The Objective
El purgatorio

Wall Street Wolverine: «Hacen falta mejores propagandistas de la derecha»

El reconocido ‘youtuber’ y analista político visita ‘El purgatorio’ para presentar el Madrid Economic Forum

Antes de su interés por la política, estuvo la economía. Y una alarma que le hizo empezar en redes sociales: la mayoría de la gente sabe muy poco del dinero, los impuestos, las reglas fiscales… El que fuera un joven estudiante lanzó su canal para dar a conocer lo que iba aprendiendo en clase, y ahora, años más tarde, es uno de los principales comunicadores en internet sobre economía y política. Víctor Domínguez (Madrid, 1995) es el nombre que está tras su marca en internet: Wall Street Wolverine, un todo en uno. Podcast, YouTube, X, Instagram, una legión de seguidores a sus espaldas, y ahora llega con un nuevo evento a la capital de España: Madrid Economic Forum.

PREGUNTA.- ¿Cuántas horas usa el móvil al día?

RESPUESTA.- Es una pregunta dura. Igual 12… 12 horas, tranquilamente.

P.- ¿Y a la red a la que más tiempo le dedica?

R.- X. En Instagram tenía cerca de 900.000, pero me lo borraron. 

P.- En X, el antiguo Twitter, tiene cerca de un millón de seguidores. Eso es una responsabilidad informativa importante.

R.- No te creas. Sí que me la pongo, pero cuando no quiero hacerlo, no lo hago. Por ejemplo, ahora que estamos aquí, en una entrevista, me da igual no subir nada.

P.- A veces, se piensa que tienes a muchos trabajadores metidos en la cuenta.

R.- No, lo que soy es muy ágil, y tengo el móvil muy a mano, y tengo el algoritmo muy bien estructurado en general. También tengo algo maravilloso que es una comunidad que me peta el correo. Por ejemplo, cuando me llegan muchos vídeos de lo que pasa en Barcelona, no es porque lo buscara, es porque me lo pasaba la gente in situ. 

P.- Habrá gente que diga: «¿Y cómo verifica esa información?»

R.- Bueno, a ver, normalmente porque haces un poco de búsqueda para ver si hay vídeos similares, si ya ha habido algo subido de esto, si me lo están cogiendo de otro lado y demás. Pero normalmente contrasto, ¿sabes? Les pido que me den el contexto: dónde, cómo, cuándo. 

P.- ¿Cómo es su público?

R.- Muy variado. Desde gente joven, pero que ya no es tan joven, porque nos vinculan mucho como que nos ven niños. Pero es que, claro, cuando empecé a hacer contenido, yo también era un niño. Pero la gente ha crecido conmigo. Yo tengo ya 30 años prácticamente. El mismo público que veías —como que son niños— ya no son niños, son ya gente bastante más mayor. Te diría que tienen un perfil de entre 25 y 35 años.

Luego también hay gente más mayor, sobre todo con los podcast. A la gente mayor le gustan mucho los podcast, y eso ha traído nuevo público que se engancha bastante. Diría que ese es un poco el target. Y de ideología tienes una mezcla de liberales y conservadores. Un poco híbrido, por así decirlo.

P.- ¿Y el porcentaje de gente progresista que le vea? 

R.- Ah, no sé. Los que les gusta el sadomasoquismo (ríe). No, pero hay gente convertida. Mucha gente que me dice: «Víctor, yo votaba a Podemos y cambié gracias a ti». A algunos les cuesta, porque sobre todo al principio te tienen muy demonizado. Es como que todo lo que dices lo ven con un filtro de: «Este es el mal absoluto». Pero pasan los años y tenía razón. Porque llega un punto en que la realidad es tan inevitable de ver que te acaban viendo.

P.- Joven o mayor, para la gente que no le conozca, ¿quién es Wall Street Wolverine? ¿Cómo se define? ¿Qué es lo que hace?

R.- Puff, diría que tocar los huevos. Soy un comunicador bastante irreverente que habla de cuestiones de actualidad política, económica y social, pero sin filtro y un poco dando mi opinión, y que alrededor de ello pues surge un canal de YouTube, en Twitter surgen muchas cosas, y al final esto genera un impacto social importante. Y yo me lo paso muy bien, la verdad.

Me gusta abrir melones y que la gente lo comente, y ver un poco cómo evolucionan las cosas a nivel social, porque creo que hace falta más gente que le diga a las personas lo que no quieren oír. Porque están muy acostumbrados a escuchar a muchos políticos que les dicen lo que quieren oír. Es divertido cuando sueltas algo que no quieren oír y ves cómo responden y cómo lo maduran. Es un proceso divertido.

P.- ¿Le gusta ser tendencia en redes?

R.- No soy tanto de eso, quizá te dejo titulares llamativos, pero porque también me parece divertido. La prensa siempre está buscando esas cosas, y si sabes dárselas, pues es como una sinergia divertida: tú me das alcance, yo te doy los titulares.

P.- Pero eso no es lo habitual. Es al revés. Lo habitual es el miedo al titular.

R.- Al final, tienes que entender un poco tu rol, en el sentido de que, pues eso, si hablas de política, te va a criticar gente siempre. Tienes que asumirlo y, sobre todo, hacerlo bien.

Hay mucha gente que cree que por el hecho de decir ciertas cosas hay gente que se lo toma como algo personal. Pero nada es a nivel personal. La gente se lleva las cosas demasiado a lo propio. En realidad, te están criticando por tus ideas o por lo que sea, y hacen el típico auto-daño. 

