César Lucas: «Cuando le hice la foto al ‘Che’ Guevara en Madrid, apenas sabía quién era»
Maestro de la fotografía, algunas de sus imágenes ilustran los libros sobre nuestra historia reciente
Recién llegado de Marbella, aparece en el estudio de Fuera de Micrófono con camisa hawaiana y gafas de sol. César Lucas ha retratado como nadie con su cámara la reciente historia de España y no aparenta los 83 años cumplidos. Su vida ha sido –y sigue siendo- la fotografía. Como recuerda en esta entrevista, hizo sus primeras fotos a finales de los años cincuenta, siendo un adolescente, con la cámara prestada por la hermana de un amigo.
Algunas de sus fotografías ilustran la historia reciente de nuestro país. Detrás de la foto del Che Guevara, en la Ciudad Universitaria, con el Arco de la Victoria al fondo; del desnudo de Marisol (Pepa Flores) en la portada de la revista Interviú, o del saludo de Alfonso Guerra y Felipe González desde un balcón del Hotel Palace, el 28 de octubre de 1982, está la mirada limpia y penetrante de César.
Sin embargo, prefiere detenerse en una imagen menos icónica, pero tan importante o más que las anteriores: la primera foto que publicó en el diario ABC. El retrato de un australiano que estaba dando la vuelta al mundo a pie, con el que se cruzó en Cibeles cuando se dirigía, con 16 años, a hacer fotos al Retiro madrileño.
El que fuera fundador y primer jefe de fotografía del periódico El País, y editor gráfico durante muchos años del Grupo Zeta, reflexiona sin nostalgia sobre una profesión poco valorada, por mucho que se repita la máxima de que una imagen vale más que mil palabras. En sus ojeras están marcados muchos años de lucha contra los elementos, incluidos los tecnológicos, pero cree que ha merecido la pena. De hecho, sigue haciendo fotos con la cámara de su móvil y participando en numerosas exposiciones.
Cuenta además con la admiración y el respeto de sus compañeros. Y le duele que no se valore suficientemente el trabajo de estos profesionales, obligados a competir con las propias organizaciones políticas y empresariales que facilitan de forma gratuita las fotos a los medios, y cansados de pelear con famosos secuestrados por sus asesores de imagen.
César Lucas echa de menos la libertad de los primeros años de la democracia, cuando podía pasarse un par de días en la Moncloa fotografiando la actividad de Adolfo Suárez o Felipe González. Si tuviera que retratar la España de ahora, confiesa, «haría una foto que reflejara un poquito de tristeza». En un pendrive nos deja una selección de fotos que confirman una de sus reflexiones: «la técnica la aprenden ahora niños de diez años; pero lo más importante es la mirada».
PREGUNTA.- Fotógrafo, informador gráfico, fotoperiodista. ¿Qué denominación te parece más adecuada?
RESPUESTA.- Lo sintetizaría en fotógrafo. He hecho fotografía informativa, documental, creativa… Yo me considero fotógrafo, aunque durante un tiempo fui fotoperiodista. La palabra fotógrafo lo engloba todo.
P.- Has dedicado más de cincuenta años a la fotografía.
R.- Empecé a trabajar en 1957, en una agencia que se acababa de fundar, Europa Press. Me jubilé en el 2009 y no he parado de trabajar nunca. No he tenido espacios de paro entre una publicación y otra. Lo cual es un privilegio.
«Por la primera foto me pagaron 25 pesetas y no pude dormir, pensando a qué hora saldría el periódico»
P.- ¿Los móviles son el mayor enemigo de los fotógrafos?
R.- A los periódicos llegan fotos de gente que ha fotografiado algo con el móvil y el periódico dice: «¡Anda!, esta foto me vale y además es gratis«. Pero, por otro lado, en los informativos de televisión veo muchas imágenes de sucesos –un accidente, un atraco o un atentado– y digo: gracias a una persona anónima ha sido posible ver en todo el mundo algo que, de no haber sido por ella, hubiera sido imposible verlo. Eso tiene un valor increíble. Ahora, también tiene otros perjuicios. Como en todo, hay un lado bueno y un lado malo.
