotado al templo de un aire enigmático, con su fachada lateral combinando estilos y elementos como si se tratara de un collage arquitectónico.

2. Huellas templarias en Villalcázar
Desde sus primeras menciones en el año 1069, Villalcázar de Sirga ha estado ligado al Camino de Santiago. Fue un enclave fundamental para la Orden del Temple, que encontró aquí un bastión estratégico de poder y espiritualidad. De las veintiocho encomiendas templarias que existieron en Castilla, esta fue una de las más valiosas. La villa llegó a contar con tres hospitales para peregrinos, siendo el de los templarios el más antiguo e importante. Aunque la orden solo pudo disfrutar de este enclave por cinco años antes de su supresión, su huella sigue viva en la estructura fortificada del templo y en los vestigios de la villa medieval, donde aún se conservan restos de almenas y un cubo defensivo.
3. Un santuario de reyes y poetas
El auge de Villalcázar de Sirga no solo se debió a su posición estratégica en el Camino de Santiago, sino también al impulso de reyes como Alfonso X el Sabio, quien inmortalizó los milagros de la Virgen de Villasirga en sus Cantigas de Santa María. Su hijo, Sancho IV, también encontró en este templo un lugar de devoción, realizándose penitencias ante la imagen de la Virgen. Con el tiempo, Santa María la Blanca se consolidó como uno de los santuarios marianos más relevantes del Camino de Santiago.
4. Un templo de piedra y luz
A pesar de los avatares del tiempo, la iglesia de Santa María la Blanca sigue siendo un faro espiritual y arquitectónico. Su estructura gótica, levantada entre los siglos XII y XIII, conserva una imponente cabecera de tres naves y un pórtico monumental decorado con esculturas de santos y escenas bíblicas. En su interior, la Capilla de Santiago guarda los sepulcros góticos del infante Felipe y su esposa, testimonio de la nobleza que una vez se postró en este templo. Al caer la tarde, cuando la luz dorada del sol tiñe sus muros de piedra caliza, la iglesia de Santa María la Blanca sigue atrayendo a los peregrinos y viajeros, ofreciendo un vínculo entre el pasado y el presente. En el corazón de Castilla, Villalcázar de Sirga sigue escribiendo su historia, una que resuena con cada paso de los que llegan y parten, como un eco eterno de su glorioso pasado.