Pero cuando ya te desarraigas de eso… No es fácil esto. Tienes que llevar un tiempo de maduración y de entender un poco todas esas cosas. Pero es que la gente no está acostumbrada a la crítica. Cuando se les cuestiona, saltan a la mínima. Pero con el tiempo te lo tomas con humor. 

Wall Street Wolverine en la entrevista. | Víctor Ubiña

P.- ¿Le costó al principio?

R.- Es que no lo entendía de otra manera. Cuando tú ya entiendes el rol de muchos medios de comunicación, no te enfadas. Porque dices: «No es que no me entiendan, es que no me quieren entender». Lo que quieren es coger lo que a ellos les interesa para crispar lo suficiente como para que des un tipo de respuesta que les genera audiencia y encaja con el target de la gente a la que ellos quieren agradar, por así decirlo, o con su público objetivo. Cuando conoces ese juego, entiendes un poco cómo juegan ellos, lo que ellos creen de ti… y lo que tú puedes sacar de ellos.

P.- Hace ya tiempo decidió empezar a hablar más de economía. Le escuché decir que al principio no fue demasiado bien. «Yo ponía Qué es la inflación y la gente no entraba». Y dijo: «Es que hay que moldear el mensaje». Claro, no vale lo mismo el lenguaje para un periódico tradicional que para YouTube. ¿Cómo fueron esos inicios?

R.- El problema era que empecé un poco el canal porque empezaba a hablar de ciertas cosas en Instagram, cosas que daba en la carrera, y decía: «La gente no tiene ni puñetera idea de esto». Y pensé: «Bueno, igual les interesa».

Empecé un poco como lo que me daban a mí en clase, un enfoque muy teórico, la gente no quiere un enfoque teórico, quiere que se lo lleves a su realidad del día a día para que lo entiendan. La gente no sabe lo que es la inflación, pero sabe que le suben los precios, que suben los impuestos, ese tipo de cosas. 

Cuando tú trasladas el conocimiento —a lo mejor más técnico— de la economía a la realidad, en un idioma que lo entienden, aunque lo simplifiques, pues lo entienden. Es como si te pones a explicar la curva de Laffer. La gente no sabe lo que es la curva ni lo que le dices. Pero si les explicas el fenómeno por el cual, si se bajan los impuestos, hay veces que los Estados recaudan más porque están en un punto de la curva en el cual todavía pueden seguir teniendo mayor recaudación… bueno, lo acaban entendiendo. 

«Si fuera de izquierdas, me llovieran contratos públicos, sería multimillonario»

Pero en un idioma que ellos sean capaces de comprender. Porque muchas veces desde la derecha se peca de querer ser demasiado técnicos. Y la izquierda es muy simplista, muy populista a la hora de comunicar. Hace muy buena propaganda. La derecha tiene ese instinto de: «No, yo soy técnico, yo doy de datos». Pero nadie le pide datos al que dice que hay que expropiar la industria, ni el impacto que tendrá todo eso. 

Hacen falta mejores propagandistas de la derecha y, sobre todo, dejar de dar tanto la murga técnica que a nadie le importa. Eso, en la práctica, le importa a muy poquita gente. Y está bien que tengas tú tu tesis a nivel de: «Este es mi plan económico», pero hay que hacer buena propaganda, y saber hacer buena propaganda, y no tener complejo a la hora de hacerla. Porque es necesario que los mensajes sean más simples y más directos, y que toquen más las emociones de la gente.

Hago muchos experimentos: voy a probar un día a decir las cosas de una manera y otro día de otra. ¿Cuál es la que mejor funciona? La otra, la que acaba saliendo en La Sexta. Esa es la que funciona. Muchas veces me dicen: «Es que no tienes que hablar así»… Si no hablo así, no llega lejos. Tienes que tocar ese tipo de sentimiento que haga que la gente despierte, que se enfaden, que les toque y que les haga resonar. Si no, eres muy neutro y no generas emoción. Y ahí es cuando realmente no estás comunicando bien, porque el mensaje no llega.

Wall Street Wolverine en el plató de THE OBJECTIVE . | Víctor Ubiña

P.- El moderado en política, es una figura que usted no tiene en gran estima. 

R.- Muchas veces la moderación se entiende como si fuera algo bueno, cuando en muchos casos la moderación es el no pensar nada. Se llama a veces «ultra» a la persona que tiene una convicción fuerte, a la persona que tiene una ideología clara, y te venden la moderación como si fuera algo bueno.

Pero muchas veces la moderación —como le pasó a Ciudadanos— es la más absoluta nada. Es el «no soy de un lado ni de otro», «ni defiendo un lado ni otro», y quiero vender que los demás son muy extremistas y que yo soy muy centrado, y que yo no soy extremista, que yo soy el medio en todo. Y el medio no siempre es lo mejor. Al final, hay cosas que son buenas y cosas que son malas. No te puedes quedar en la mitad.

Y lo que ocurre muchas veces en la derecha es que se ha perdido las ganas de dar batalla. No se siente orgullosa, la derecha, de los valores que representa. Es como que tenemos una derecha que vive acomplejada de ser de derechas, de defender sus valores de derechas y decir «yo pienso así», cosa que a la izquierda no le pasa. Hay que recuperar ese orgullo. Decir: «Mis ideas son buenas y no tengo miedo de defenderlas. Y no tengo miedo de que me digas lo que sea». Porque al final creo que hemos tenido una derecha muy vendida a lo que la izquierda pudiera pensar.

P.- Viven en la mirada del otro.

R.- Efectivamente. El político necesita la validación constante. Cuando se deje de buscar esa validación, se va a ganar mucho. Porque muchas veces se ha perdido esa batalla de las ideas porque no se ha querido darla. Es como si se asumiera que ser de derechas es ser malo. ¿Y por qué nadie ha defendido eso?

