El pueblo de Extremadura con vistas a Andalucía y que tiene fama por sus jabones artesanales
El balcón extremeño donde la tradición resiste al tiempo y la vida aún se cuenta en estaciones: un refugio de memoria

Guijo de Santa Bárbara | Comarca de La Vera
A menudo olvidada en los grandes recorridos turísticos, Extremadura conserva intacta su alma rural y auténtica. Mientras otras regiones acaparan titulares por sus paisajes o su historia, esta comunidad al oeste de España permanece como un tesoro aún por descubrir. Dentro de este mapa poco transitado, Guijo de Santa Bárbara se alza como uno de esos enclaves capaces de seducir tanto a los amantes de la naturaleza como a los buscadores de tradición.
La Vera: un viaje al corazón rural de Cáceres
Situado en la cota más alta de la comarca de La Vera, este pueblo cacereño desafía a la indiferencia desde su posición privilegiada, a 876 metros de altitud. Desde allí, las vistas sobre la Garganta de Jaranda —uno de los parajes naturales más valiosos de la región— regalan postales difíciles de olvidar. Pero el encanto de Guijo no está solo en sus paisajes: también late en cada una de sus calles, en la piedra, la madera y el adobe de sus casas, y en los ecos de una vida sencilla que se resiste al paso del tiempo.
Patrimonio vivo entre calles y lavaderos
Recorrer sus callejuelas es como hojear un libro de costumbres detenidas. En pleno centro del municipio se encuentra la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, una construcción del siglo XVIII que guarda un interior de estilo mudéjar y cuyo atrio, según se cuenta, fue en su día el primer cementerio del pueblo. No muy lejos, el lavadero público sigue en uso: todavía hay vecinas que lavan allí la ropa con jabones artesanales elaborados por ellas mismas, una práctica que se transmite de generación en generación.
¿Qué planes hacer en Guijo de Santa Bárbara?
Guijo de Santa Bárbara no necesita grandes atracciones para enamorar: su encanto reside en la autenticidad de lo sencillo. Aquí, cada plan es una invitación a bajar el ritmo y dejarse llevar por los sentidos.

1. Senderismo entre gargantas y castaños:
El entorno natural del pueblo es un paraíso para senderistas. Una de las rutas más recomendables es la que conduce hasta la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, situada a más de 1.100 metros de altitud. El camino atraviesa bosques de robles, castaños y helechos, y ofrece panorámicas espectaculares de La Vera e incluso de tierras andaluzas en días despejados. Otras sendas llevan a enclaves naturales como El Trabuquete o el paraje de Calajomero, donde el rumor del agua acompaña cada paso.
2. Bañarse en pozas naturales
En los meses cálidos, las pozas de la Garganta de Jaranda son el mejor refugio para el calor. Sus aguas puras y frías, que bajan directamente de la sierra, forman piscinas naturales entre piedras, ideales para el baño o simplemente para relajarse al sol.
3. Recorrer el casco antiguo con pausa:
Perderse por las calles empedradas del pueblo es otro de los grandes placeres. Las casas de arquitectura tradicional —con entramados de madera, muros de adobe y tejados inclinados— cuentan historias sin necesidad de palabras. El lavadero público, aún utilizado por algunas vecinas, y la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, del siglo XVIII, son dos paradas obligatorias para entender la vida cotidiana del Guijo.
4. Visitar el Centro de Interpretación de la Reserva de Caza:
Ubicado en el antiguo ayuntamiento, este centro permite conocer la riqueza de la fauna local, especialmente los esfuerzos por recuperar y proteger la cabra montesa, especie emblemática de estas sierras. Una visita ideal para quienes se interesan por el equilibrio entre conservación y desarrollo rural.
5. Saborear la gastronomía local
Nada como sentarse en una terraza a probar productos de kilómetro cero. Embutidos caseros, cabrito, migas extremeñas o dulces tradicionales como los roscos fritos conviven en la carta de pequeños bares y restaurantes del pueblo, donde la cocina es heredada, no aprendida.

6. Disfrutar del silencio
Puede parecer un plan menor, pero en tiempos de hiperconexión, disfrutar del silencio —ese que aquí solo rompen el viento y el agua— es un lujo difícil de encontrar. Leer junto a una chimenea, contemplar el atardecer o simplemente pasear sin rumbo son experiencias que cobran otro sentido en este entorno.
Tradición y sostenibilidad, de la mano
Uno de los símbolos del compromiso del pueblo con su entorno es el antiguo edificio del Ayuntamiento, que hoy alberga el Centro de Interpretación de la Reserva Regional de Caza ‘La Sierra’. Allí se explica el esfuerzo local por recuperar la población de cabra montesa, un trabajo que evidencia cómo el desarrollo rural puede ir de la mano con la conservación del patrimonio natural.