Jesús Rivasés: «Con los populistas, el empresario ha vuelto a ser sospechoso»
Este periodista aragonés fue el director que más años estuvo al frente del prestigioso semanario ‘Tiempo’
Dirigió el semanario Tiempo en dos etapas de su historia (de 2000 a 2005 y de 2007 hasta su desaparición en 2018), y el periódico La Gaceta de los Negocios a finales de los 90. Curtido en mil batallas —periodísticas y empresariales—, recuerda en esta entrevista de Fuera de micrófono lo mucho que aprendió durante sus comienzos en la agencia Europa Press. Actualmente, es columnista del diario La Razón y colabora en el grupo Atresmedia (La Brújula, de Onda Cero, y Espejo Público, de Antena3).
Después de haber sido testigo de las transformaciones políticas, sociales y económicas de nuestro país en las últimas décadas, Jesús Rivasés tiene claro que los españoles no tenemos que envidiar el pasado. En su opinión, «nunca hemos vivido en España mejor que ahora». Para él, los avances son indudables. Lo que no quiere decir que estemos ya libres de retrocesos inesperados.
A lo largo de la entrevista, el periodista zaragozano reflexiona sobre la figura del empresario y las sospechas que despierta entre los movimientos populistas y de extrema izquierda. «La ministra de Trabajo (Yolanda Díaz) tiene ideas de inspiración comunista, contrarias a la empresa y a la iniciativa privada». Su experiencia de tantos años dedicados a la información económica le ha demostrado que no se puede funcionar a toque de corneta y que los países más desarrollados son aquellos que disponen de una economía más flexible.
Sobre las presiones del poder económico para ocultar informaciones que perjudican a sus empresas, Rivasés considera que es más fácil dejar de publicar una foto del presidente de una compañía metiéndose el dedo a la nariz que ocultar la noticia de un ejecutivo al que «le han pillado con el maletín de dinero marchándose de España». No es partidario de legislar de nuevo sobre los medios de comunicación, porque las víctimas de cualquier abuso o información falsa pueden recurrir a los tribunales.
Y, aunque en la vida de este periodista no todo es economía, deja en el aire una convicción: «Somos homos económicos, lo queramos o no lo queramos».
PREGUNTA.- ¿Cómo fueron tus comienzos?
RESPUESTA.- Yo empecé de becario en El Heraldo de Aragón, cuando no se estilaba que hubiera becarios. Fui uno de los primeros y además me pagaban bien, para lo que era la época. Estudiaba Periodismo y Filología en la Universidad de Navarra y me ofrecieron la posibilidad de venir a Madrid para hacer prácticas en la agencia Europa Press. Estuve un par de veranos y después tuve que hacer la mili, porque en mi época se hacía la mili, incluso con lanza y arrojadores de aceite. Al volver de la mili, me hicieron ya un contrato de redactor en la agencia.
P.- Las agencias informativas son una buena escuela para aprender el oficio.
R.- Europa Press era entonces una agencia puntera y tenía poca gente, con lo cual había que hacer de todo. Efectivamente, se aprende mucho y muy deprisa. Yo he tenido mucha suerte. Entré en la primera sesión del Congreso de los Diputados en el verano de 1977, un rato antes de que entraran Dolores Ibárruri y Rafael Alberti. ¿Por qué? Porque en Europa Press había dos personas destinadas a cubrir la información parlamentaria y una de ellas se puso enferma. Me tocó porque en esa época había que ir con uniforme. De repente, el que estaba más a mano, con chaqueta y corbata, era yo. No me enteré demasiado, pues no conocía prácticamente a nadie, pero fui. A veces, las casualidades tienen su pequeña importancia.
«Nunca hemos vivido en España mejor que ahora»
P.- En las agencias no se firman las noticias, lo cual siempre es una cura de humildad para el periodista.
R.- Cuando eres muy joven, la cura de humildad no la puedes tener. Por otra parte, hay un poco de mito. Excepto con las grandes primas donnas, los lectores de periódicos no se fijan en quién firma la última información que ha sucedido. Tiene más importancia que el resto de la profesión sepa quién hace las cosas para tener luego una trayectoria mejor o peor. La firma tiene una importancia relativa. Y tampoco hay que estar abusando del ego todos los días. Hay que dejarlo un poco en casa, para que no nos agobie en exceso.
P.- Has vivido durante cuatro décadas los cambios políticos, económicos y sociales más importantes de nuestro país. ¿Cómo valoras esta transformación?
R.- Lo que tengo que decir a eso, aunque sea muy impopular, es que cualquier tiempo pasado no fue mejor. Nunca hemos vivido en España mejor que como vivimos ahora. En líneas generales, nunca se ha vivido más y mejor que ahora. A pesar de eso, ¿hay gente que vive mal y tiene dificultades? Sí. Por supuesto. Pero, nunca tantos han vivido en las condiciones que viven ahora. ¿Hay personas que viven peor ahora que hace cinco años? Efectivamente, es cierto. Pero eso ocurre en los mejores y en los peores momentos de la historia. Lo importante es ver el número total de gente que vive en mejores condiciones que antes. En general, hemos ido hacia adelante. Eso no quiere decir que no podamos ir hacia atrás. No tenemos nada que envidiar al pasado.