P.- Eres autodidacta. ¿Cómo nació tu vocación?
R.- Un amigo mío tenía una hermana fotógrafa y un día, en su casa, me enseñó cómo revelaba las imágenes en el laboratorio. Yo tenía entonces catorce o quince años. Vi cómo en un papel blanco, metido en un líquido, aparecía la imagen. Ahí nació mi atención por ese trabajo. Luego, me compraba una revista de la Real Sociedad Fotográfica para ver cosas de fotografía, y así empezó la cosa. La hermana de mi amigo me dejaba una cámara y yo me iba a hacer fotos al Retiro. El Retiro era un escenario fantástico, con barcas, con animales. Coincidí con otro amigo fotógrafo que había empezado a trabajar en Europa Press y me contó que estaban buscando gente joven. Cuando ya estaba haciendo las prácticas en esa agencia, leí en el periódico que un australiano estaba dando la vuelta al mundo a pie y había llegado a Madrid. Ese día, al pasar por la Cibeles, camino del Retiro, vi a un hombre raro hablando con un guardia. Digo raro porque entonces las vestimentas eran muy normales y él llevaba una chaqueta muy grande y un montón de banderas pegadas en un gorro, unas mochilas… Cuando lo vi, dije: «a ver si va a ser este el australiano». Le pregunté si estaba dando la vuelta al mundo desde Australia y me dijo que sí. Cogí la cámara y le hice una foto. La revelé en casa de mi amiga y me fui corriendo a llevarla al periódico ABC. La persona que me atendió me dijo: «dile a tu jefe que la próxima vez haga la copia más grande». No se creía que la foto la hubiera hecho yo. Se la quedaron y me pagaron 25 pesetas y aquella noche no pude dormir pensando a qué hora saldría por la mañana el periódico.
«El desnudo de ‘Marisol’ es un símbolo del cambio a la democracia»
P.- Has fotografiando la España en blanco y negro y en color. ¿Cómo ha cambiado nuestro país?
R.- Cuando yo empezaba había muy pocas revistas. Apenas se había avanzado en la impresión a color. Luego estaba la censura. Si publicabas algo que estaba prohibido por la censura, podías acabar en la cárcel. Empiezan a producirse una serie de cambios en los años sesenta. La técnica avanza y la calidad de impresión permite que las revistas publiquen páginas en color, hasta que desaparece la censura. Tras la muerte de Franco, empiezan a salir nuevos medios, con otros criterios y otra línea editorial. También aparecen revistas en las que se publican temas de los que antes no se podía hablar.
P.- Algunas fotos tuyas, como la del Che Guevara en la Moncloa (1959), el desnudo de Marisol (Pepa Flores) o la del niño con el puño derecho levantado en una manifestación, ambas de 1976, forman ya parte de nuestra historia reciente. ¿Qué foto te ha dado más alegrías?
R.- Es muy difícil elegir. Una cosa es lo que las fotografías han producido en la memoria de las personas y otra cosa son los recuerdos que tiene de ellas el autor. El autor tiene recuerdos sentimentales de fotos que luego ni se han visto, o de fotos que cuando se han publicado a nadie le han interesado. Pero, en el corazón del autor, hay emociones y recuerdos. Por ejemplo, cuando le hice la foto al Che, en el verano de 1959 yo acababa de cumplir 18 años y apenas sabía nada del Che Guevara. Aquel día, cuando hice la foto, no imaginaba que esa foto estaría inédita hasta diez años después de su muerte. Ni que esa imagen iba a convertirse en una foto histórica de mi carrera. La foto no la pudo utilizar la agencia porque en aquellos años era arriesgado publicarla.
P.- El desnudo de Marisol (Pepa Flores), publicado en la portada de Interviú, te costó un procesamiento.
R.- Sobre esa foto se publicaron muchas informaciones. Se armó un revuelo por el personaje que era. Marisol era la novia de dos generaciones y de pronto: «pero, ¿esto qué es, por Dios?» Algunos medios se preguntaban que cuánto dinero habría cobrado Marisol por posar para Interviú. Que cuándo había posado para la revista. Todo eso era mentira. Esas fotos las hice en el año 1970 y nunca pensé que, pasado el tiempo, se iban a publicar. Han pasado muchos años y cada vez que se habla de esa época de nuestro país vuelve a salir la foto porque representa el cambio. La foto se ha publicado miles y miles de veces porque es un símbolo del cambio en España.