Porque se ha buscado más crear como una derecha «buena», una derecha que complace al PSOE, a Podemos y demás, e intentar integrarla, cuando eso nunca va a ocurrir. Siempre van a tener el fantasma de la «ultraderecha» y siempre se lo van a adjudicar a alguien.

Al principio era Ciudadanos, ahora es Vox. Y si sale un nuevo partido más extremo que Vox, lo tildarán de ultra, y Vox se quedará en moderado. Al final es una cuestión más de principios. Y hay pocos partidos, a día de hoy, que tengan un faro moral, un faro claro. Que digan: «Estos son mis valores y los defiendo a muerte, independientemente de lo que diga la izquierda».

Y se está viendo que a nivel global se está premiando todo esto mucho. El fenómeno Trump es eso, el fenómeno Milei es eso. Y muchas veces se critican las formas, y creo que en el mundo actual hacen falta esas formas. No puedes ganar de otra manera porque te han impuesto una dictadura de lo políticamente correcto, de que no puedes opinar de ciertas maneras. Precisamente la forma de luchar contra esto es con irreverencia. Es lo que la gente está premiando en muchas ocasiones.

P.- ¿Y cómo ve las formas en la derecha española?

R.- Son muy corporate en general. Desde Feijóo, quizá Abascal es un poquito más emocional, pero son políticos muy corporativos. No tenemos un Donald Trump real, un Milei, son figuras demasiado corporativas.

También porque tenemos una población muy envejecida. Y también entiendo un poco el target, porque si no, a los señores mayores los asustas. Los señores miran mucho las apariencias, el «ay, qué guapo es», o «qué bien viste, qué bien va». No escuchan realmente muchas veces lo que se dice, y es más la apariencia, esa visión que tienen del político «educado», por así decirlo.

Con una población tan envejecida, a veces el target al que hay que hablar es tan distinto del que pueden tener otros países, que también cambia mucho. Y el español, a veces, tiene miedo a esa parte más visceral, por así decirlo. Le genera rechazo. En otros países funciona mejor —y se ha visto—, pero en España cuesta. Es un fenómeno curioso, porque en Europa lo tenemos en todos lados, prácticamente.

P.- Tenemos el reciente resultado de las elecciones en Portugal, pero sumadas a otros comicios en Europa dan una sensación de que Spain is different. Porque el derrumbe, por ejemplo, del Partido Socialista en Portugal es importante. Pero en España no se prevé, ni siquiera aunque hubiera elecciones, un derrumbe del PSOE. ¿Por qué?

R.- Tiene el mejor estereotipo. Y al final, lo que veo es que la gente no está informada de política en general, ni quiere informarse, ni tiene interés. Lo que busca, en general, es ser aceptada socialmente. Y si miras los estereotipos sociales, el que mejor los tiene es el PSOE.

Porque el PP tiene el estigma de: «Si votas al PP, eres de derechas, Franco, ladrones, corrupción, Gürtel…». Vox es el diablo, el fascismo personificado. Podemos: comunistas. Y el PSOE se queda como en esa parte “menos mala”, que trabajan muy bien. Vale, somos malos también, pero los demás son malísimos. Somos la mejor opción dentro de lo malo.

Y eso lo trabajan muy bien. Además, piensa que, socialmente, la gente tiende a decir más que es de izquierdas que de derechas, abiertamente. Y dentro de la izquierda, ¿qué vas a decir? ¿Eres de Podemos? Te ven como el “perroflauta podemita”. Estás como en ese PSOE state of mind, que llamamos muchas veces. El PSOE es, para muchos, dentro de lo malo, lo mejor. Aunque en realidad no lo sea.

La gente lo elige por el estereotipo de que es lo menos malo, o lo que parece menos malo. Porque lo que podría haber después es el fantasma malvado de la ultraderecha. Para evitar eso, tenemos al PSOE. Es un poco el fenómeno de lo que ocurrió con Biden: nadie quería votarlo, pero tampoco querían votar a Trump, ese es el problema. 

Se dan situaciones en las cuales nadie sabe muy bien por qué ciertos partidos permanecen ahí. Pero es porque han trabajado mucho la demonización del contrario. Y la gente teme tanto lo que podría haber, que aunque les decepcionen, les siguen votando. Es curioso: en España hay gente que le teme más a Vox que a Bildu. Ha habido entrevistas por la calle donde le preguntan a la gente: «¿Qué prefieres, un califato islámico o que gobierne Vox?». Y prefieren el califato. Es llamativo.

P.- En lo económico es liberal. ¿Siempre ha sido liberal?

R.- Sí. Aunque antes de hacerme autónomo quizá compraba algunas ideas. Pero nunca fui realmente de izquierdas, aunque, esto es muy divertido: la primera vez que voté, voté a Pedro Sánchez. Tenía 18 años. Vengo de una familia muy de izquierdas. Quería votar a Ciudadanos o al PSOE, y lo típico: la familia te dice: «Esos son fachas», «Franco», «No sé qué»… lo de siempre. Cada uno pasa por su juventud. Siempre se dice: «Si de joven no votas a la izquierda es que no tienes corazón; si de mayor no votas a la derecha, es que no has madurado».

P.- ¿Y ha notado que en su entorno cercano también ha habido un giro ideológico hacia la derecha?

