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El pueblo entre colinas donde nació la leyenda de la niña de la curva

Si te atraen los misterios y las leyendas más inquietantes, esta historia te llevará al lado más sombrío del turismo

El pueblo entre colinas donde nació la leyenda de la niña de la curva

Leyendas | Canva pro

En España, los pueblos abandonados no solo son huellas del pasado, sino escenarios donde las leyendas resurgen, donde los susurros parecen resonar entre ruinas y sombras. Entre los nombres más evocadores están Belchite y Ochate, pero también Jafra, una aldea olvidada entre Sitges y Castelldefels, cuya leyenda de la “niña de la curva” ha captado la atención de quienes buscan lo misterioso.

En Halloween algunos pueblos se activan visitas nocturnas

Durante las noches de difuntos, muchas de estas localidades mutan: las ruinas parecen vivas, las grietas se convierten en bocas susurrantes y el viento trae ecos del ayer. Se activan visitas nocturnas temáticas, narraciones de terror y recorridos con linternas. En Belchite, por ejemplo, el viejo pueblo de Zaragoza celebra eventos especiales los días 30 y 31 de octubre para poner en valor sus leyendas locales. Belchite Viejo se alza como un símbolo del dolor y la memoria. Tras los intensos combates de la Guerra Civil de 1937, el poblado fue dejado en ruinas como testigo. Para muchos investigadores paranormales es un “pueblo maldito”, escenario de psicofonías, voces, detonaciones y sombras que parecen deambular entre los escombros.

Ochate, en Burgos, otro nombre recurrente en rutas del misterio, fue abandonado tras epidemias de peste en el siglo XIX. Desde entonces, se le atribuyen susurros que recorren calles vacías, pasos que nadie firma y nieblas desconcertantes. Estos lugares son la materia prima para quienes buscan experiencias más allá del turismo convencional: rutas del “turismo oscuro” y relatos que agitan la memoria colectiva.

Jafra: la niña de la curva del Garraf

Más cerca de Barcelona, en la comarca del Garraf, se levanta la curiosidad que acompaña al despoblado conocido como Jafra o Jafre. A unos 189 metros sobre el nivel del mar, el lugar concentra ruinas discretas: la iglesia de Santa María, los restos de una casa noble y su cementerio, todo ello envuelto en un halo de misterio.

Jafra aparece recogido en documentos desde 1139 bajo la grafía “Yafer”. En 1143, Ramón Guillem lega el lugar a su hijo Pere, y en 1332 ya se menciona la iglesia de Santa María, vinculada al monasterio de Sant Cugat. Con el tiempo, su población fue menguando. En 1819 dejó de tener alcalde propio y su territorio pasó a depender del municipio de Olivella. En el siglo XIX, la plaga de la filoxera en los viñedos fue uno de los factores que precipitó su abandono. Las casas quedaron vacías, el silencio se adueñó de las calles y, con el paso del tiempo, comenzaron a surgir las leyendas.

La leyenda de Melinda (la niña de la curva)

Lo que distingue a Jafra en las rutas del terror es la historia de Melinda, la llamada “niña de la curva”. Cuenta la leyenda que una familia de origen austríaco se instaló en una masía cercana llamada El Maset de Dalt y de Baix. Sus primeros hijos padecían una afección cutánea que les impedía salir al exterior. Para que pudieran jugar, el padre encargó la construcción de un jardín-laberinto, según algunas versiones, diseñado por el arquitecto Jean-Claude Nicolas Forestier. Tiempo después nació Melinda, pero su madre murió en el parto. El padre, consumido por la culpa y el miedo, terminó perdiendo la razón. Una tarde, Melinda huyó aterrada por el laberinto y cayó a un pozo, desapareciendo para siempre. Desde entonces, los vecinos del Garraf aseguran haber escuchado risas infantiles, pasos y voces procedentes del pozo o de la iglesia. Otros aseguran que su espíritu se aparece en las curvas de la carretera entre Sitges y Castelldefels, donde nació el mito de la “niña de la curva”.

Más allá de la leyenda de Melinda, Jafra es también escenario de otros fenómenos que han alimentado su fama. En el cementerio se habrían celebrado rituales y misas negras, aunque no existen pruebas documentales. Algunos grupos de investigadores paranormales aseguran haber registrado psicofonías en las ruinas, mientras que otros afirman haber visto luces extrañas y figuras entre los árboles. Incluso se ha vinculado la zona con avistamientos de objetos voladores no identificados. El entorno agreste del macizo del Garraf, las cuevas que comunican la montaña con el mar y las ruinas cubiertas de hiedra contribuyen a la atmósfera enigmática que envuelve este lugar.

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