«Lo más importante en una fotografía es la mirada»
P. De hecho, se volvió a ser portada del último número de Interviú, antes del cierre de la revista, en enero de 2018).
R.- Pero se publicó en blanco y negro para dar una imagen de tristeza: el entierro de Interviú. Era la misma foto, pero en blanco y negro.
P.- ¿Una imagen vale más que mil palabras?
R.- Hay veces que una imagen tiene un contenido que es difícil explicarlo con palabras. La imagen es entendible. Uno puede publicar la misma foto en un periódico alemán, americano, chino o japonés y se entiende igual en todos los idiomas.
P.- En los periódicos, sin embargo, se daba más prioridad al texto que a la foto.
R.- En los periódicos se consideraba la fotografía como un complemento para ilustrar la información. No tenía tanto valor. El fotógrafo en las redacciones era como un asistente. Como un ayudante. El redactor planificaba un trabajo, preparaba una entrevista, se documentaba para tratar un tema, y cuando se iba a hacer ese trabajo decía: ¡a ver, un fotógrafo, que se venga conmigo! Yo era el primer fotógrafo que se reunía con los responsables del periódico para proponer los temas y les decía qué fotógrafo debería ir a hacer un determinado trabajo. A veces me decían: pero, César, si todos tienen la misma cámara. Es algo que nunca olvidaré. Me calentaba. Las cámaras las hacen el ojo y el talento.
P.- ¿Qué cualidades debe tener un buen fotógrafo: la técnica, la creatividad, la capacidad de observación?
R.- La técnica la aprenden ahora niños de diez años. Lo más importante es la mirada. Cuando yo era editor gráfico, me llegaban fotografías de varias agencias y de otros fotógrafos que habían cubierto la noticia. Esa noticia era la misma para todos, pero nunca había dos fotos iguales. Desde el mismo punto, uno mira de una manera, otro busca un encuadre diferente. Cada uno ve lo que está pasando allí de una manera diferente.
P.- ¿Te has cabreado muchas veces porque se ha dado la foto muy pequeña o retocada?
R.- Yo he sido editor gráfico y discutía con el director qué foto dábamos en la primera página. No la decidía el redactor que había hecho la información. Y, cuando alguien llamaba al archivo gráfico pidiendo una foto del presidente del Gobierno para ilustrar un tema, yo decía: no, mándame diez para poder elegir. He llegado a quitar alguna foto mía que iba a ir en portada porque había llegado otra de una agencia que era mejor.
P.- ¿Qué personaje te ha costado más fotografiar?
R.- Ha habido de todo. Gente insoportable y gente difícil, pero procuro olvidarme de esas dificultades y recordar a las personas que me facilitaron el trabajo.
P.- ¿Podrías dar algún nombre?
R.- No. No tengo nada en contra de nadie. Prefiero olvidar a los malos y no estar insistiendo en que ese era muy malo. Se me olvida.
«Ya no se hacen fotografías a los poderosos con la misma facilidad de antes»
P.- Otra foto importante en tu carrera fue la de Alfonso Guerra y Felipe González saludando desde un balcón del Hotel Palace, cuando ganaron las elecciones generales de 1982.
R.- Estaban reunidos en el Palace y yo había estado ese día al lado de ellos, cubriendo la jornada electoral. Y, cuando ya se tenía los resultados casi definitivos, con la gente aplaudiendo en la calle, ellos se vieron en la necesidad de salir al balcón a saludar. Como yo sabía que iban a salir al balcón, me fui corriendo a la calle para hacer la foto.
P.- Nuestro país ha cambiado mucho desde entonces. ¿Cómo lo ves ahora? ¿Cuál es el lado bueno de Sánchez para hacerle una foto?