R.- Muchísimo. Hay mucho desencanto con lo que representa hoy la izquierda. Ha perdido totalmente el faro moral. Ya no representa a la clase trabajadora ni de lejos. Representa a una nueva clase que yo llamaría los «pijos progres»: esa clase malasañera de gente de izquierdas que, en realidad, viene de buena familia y puede permitirse ser de izquierdas precisamente porque no ha tenido que pelearse con la vida.

Es como una especie de culpa heredada: «Como a mí me lo han dado todo, tengo que repartir». Y como no saben generar valor por sí mismos, creen que hay que redistribuirlo. Y esa izquierda ha destrozado los barrios obreros con una inmigración masiva mal gestionada. La clase obrera ha sido desplazada dentro de las ideas de la izquierda, sustituida por pequeños lobbies: el LGTB, la inmigración, etc. Y han dejado a la clase obrera fuera de la ecuación.

Empiezas a ver compañeros de cama ideológica insólitos. Puedes estar más de acuerdo en seguridad o inmigración con alguien de la vieja escuela comunista —como Roberto Vaquero, por ponerte un ejemplo— que con un progre moderno. Esto demuestra que los ejes ideológicos han cambiado. Ya no es simplemente izquierda-derecha. Ahora hay nuevos ejes: globalismo vs. nacionalismo, progresismo vs. conservadurismo… Y es más complejo.

Y, además, dentro del liberalismo clásico hay paradigmas obsoletos. Como creer que ser liberal es defender a las grandes empresas. Yo no lo creo. Porque las grandes empresas hoy son como nuevos estados que se alían con el Estado para proteger sus privilegios. Son totalmente intervencionistas, reguladores, promueven valores contra la libertad de mercado y la libertad individual.

El liberal que defiende eso está equivocado. Hay que defender a las pymes, al autónomo, a la empresa pequeña y mediana. Ellos son los que realmente están pagando impuestos, creando empleo, innovando… no los que hacen negocios con el BOE. Y muchos aún no han entendido que el Ibex es profundamente anticapitalista. Son mercantilistas, buscan que el gobierno les proteja, legisle a su favor, cierre el mercado a los demás. No son los «amigos» del liberalismo. Ni lo han sido. 

«Feijóo y Abascal son demasiado corporativos, no hay un Milei o un Trump»

P.- Por romper ejes ideológicos… ¿Cuál ha sido la última vez que ha estado de acuerdo con alguna propuesta del PSOE, Sumar o de Podemos?

R.- Cuando Podemos propuso lo de legalizar la marihuana. No creo que sea algo que haya que generalizar o promover, pero en muchos casos, como en la mayoría de países ya está prácticamente legalizado, España tendría un potencial económico tremendo. Es decir, tienes ahí una industria a la que podrías sacarle muchísimo rendimiento y no se está haciendo. Y creo que eso si eres más conservador no te va a parecer bien, porque tienes un sesgo con el tema de las drogas. Pero si eres más liberal, o al menos lo entiendes desde un punto de vista económico, puedes ver que hay un negocio real. Yo creo que ahí al podemita le puedes pillar con cosas que le gustan.

P.- En lo económico es usted más liberal, ¿y en lo social más conservador?

R.- Depende. Hay temas en los que soy bastante conservador, pero otra soy liberal, lo que intento es ser pragmático. El problema que tienen muchos liberales o conservadores es que se instalan en un pack ideológico. Como que lo descargan, lo instalan y ya está: «Esto es lo que hay que defender».

Y los liberales pecan de eso, especialmente. Cogen La acción humana de Ludwig von Mises, y te dicen: «Aquí están todas las respuestas del mundo». Pues no. La teoría económica está muy bien, pero no deja de ser una ciencia social, y por tanto inexacta. Depende de la acción humana, y la acción humana muchas veces es irracional. Tú puedes inferir ciertas conductas, pero el ser humano no siempre actúa como debería según los modelos. Puedes pensar: «Si hago esto, debería consumir», y no lo hace. O: «Si incentivo esto, debería ahorrar», y tampoco.

Entonces, hay factores inexactos, y todo depende del contexto: la cultura, la coyuntura, las cifras macroeconómicas, etc. Sí, hay ideas mejores que otras. Pero también hay que decirlo: la ideología no puede limitarte. Tiene que ser un faro, no una barrera. Si algo se puede resolver de forma sencilla, y funciona, da igual si es de derechas o de izquierdas. Aplícalo. Por ejemplo, yo comparo a veces Andorra y España. En Andorra hay políticas que quizá no son muy liberales, pero dentro de su contexto funcionan. En España, con otra coyuntura, harías otra cosa distinta. Así que creo que hay que ser pragmático. Si algo funciona, hazlo. No porque venga de un lado u otro, sino porque es eficaz.

P.- Wall Street Wolverine, aparte de para comentar otros asuntos, viene a presentar parte el Madrid Economic Forum, días 7 y 8 de junio, en el Palacio de Vistalegre. Ahí se van a reunir un grupo amplio de economistas, expolíticos, políticos que son economistas, periodistas, referentes liberales… Cuéntenos un poco: ¿qué puede esperar la gente del evento? ¿Dónde pueden conseguir entradas?

R.- El evento surge porque ya hicimos el Andorra Economic Forum dos años seguidos, pero se nos quedaba pequeño. A la gente le gustaba mucho el concepto, como un contra-Davos. Y el año pasado dije: «Hay que hacerlo en Madrid, a lo grande». Porque es el corazón de la batalla cultural, y donde realmente puede hacer más efecto. Así que dijimos: «Vamos a reunir lo mejor del sector económico, empresarial y referentes liberales, para dar esa batalla cultural y, sobre todo, para generar comunidad».