«Somos homos económicos, lo queramos o no lo queramos»
P.- En una entrevista, decías que noticia es «algo que alguien quiere que no se sepa». Me imagino que en el mundo de las finanzas eso está más a la orden del día.
R.- Defiendo esa definición de noticia, pero no creo que sea más importante en la economía que en la política, la sociedad o la cultura. En la economía puede tener en algunos casos más trascendencia, pero también es noticia lo que el presidente del Gobierno o el líder de la oposición no quieren que se sepa. La economía es una de las cuestiones más importantes, porque vivimos en un mundo económico. Somos homos económicos, lo queramos o no lo queramos.
«Yolanda Díaz está en contra de la empresa y de la iniciativa privada»
P.- ¿Por qué en España la imagen del empresario está mal vista?
R.- El empresario español tuvo muy mala fama al final del franquismo y en los inicios de la Transición. El franquismo, en contra de lo que se dice, era muy poco empresarial. Nada partidario de la cuestión sindical ni de las reivindicaciones laborales. Era un régimen muy paternalista, que estaba en contra del beneficio. De hecho, los bancos tenían limitado el dividendo que podían dar a sus accionistas. Y había un montón de cosas, empresariales y económicas, que no podían hacerse porque estaban totalmente reguladas por la dictadura. El empresario nunca ha llegado a ser especialmente popular, pero mejoró su imagen con la llegada de la democracia. Ahora, con la aparición de los movimientos populistas —más de izquierdas que de derechas—, el empresario ha vuelto a ser un personaje sospechoso. Como en botica, hay de todo: empresarios buenos, malos, peores y regulares. Hay empresarios que crean riqueza, empresarios que se aprovechan y empresarios que trabajan y hacen las cosas bien. Como hay trabajadores que trabajan y trabajadores que son unos caraduras. En el mundo de la empresa no es malo ganar mucho dinero. Lo malo es no ganarlo. Y lo bueno no es que haya mucha gente que gane el salario mínimo. Lo bueno es que haya mucha gente que gane mucho más del salario mínimo.
P.- ¿Qué opinión te merece la propuesta de reducir la jornada laboral?
R.- La ministra de Trabajo es partidaria de hablar con los empresarios, siempre que le digan que sí a lo que ella propone. Ella (Yolanda Díaz) tiene unas ideas que son claramente de extrema izquierda, de inspiración comunista. Ideas que están en contra de la empresa y de la iniciativa privada. Quiere imponer unas normas laborales extremadamente rígidas y, teóricamente, beneficiosas para los trabajadores. Pero, la economía no funciona a toque de corneta. De hecho, en los países más desarrollados la economía es más flexible.
«Boyer y Rato han sido los mejores ministros de la democracia»
P.- La reconversión industrial de los años 80 se llevó por delante muchos puestos de trabajo.
R.- La industria española salía de una dictadura de 40 años, que al principio fue una autarquía. La industria española era mentira. Estaba en unas condiciones imposibles. Se relacionaba consigo misma. Excepto la industria automovilística, que era extranjera. Era imposible que se produjeran cosas que la gente pudiera comprar dentro y fuera de España. La reconversión fue inevitable. La hizo el PSOE. ¿La podía haber hecho mejor? Por supuesto que sí. Pero había que hacerla. Sobraban trabajadores en las empresas. Las minas de entonces no se podían mantener, nos pongamos como nos pongamos. Usted no puede fabricar cosas que nadie demanda.
P.- La deuda del Estado es cada vez mayor…
R.- Una familia no puede gastar siempre más de lo que ingresa. A veces, gasta más y pide un crédito para comprar un coche. Pero, lo que no puede hacer son dos cosas: gastar más de lo que ingresa y aumentar todos los años su deuda. Esto es lo mismo para el Estado.
P.- ¿Quién ha sido, en tu opinión, el mejor ministro de Economía de la democracia?
R.- Es muy difícil que un ministro lo haga todo bien o todo mal. Cada momento histórico es diferente. Enrique Fuentes Quintana acometió medidas impopulares y muy duras que había que acometer. Miguel Boyer lo hizo muy bien. Posiblemente, haya sido uno de los ministros más liberales que ha tenido nuestro país. Quizá la gente no lo sepa, pero Boyer liberalizó los alquileres. En 1985 se hizo una ley de alquileres como la que hay ahora. En España regía una norma del año 1966 y otra del año 50 y tantos, con la cual era imposible alquilar nada. No había mercado del alquiler, porque al inquilino no se le podía echar bajo ningún concepto. Tampoco se le podía subir la renta. Con lo cual, nadie alquilaba. Boyer liberalizó aquello. Creo que, en conjunto, hizo una política económica bastante acertada. También hay que destacar la política que se hizo en la primera época de Rodrigo Rato. Fue bastante acertada. Yo destacaría a los dos: Boyer y Rato.