R.- Ahora, no es lo mismo que entonces. Ya no se hacen las fotografías a las personas que están en el poder con la misma facilitad que se hacían antes. He estado con dos presidentes de Gobierno, durante dos o tres días, haciéndoles un reportaje en el palacio de la Moncloa para publicarlo en el diario El País. Iba por la mañana y por la tarde. Eso hoy es imposible. Depende de lo que estuvieran haciendo, les hacía fotos. Me metía con ellos en el despacho y les fotografiaba mientras hablaban por teléfono, escribían o consultaban los libros. Y, luego, terminaban y nos tomábamos un café.
«Hoy vas a hacer fotos al presidente del Gobierno y estás rodeado de asesores»
P.- ¿Había más cercanía?
R.- Más cercanía, pero respetando, por supuesto, su intimidad. No eso de a ver si los pillo en una foto comprometida. No, no. Yo quería reflejar cómo era su trabajo allí, en la Moncloa. Hoy vas a hacer fotos al presidente y estás rodeado de asesores. Y, cuando dices, vamos a hacer una foto aquí, te dicen: no aquí no; tiene que ser allí.
P.- Ahora se lleva mucho grabar vídeos y colgarlos en las redes sociales. ¿Qué opinas de estas nuevas vías de información? ¿Hay demasiados insultos, demasiado odio?
R.- El odio ha existido siempre. Lo que pasa es que con el anonimato de las redes sociales se dicen cosas que no sabes quién las dice. Las redes sociales te dan la posibilidad de hacer consultas y de aprender muchas cosas. Ahora mismo puedes encontrar datos e informaciones que antes era muy difícil encontrar. Lo que pasa es que si alguien quiere insultar a otra persona puede hacerlo sin identificarse.
«Los medios dicen: ‘Para qué voy a mandar un fotógrafo, si me envían las fotos gratis’»
P.- Era también más difícil retocar o modificar las fotos.
R.- Se hacía, pero tenías que buscar un especialista que te lo hiciera y te costaba bastante dinero. Ahora lo puedes hacer en el ordenador en diez minutos. Otra cosa es alterar una imagen informativa. Eso es alteración y no se puede hacer. Pero, si yo hago fotos a una belleza que tiene arrugas y se las quito, arreglo la foto. Le doy más belleza a la foto y no estoy estropeando nada.
P.- ¿Te preocupa la precariedad en la que se mueve ahora el fotoperiodismo?
R.- Hoy, los departamentos de comunicación del gobierno, de la oposición, de los partidos, tienen sus propios fotógrafos. Esas fotos se mandan a los medios y los medios dicen: para qué voy a mandar un fotógrafo, si me mandan las fotos gratis.
P.- ¿Cuántas fotos se han quedado en el cajón, porque no interesaba publicarlas?
R.- Muchas. Es normal.
«La foto que hoy haría de España reflejaría un poco de tristeza»
P.- Veo que sigues haciendo fotos con el móvil.
R.- Con el móvil no; con una cámara buena que tiene el móvil. Una cámara con una óptica que graba la imagen y que además tiene un sistema que permite ver las fotos. Y, si está muy clara, la puedes oscurecer un poquito y, si está muy oscura, aclararla. Si el encuadre no te gusta, la puedes recortar. Todo eso en el móvil, mientras estás haciendo otra cosa.
P.- Si tuvieras que retratar este país, ahora. ¿Cómo sería esa foto?
R.- A mí siempre me han interesado las personas, la gente. No soy un fotógrafo paisajista. Me voy a una montaña y no sé por dónde tirar. Pero, cuando estoy con gente sé cómo es, qué hace. Me interesa mucho. Yo haría una foto de España que reflejara un poquito de tristeza.
P.- ¿Tienes alumnos aventajados?
R.- Nunca he dado clases, pero siempre he estado dispuesto a ayudar a quienes necesitaban ayuda de cualquier tipo. Siempre.
P.- Tú hijo César, que desgraciadamente ya no está con nosotros, era un gran fotógrafo. ¿Te gustaría que algún nieto siguiera la tradición?
R.- Es una cosa que deben ejercer con libertad. Un nieto, hijo mayor de César, es muy buen pintor. Muy bueno. Participa en exposiciones y en mil cosas, y nos tiene asombrados a todos.
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