Nos dimos cuenta de que a la gente le falta eso: eventos presenciales, con sentimiento de pertenencia, como el fútbol. Que digan: «Somos un equipo». Que haya identidad. Las manifestaciones, tipo las de Colón, no están mal, pero creo que no tienen el mismo efecto. Porque están demasiado politizadas. Las organizan partidos, y eso al final las diluye.

Aquí no. Esto lo hacemos desde la iniciativa ciudadana, desde el capital privado. No responde a ningún partido. Responde a las ideas. Y creo que eso manda un mensaje muy potente: estas ideas funcionan, la gente las quiere, y los partidos lo pueden ver. También es una forma de poner temas sobre la mesa que no se tocan en el debate político.

Por ejemplo, he invitado a Daniel Fernández y le he dicho: «Te quiero en directo desmontando el sistema de pensiones delante de cientos de personas». ¿Qué partido político te permite eso? Ninguno. Y lo vamos a grabar y lo vamos a mover por redes, para concienciar. 

Queremos que esto sea un foro real de ideas, que empuje el debate y que genere comunidad. La gente está muy desilusionada, y este tipo de eventos les da esperanza. Salen con energía, con ganas, con argumentos. Porque muchos saben cómo piensan, pero no saben explicarlo. Aquí les damos herramientas para estructurar sus ideas, y eso es muy valioso. Conoces gente, haces comunidad, te formas… Y eso es muy bonito. Porque esto no va de siglas. Va de ideas buenas frente a ideas malas.

«Mientras haya un miedo irracional a la ultraderecha, habrá Sánchez y PSOE para décadas»

P.- Normalmente, los que nos dedicamos a la actualidad tendemos a pensar que la gente está muy interesada en todo ello. En realidad, la gente vive su vida, que ya bastante tiene con sacar adelante a su familia, su trabajo y todo lo demás. Pueden llegar a ver algo, sí, pero muchas veces no tienen tiempo. Por eso creo que está bien insistir, está bien hacer actos, está bien convocar. Porque está bien que las ideas se muevan. Y luego que se discutan. Que alguien diga: «No estoy nada de acuerdo contigo». Ok, pero debatamos, con datos y con gente delante.

R.- Y sobre todo, también te diría: sin enfrentamientos ni crispación. No desde el «tú eres malo y yo soy bueno». Al final, hay que entender que hay ideas buenas e ideas malas, pero no necesariamente personas buenas o malas por ello. Mucha gente que defiende ciertas ideas ni siquiera conoce el trasfondo de lo que defienden. Se quedan con la pantalla de humo, con la apariencia de que es algo bueno. Pero si tú te sientas con ellos pacientemente y les dices: «Mira, entiendo por qué quieres esto. Suena bien, parece bonito…». 

Por ejemplo, a mí también me gustaría que hubiera un “Ministerio contra la pobreza”. Pero ¿ese ministerio realmente saca a alguien de la pobreza? ¿O solo sirve para gastar dinero en mantener una estructura burocrática? ¿O se gasta el dinero en samaritanas? Pues no es bueno, por mucho que se llame «Ministerio contra la pobreza». La mayoría de la gente cae en esa manipulación constante, donde te presentan políticas que suenan muy bien pero que luego no son efectivas. Y al revés: muchas veces, las políticas más eficaces no suenan tan bien, no son tan atractivas a nivel retórico.

De hecho, la mayoría de las políticas que te regalan los oídos son las que te llevan a la ruina. Porque lo que te están regalando no es gratis. Están usando el dinero de otros, y eso tiene un impacto. Tú ves el beneficio a corto plazo, pero el perjuicio económico llega en el largo. Hay que ayudar a la gente a abrir la mente y entender que esto no va de buenos y malos. 

La política, vista desde fuera, muchas veces parece una película de buenos buenísimos y malos malísimos. Y no es así. Hay gente con mejores ideas y gente con peores ideas. Gente que vive de los demás, como el político profesional o el militante que solo busca un puesto. Pero también hay mucha gente que no tiene esos incentivos, que simplemente quiere vivir en paz. Y es a esa gente a la que hay que hacerle ver que hay ideas mejores que otras.

Al final, la mayoría de las personas lo que quieren es vivir tranquilos. Que no les molesten. No quieren una política omnipresente, sino una buena gestión. Oportunidades. Que su vida funcione. Y fíjate: un país donde los políticos tienen tanta repercusión, tanto protagonismo, normalmente es un país en decadencia. Porque si la política tiene mucha fuerza, es que está interviniendo demasiado. Y si interviene demasiado, es porque hay muchos problemas… muchos de los cuales han sido generados precisamente por la política, para justificar su propia existencia.

Y es que hay políticos que viven de eso: de crear problemas, de estar todo el día metiéndose en la vida de la gente. Cosas que hace diez años ni nos planteábamos, hoy están en el centro del debate. Antes había menos crispación, menos interferencia. Ahora parece que todo es ideología. Si comes carne, eres malo. Si vistes de una manera, eres malo. Ese lema de Podemos de que «lo personal es político» ha llevado a que la gente esté enfrentada por todo. 

Cuando antes, aunque uno fuera más de izquierdas o más de derechas, había más convivencia, más tolerancia. No perdías relaciones personales por pensar distinto. La política se ha metido tanto en la vida de las personas que ya ni nos acordamos de que todos somos personas. Que todos queremos, básicamente, lo mismo: vivir tranquilos, construir un proyecto de vida. Y eso es lo que habría que volver a buscar.