P.- ¿Cuántas historias has tenido que dejar en el cajón por presiones del poder político y económico?
R.- Eso es más leyenda urbana que otra cosa. Se lo discuto a quien sea, incluido a Juan Luis Cebrián que viene por aquí de vez en cuando. Si tú tienes una información realmente importante y trascendente, eso no lo para nadie. Otra cosa es que la publiques el día que tú quieras, porque esas cosas requieren muchas confirmaciones y muchas seguridades. Después, está el día a día. Y en el día a día hay pequeñas miserias en las que todo el mundo intenta influir. «¡Hombre!, hazme el favor…». Las empresas también tienen pequeños compromisos y ahí sí se puede influir. Puedes dejar de publicar una foto del presidente de una compañía metiéndose el dedo en la nariz, pero no si a un ejecutivo le han pillado con el maletín del dinero marchándose de España. Eso no lo para ni lo oculta nada ni nadie. Lo otro forma parte del día a día.
«Luis Valls-Taberner, expresidente del Banco Popular, fue uno de los pioneros de la transparencia»
P.- ¿Los gabinetes de prensa de las empresas se aprovechan de la escasez de medios en los periódicos?
R.- Antes había más medios para la investigación, que no es otra cosa que buscar noticias diferentes a las del día a día. Eso es cierto. Los gabinetes de comunicación de las empresas tienen una finalidad: controlar la información que hay circulando sobre ellas. Alguien descubrió hace muchos años, en EEUU, que había que facilitar a los medios determinadas informaciones y tener una cierta transparencia. En España, uno de los pioneros de la transparencia —lo digo con todo el cariño, respeto y admiración— fue Luis Valls-Taberner, expresidente del Banco Popular. Publicaba una memoria del Banco con todo lujo de detalles, incluido el sueldo de los consejeros y principales directivos. A veces, por falta de medios, se publican informaciones de relleno. Yo lo acepto. Antes había más medios, más recursos, y se podían hacer más cosas. Los gabinetes de comunicación son un elemento más al servicio de la empresa.
P.- Fuiste, en dos etapas distintas, director de la revista Tiempo. ¿Por qué razón los semanarios de información general han desaparecido del mercado?
R.- Hubo varias cuestiones. El mercado en España es el que es y se produjo la irrupción de Internet. Cambiaron los hábitos. Las ventas cayeron y se intentaron ajustar los costes. Por otro lado, los periódicos de fin de semana empezaron a competir directamente con los semanarios, al incluir suplementos informativos. Eso empezó a minar a los semanarios. Entraron en una larga decadencia, hasta que al final se vieron obligados a cerrar. Los grandes semanarios anglosajones, durante los años 70, 80, 90 e inicios del 2000, tenían suscripciones muy baratas. ¿Cuál era el negocio? Como tenían dos millones de suscriptores, acumulaban una publicidad gigantesca, y ganaban mucho dinero. En los buenos tiempos, El País y El Mundo vendían más ejemplares que The Times o The Guardian en Londres. Y más que Le Monde en Francia.
«Mario Conde no pertenecía a la cultura del pelotazo»
P.- ¿Qué opinas de las iniciativas de regulación de la prensa promovidas por Pedro Sánchez?
R.- Hay cosas deleznables, pero ahí están las leyes y los tribunales. Ese es el camino correcto en todos los países desarrollados, con libertad de prensa y libertad de información desde hace muchos años. Todo está tipificado en el Código Penal, incluidas las cuestiones relacionadas con menores. No hace falta ningún órgano estrambótico. Siempre habrá un gobernante al que le gustaría que no se metieran con él, pero tomar medidas para que eso no ocurra es otra cosa. Si alguien está diciendo algo que es falso, acuda usted a los tribunales. No veo que haya necesidad de legislar sobre los medios.
P.- La cultura del pelotazo, cuando el ministro Carlos Solchaga decía que España era el país donde más fácil era hacerse millonario, y Mario Conde era un ejemplo a seguir… ¿Son recuerdos del pasado?
R.- Mario Conde, al que nunca he puesto como ejemplo de nada, no pertenecía a la cultura del pelotazo. Invirtió en una empresa química, con su socio Juan Abelló, y luego la vendieron a una multinacional. Ganaron mucho dinero, pero en una operación corporativa. Después, compraron las acciones de Banesto. Insisto, Mario Conde no fue fruto del pelotazo. Solchaga dijo aquello más como una boutade que otra cosa. Era un navarro echado para adelante, que decía esas cosas.