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Viajes

Explora la historia y belleza de los pueblos rojos en la Sierra de Ayllón

Una experiencia para quienes buscan más que una postal: para quienes desean sentir el alma de los lugares más rurales

Explora la historia y belleza de los pueblos rojos en la Sierra de Ayllón

Pueblos rojos | @walkingguadarrama

Al norte de la provincia de Segovia, muy cerca de la Sierra de Ayllón, se esconde una de esas rutas que sorprenden por su belleza y autenticidad: la de los pueblos rojos. Son pequeñas localidades con mucho encanto, donde las casas están hechas con materiales del propio terreno como la tierra rojiza. Esta mezcla de naturaleza, tradición y arquitectura convierte la zona en un destino perfecto para desconectar, disfrutar del paisaje y descubrir rincones con historia que aún conservan su esencia más rural. Una escapada diferente y con mucho sabor a pueblo.

1. Madriguera

Madriguera se ha ganado el título de pueblo más pintoresco del nordeste segoviano. Antiguamente un núcleo agrícola próspero, hoy sus casas rojizas y perfectamente rehabilitadas atraen tanto a fotógrafos como a amantes del turismo slow. Sus calles están repletas de detalles que evocan otra época: puertas de madera labrada, fuentes antiguas, y rincones donde el tiempo parece haberse detenido. Su iglesia, San Pedro Apóstol, y la ausencia de elementos modernos en el entorno urbano han convertido al pueblo en escenario de varios rodajes de cine y series históricas.

2. Ayllón

Más grande y con mayor peso histórico, Ayllón es el punto neurálgico de esta ruta. Declarado conjunto histórico-artístico, este municipio conserva restos medievales como el puente románico, partes de la muralla y una notable plaza mayor porticada que remite al esplendor que vivió en siglos pasados. Pasear por Ayllón es hacerlo por la historia de Castilla, pero también por una villa que ha sabido mantener el equilibrio entre turismo y autenticidad. Sus rutas de senderismo conectan directamente con la Sierra de Ayllón, y sus casas rurales ofrecen escapadas ideales para desconectar.

Pueblos rojos de la Sierra de Ayllón
Pueblos rojos de la Sierra de Ayllón

3. Villacorta

A tan solo cinco minutos en coche de Madriguera, se alza Villacorta, otro espléndido exponente del estilo rojizo. Este pueblo es un ejemplo de conservación del patrimonio rural. Su plaza central, empedrada y arbolada, acoge a la iglesia de Nuestra Señora del Manto y varios palomares tradicionales que aún se mantienen en uso. Villacorta es también un lugar donde la vida comunitaria sigue viva: sus fiestas populares y actividades culturales atraen a visitantes durante todo el año.

4. Grado del Pico

Ya en el límite con la provincia de Guadalajara, Grado del Pico es un remanso de paz que parece sacado de una postal. Rodeado de montañas y próximo al nacimiento del río Aguisejo, este pequeño pueblo es ideal para quienes buscan rutas de senderismo poco transitadas y paisajes de alta montaña sin masificación. Además, su cercanía al Parque Natural de las Hoces del Río Duratón lo convierte en una excelente base para explorar esta área protegida, hogar de buitres leonados y cañones espectaculares.

Pueblos negros en la ruta

También hay pueblos negros en esta ruta, tan singulares como los rojos, y con un encanto propio que merece la pena descubrir. El distintivo cromático de estos pueblos no es fruto del azar. La geología de la Sierra de Ayllón ha influido desde tiempos antiguos en la forma de construir. Y en los Pueblos Negros, la protagonista es la pizarra, un material oscuro y abundante en la zona que da a las viviendas un aspecto sobrio, rústico y perfectamente integrado en el entorno.

¿Cuándo es el mejor momento para ir?

Esta ruta no es solo un espectáculo visual, sino también un viaje al corazón de la España rural, donde la arquitectura tradicional, la historia y las costumbres locales se conservan casi intactas. Más que una simple escapada de fin de semana, recorrer los pueblos rojos y negros es sumergirse en la identidad de una comarca que ha sabido resistir al paso del tiempo sin perder su autenticidad. Aquí no hay prisas ni aglomeraciones: solo silencio, casas con alma, y una naturaleza que invita a detenerse. Cada estación del año aporta su propia belleza: la primavera y el otoño son perfectos para senderistas, el verano ofrece un respiro del calor urbano, y el invierno, con su manto de nieve, convierte estos pueblos en escenarios de cuento.

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