P.- Es curioso cómo su canal y otros muchos están muy enfocados en el tema político-económico y tienen mucho éxito. Pero a su vez, pasó un mes de un apagón que dejó el país durante más de 12 horas sin luz. Todavía no hay unas explicaciones, y una gran parte de la población ya ha olvidado eso. Y no sé si eso habla tan mal de nosotros como sociedad. ¿Y cómo puede pasar un mes de aquello y que haya gente preocupada por si votamos o no a Melody en Eurovisión? 

R.- Esto lo reflexiono mucho. A veces ponen a Pedro Sánchez como si fuera un maravilloso estratega y no… Es un caradura de la hostia. Y cuando eres un caradura y eres consciente de que la gente se olvida de las cosas muy rápido, entiendes que, vale, vas a tener una polémica, pero si aguantas el chaparrón mediático y de un poco de la gente que te odia durante cuatro o cinco días, va a salir otra cosa y se va a quedar en el olvido. ¿Por qué? Porque estamos ante una producción constante de información y de acontecimientos tan rápida, que si no ocurre algo dentro de tu país, ocurrirá fuera. Si no, podrás crear algo para distraer o, si no, ocurrirá algo —naturalmente— que pondrá la atención en otro lugar.

Cuando tú entiendes que la gente olvida las cosas muy rápido, entiendes que, además, pase lo que pase, vas a poder crear cualquier cosa, o va a ocurrir cualquier cosa, por la cual se le va a pedir a la gente que mire hacia otro lado, y lo harán. Cuando tú entiendes esto, solo te toca resistir. Eso eso el manual de resistencia de Pedro Sánchez, ya le toca aguantar el chaparrón durante cinco días, buscar qué va a decir y, como la gente le tiene tanto miedo a lo que puede venir después de él, pues se lo perdonarán. Porque él es un mal necesario, porque si no viene la ultraderecha.

Entiendo muy bien a Pedro Sánchez, porque es la sensación de que nadie te puede joder. Porque la mayoría de la gente le tiene más miedo a lo que viene después de ti que a ti. Eres intocable, porque puedes ser malo, pero eres un mal menor comparado con lo que viene después. Él entiende muy bien todo eso. Y mientras haya una parte de la población que siga teniendo ese miedo irracional a la ultraderecha, habrá Sánchez y PSOE para décadas y décadas y décadas. Y creo que el trabajo que hay que hacer es quitar esa demonización y hacerle ver a la gente que igual están siendo manipulados con ese miedo irracional que tienen, y que hay un universo más allá del PSOE. ¿Sabes? Que hay más cosas.

P.- En la economía, una de sus obsesiones en los últimos meses es el asunto de las pensiones. Hay en su canal un interés en que la gente comprenda el problema actual que tenemos con las pensiones y lo que puede llegar en un futuro.

R.- Este es un tema complejo. Lo que pasa con las pensiones es que es un sistema perverso, que está saturado de una manera que la gente no conoce. La gente cree que el sistema es un sistema de capitalización, en el cual tú metes tu dinerito en una hucha y el Estado te lo guarda. Y además —esto también es una cosa que habría que preguntar a la gente— si esto es inteligente. Es decir, te lo guardan, no lo meten en ningún fondo, no hacen nada con ello, y luego te lo dan. ¿Por qué no te lo puedes guardar tú? ¿Por qué te lo guarda el gobierno? ¿Por qué tiene que venir el gobierno a guardártelo, porque tú no te lo has guardado tú solo? Es algo bastante estúpido.

Entonces, partiendo de eso, al pensionista medio, cuando le dices: «Esto no es un sistema como usted cree, de que su dinero está guardadito en un lugar y ahora viene el gobierno y se lo da». Esto es un sistema en el cual se estructuró en una España en la que la gente se moría muy pronto y tenía muchos hijos. Era una pirámide en la cual había muchos trabajadores para pocos pensionistas. ¿Qué ocurre? España evoluciona. La tasa de natalidad baja muchísimo.

La gente se hace, evidentemente, cada vez más mayor, y va a percibir una pensión con cada vez menos trabajadores, porque no hay una tasa de fertilidad que permita tener un sistema sostenible. Tienes a muy pocos trabajadores para muchos pensionistas. ¿Qué ocurre? Si el sistema es un sistema de reparto, en el cual el pensionista actual recibe su pensión con lo que paga el trabajador actual, ya no tienes a día de hoy suficientes trabajadores para pagar las pensiones actuales. Y esto va a ir a peor, porque no se tienen suficientes hijos y, además, el envejecimiento es mayor, porque viene la generación de los baby boomers, y se van a jubilar.

¿Qué ocurre con esto? Si ya de por sí la Seguridad Social está quebrada, esto que hay más salidas que entradas, que no se pueden pagar las pensiones actuales con las cotizaciones actuales de los trabajadores, hay que endeudarse. La deuda tiene un tipo de interés. Si tú te estás endeudando todo el rato para pagar las pensiones actuales, estás generando unas deudas y un déficit constante que no es sostenible, y va a ir a peor… Cuando tú entiendes esto, entiendes que, vale, si esto va a peor, si cada vez hay que endeudarse más, si no hay suficiente dinero para pagar a la gente de arriba de la pirámide, ¿qué tienes que hacer? Pues inventarte excusas para que el sistema subsista.

¿Cómo? Retrasar la edad de jubilación. Ahora, esto es algo que también digo muchas veces: usted no puede ahorrar por sí mismo, guardarselo en una cajita, y tiene que venir el Estado —ya no solo a guardárselo usted— sino a decirle cuándo usted lo tiene que cobrar. Es decir, usted, si se lo guarda, podría decir: «Yo me jubilo a los 60 porque me sale de los cojones y lo quiero coger cuando me dé la gana, y es mío, y lo tengo yo, y no me lo quita ningún político». Pues vale, perfecto. Pero ¿qué ocurre? Le han dicho al pensionista que no, que se lo tiene que guardar el Estado y el Estado tiene que decirle, de manera indeterminada además, que le dará una pensión cuando el Estado decida y de la cuantía que el Estado decida en el momento que decida.

