El pueblo más fotogénico del País Vasco está en Guipúzcoa: perfecto para una escapada en agosto
Entre murallas medievales y casitas de colores, este lugar cautiva con su historia, su alma marinera y sus maravillosos rincones

Hondarribia | Google
A orillas del mar Cantábrico y frente a la frontera con Francia, se alza uno de los pueblos más pintorescos y fotogénicos del País Vasco: Hondarribia. Esta villa marinera, ubicada en la comarca del Bidasoa, en el noreste de Gipuzkoa, deslumbra por su belleza arquitectónica, su valor histórico y una identidad cultural que se respira en cada rincón. No es casual que muchos la consideren el destino ideal para una escapada en verano: su clima suave, sus calles empedradas y la serenidad de su bahía invitan a pasear sin prisas y a descubrir la esencia vasca en su forma más auténtica.
Hondarribia, antes Fuenterrabía
El nombre actual, Hondarribia, proviene del euskera y significa “vado de arena”. Sin embargo, durante siglos fue conocida oficialmente como Fuenterrabía, su nombre en castellano, que sigue utilizándose en algunos documentos históricos y en la toponimia tradicional. El cambio no fue abrupto, sino parte de un proceso de recuperación lingüística y cultural que se intensificó durante la segunda mitad del siglo XX. Hoy, Hondarribia es la denominación oficial y mayoritaria, aunque muchos locales aún usan ambos términos indistintamente.
La villa fue fundada en el siglo XIII como plaza fuerte, con un importante papel defensivo debido a su estratégica posición frente a la desembocadura del río Bidasoa y la cercanía con Francia. Su muralla medieval, aún perfectamente conservada, da fe de ese pasado fronterizo y bélico. Fue escenario de numerosos asedios, siendo el más recordado el de 1638, durante la Guerra de los Treinta Años, cuando la ciudad resistió heroicamente un sitio de más de dos meses por parte del ejército francés.
Entre casas de colores y piedras centenarias
Hoy, lejos de los ecos de la guerra, Hondarribia se presenta como un remanso de paz salpicado de casas señoriales, fachadas coloridas con balcones floridos y plazas tranquilas donde reina la calma. Uno de sus mayores atractivos es el casco histórico, rodeado por la antigua muralla y coronado por el imponente castillo de Carlos V, una fortaleza medieval que actualmente alberga un Parador Nacional. Desde sus almenas, las vistas al estuario del Bidasoa son sencillamente espectaculares.

El paseo por el casco viejo lleva al visitante a través de calles estrechas y empedradas donde cada fachada parece sacada de una postal. Destacan la iglesia de Santa María de la Asunción y del Manzano, del siglo XV, y el Palacio de Zuloaga, ejemplos notables de arquitectura religiosa y civil de época renacentista y barroca. Pero Hondarribia no es solo historia. Su barrio de la Marina, junto al puerto, es otro de sus grandes tesoros. Antiguo barrio de pescadores, sus casitas de colores vivos y balcones de madera verde, azul o rojo se alinean en calles como San Pedro o Santiago. Este rincón lleno de vida es además un paraíso gastronómico, con una oferta de bares y restaurantes de altísimo nivel, donde el pintxo vasco adquiere categoría de arte.
Tradición viva y lengua propia
Uno de los rasgos que hacen de Hondarribia un lugar especial es su fuerte arraigo a las tradiciones vascas. Aquí, el euskera convive naturalmente con el castellano en el día a día. Es una lengua viva, que se enseña en las escuelas, se habla en casa y forma parte esencial de la identidad local. Muchos letreros están escritos en ambas lenguas, y no es raro escuchar conversaciones entre jóvenes o mayores que cambian de idioma con fluidez. Este bilingüismo no solo enriquece la vida cotidiana, sino que refuerza el carácter singular de la villa. En septiembre, la tradición alcanza su punto álgido con la celebración del Alarde, un desfile militar que conmemora la victoria del sitio de 1638 y que se celebra cada 8 de septiembre. Aunque en los últimos años ha estado marcado por la polémica debido a cuestiones de igualdad de género, sigue siendo una cita clave para entender el espíritu de Hondarribia, orgulloso, festivo y profundamente enraizado en su historia.
Una escapada que combina mar, historia y gastronomía
Visitar Hondarribia en agosto es una apuesta segura. Su playa urbana, protegida por el espigón y con vistas a la localidad francesa de Hendaya, ofrece un baño tranquilo y paisajes inolvidables. Los amantes del senderismo pueden recorrer el monte Jaizkibel, que se alza junto al pueblo y regala panorámicas sobre la costa cantábrica difíciles de olvidar. Conectada por carretera, tren y barco (incluso existe un servicio de ferry que cruza a diario el Bidasoa), Hondarribia es una puerta abierta al encanto vasco. Ya sea para una escapada de fin de semana o una estancia más prolongada, este pueblo guipuzcoano es, sin duda, uno de esos lugares que dejan huella.