Cuando entendemos esto, entendemos que es algo absolutamente irracional. Y que tú coges a cualquier pensionista y le dices esto, y dice: «No, yo no quiero eso. Eso es mentira, a mí me han engañado». Y es verdad. A la mayoría de la gente la han engañado, porque creen que están en un sistema en el que no están. ¿Qué ocurre? Que esto va a generar una tensión intergeneracional que va a ser irrespirable. Y yo, muchas veces, cuando me dicen: «No, es que estás enfrentándolos», no. Estoy evitando que se genere una potencial generación que se enfrente realmente a los pensionistas. 

Porque esa crispación está llegando. ¿Por qué? Porque para sostener a todos los pensionistas se tienen que inventar ya nuevos impuestos, como el impuesto de solidaridad. Fíjate si son sostenibles las pensiones, que hay que inventarse nuevos impuestos para sostenerlas. Es un impuesto que pagan ciertas nóminas, pero no percibe ningún beneficio; es simplemente a fondo perdido. Porque cobras X nivel, hay que mantener las pensiones.

Esto va a peor. ¿Qué va a hacer esto? Pues que la gente joven cada vez más tenga que pagar más impuestos y el gobierno se tenga que inventar más. Porque lo que hace el gobierno es algo también profundamente perverso, que es coger de otras partidas, hacer transferencias a la Seguridad Social para poder pagar a los pensionistas. Esto es quitarle recursos a otros sectores para seguir pagando esto, o endeudarte. Hacen ahí matemáticas perversas de: quito por un lado o por otro para mantener un sistema que, en realidad, no es sostenible. Es como… ¿por qué tienes que estar lastrando presupuestariamente con un sistema perverso que se cae, cuando simplemente lo que tienes que hacer es reformarlo y dinamitarlo?

Wall Street Wolverine en la entrevista de ‘El purgatorio’. | Víctor Ubiña

P.- ¿Y cómo se podría reformar?

R.- Es tan sencillo como hacer una transición a un modelo mixto o de capitalización. Mira, con un mixto incluso me conformaría. Yo preferiría uno de capitalización, que quiere decir que tú, con tus propias cotizaciones, haces un fondo de pensiones, que lo pones yo que sé, en el S&P 500 o en el Nasdaq, y encima te da rendimientos, y lo controlas tú. Decides en qué se invierte, decides cuándo lo sacas y decides en qué lo tienes.

Cuando la gente entienda que esto no va de que a tu abuela le quiten la pensión —va de que tú tengas una y que tú te la organices tú—, y que a tu abuela le vamos a seguir pagando la pensión porque hay que hacer una transición de 10, 15 años, en la cual los chavales jóvenes van a tener que pagar una parte de sus cotizaciones para mantener a los pensionistas actuales, y otra parte irá a un fondo ya privado suyo.

El día que entiendan esto, entenderán que esto no es una cuestión de crispación, es una cuestión de sostenibilidad. Y que, si tú liberas todos los fondos públicos que potencialmente se van a tener que utilizar para el sistema de pensiones, tienes para hacer maravillas. Tú miras los Presupuestos Generales del Estado: las pensiones son lo más gordo de todo. Cuando la gente entienda que si tú liberas de ese lastre económico a España, tienes ahí una maravilla.

Pero ños políticos, en las pensiones, tienen un clientelismo maravilloso. En el cual, si te tienes que organizar tú la pensión tú solo, no puedes hacer política con eso. Como mucho, le podrían bajar los impuestos a los planes de pensiones o hacer alguna fiscalidad más atractiva. Pero con el pensionista tienen un gran clientelismo, porque saben que hay un señor dependiente de que le pagues la pensión, de que se la subas o la bajes o lo que sea. No quieren soltar esto. ¿Por qué? Porque tú, con eso, tienes la capacidad de mantener dependiente a mucha gente de ti. Y sabes que tienes mucho dinero de gente adelantada que, en algún momento, espera recibir ese dinero. Dependen del Estado.

Cuando se plantea este sistema de pensiones que lo hace Otto von Bismarck, le plantean: «Vale, pero esto va a hacer a la gente dependiente del gobierno». Y es exactamente lo que quieren. Al pensionista hay que decirle: «A usted le han engañado. Entienda que le han engañado». Esto no va de que lo solucionen los políticos, porque los políticos no quieren solucionarlo. 

Es más, a mí, desde la izquierda hasta la derecha, me han venido a sugerir que no hable de este tema. Por eso hablo tanto de este tema, porque digo: «Si me vienen los políticos a sugerirme que no toque este tema porque puede generar un enfrentamiento generacional y que no nos interesa», es el tema que tengo que tocar. Sé que a mucha gente le enfada, lo sé. Pero lo acabaréis entendiendo. Que lo acabéis entendiendo a las buenas o a las malas. ¿Por qué? Porque las cuentas no salen. Es una cuestión de matemáticas.

«Hay que defender a las pymes, al autónomo, a la empresa pequeña y mediana, no tanto a las empresas del IBEX»

P.- Por hablar de  jóvenes, ¿por qué, según las encuestas, cree que Vox es el partido que tiene un mayor porcentaje de apoyo entre ellos?

R.- Hay varias cuestiones. La principal cuestión es que toda una generación ha crecido dentro de lo que yo llamo la «Charocracia». En el sentido de: estoy en clase y tengo a una serie de señoras que les dicen a las chicas que yo soy malo, que tengo que pedir perdón por ser hombre y que soy un potencial violador.

Creces dentro de una ESO o de un Bachillerato en el cual, literalmente, te inyectan veneno para tener a unas chicas totalmente radicalizadas en contra de los chicos. ¿Qué ocurre con los chicos? Que, lejos de salir como muchos esperaban «deconstruidos», o con eso que llaman «masculinidad sana», no han salido así, han salido del otro lado. Y es totalmente normal, porque a los chavales jóvenes les dices que no hay que fumar… y fuman. ¿Qué hay que hacer? Pues lo contrario.

Con esto ha pasado que han crecido dentro de un sentimiento de invalidación de sus ideas. De: «tengo que hacer un trabajo y me obligan a decir lo que ellos quieren o, si no, el profesor me pone mala nota». Les han hecho crecer dentro de mentiras que no existen, y que son perversiones a nivel científico e incluso estadístico, como la brecha salarial.

Y tienes a unos chavales que han crecido en todo esto. Han crecido con cuotas injustas. Es decir: «mira, si eres mujer, tienes más probabilidades de acceder a este premio» o «para que te cojan en este sitio». Dentro de esta discriminación que ha habido hacia los hombres —que es una discriminación clara, es decir: “Yo, por ser mujer, voy a tener mejores posibilidades de llegar a ciertos lugares porque supuestamente he vivido una opresión”—, ahora hay que pelear de esta manera… pues tienes a toda una generación harta.

P.- Son gente cabreada.

R.- Harta. Y además esto ahora se está viniendo hacia el otro lado. Que yo, por eso, digo: cuidado con los hombres, que ahora tenemos que moderar nosotros más. Porque si no, vamos a acabar con el mismo feminismo, pero al otro lado. Y tenemos a toda una generación de hombres muy enfadados, hartos de ser criminalizados, que responden, pues, votando a Vox, a partidos muy de derechas, porque se han hartado de esta situación. 

Y eso ha generado precisamente un enfrentamiento, una división entre hombres y mujeres que se ve mucho. Tú ves el segmento de voto y está muy, muy claro a día de hoy, sobre todo a nivel europeo. A la izquierda la sostienen las mujeres, básicamente. Miras los votos de las últimas elecciones europeas y, principalmente, a la izquierda la sostienen las mujeres.

P.- ¿Diría que entre esta gente que pueda haber vivido ese proceso de crítica, de “esto no lo hagas así”, o “este gesto no lo digas”, realmente haya hombres que sí odian a las mujeres?

R.- Hombre, a ver, puede haber de todo. Es como cuando hablamos un poco del tema de la inseguridad o de la inmigración. ¿Hay racistas? Claro que los hay. Pero eso no quita que haya un problema a nivel social, súper grande, de inseguridad. Con el tema de las mujeres… ¿habrá hombres que odian objetivamente a las mujeres? Sí, puede haberlos, claro que sí. Pero el problema es que muchas veces se encubre cualquier crítica al lobby feminista como odio hacia las mujeres. Y es como: «No, no es odio hacia todas las mujeres, es odio hacia el despilfarro público de recursos en cosas innecesarias». Ese es el punto.

Entonces, tienes a mucha gente que —como se esconden detrás de una causa noble— eso les hace invulnerables a cualquier crítica. Porque si criticas a alguien del Ministerio de Igualdad por lo que hace, es que estás en contra de las mujeres. No, es que te estás gastando el dinero en cosas que no debes, y que además no mejoran la situación. 

Es decir, si tú eres una empresa privada que lucha contra la inseguridad, y pese a tener recursos la inseguridad aumenta, pues te quito el contrato, porque no haces bien tu trabajo. Si tú tienes un Ministerio de Igualdad y cada vez el problema es mayor, incluso incentivas políticas que generan mayor inseguridad para las mujeres… ¿cómo puedes decirme que es buena idea importar a media África sin ningún tipo de control, y que esta política no tiene ningún impacto en las mujeres?

Pero luego a los ciudadanos españoles se les criminaliza como si fueran todos potenciales violadores. ¿Por qué, cuando hay un tipo de agresión, dependiendo de quién la cometa, se le da más o menos foco? Ahí se ve muy claro que realmente no les importan las mujeres, sino su agenda ideológica, y lo que el partido piense. ¿Qué ocurre? Pasa un poco como con las ONG. Si tú estás contra una ONG, da igual lo que hagas con ella, porque si alguien la critica, dicen que está en contra de la beneficencia. No. Estoy en contra de que se hagan las cosas mal y de que se utilicen los recursos públicos para lo que no deben utilizarse.

Hay muchas feministas que utilizan, digamos, esta fachada de «yo lucho por las mujeres» para que no se les pueda criticar nada. Y es como: a ver, no se te está criticando por algo que en sí sea bueno. Se te está criticando porque has liberado a violadores. Es objetivamente criticable. Se te está criticando porque destinais fondos públicos a talleres de arcilla, de cómo hacer pollas con manualidades de arcilla.

¿Cómo estáis dedicando fondos públicos a hacer campañas de señalamiento a ciudadanos individuales que realmente no se merecen esas campañas? Esto es muy grave. Están dedicando fondos públicos a señalar a El Xokas, a Pablo Motos… Joder, no sé. Y luego miras el trasfondo de esos contratos públicos y, curiosamente, siempre van a los lobbies de apoyo a este tipo de sectores, que son la militancia de Podemos o del PSOE, que se llevan esos contratos públicos. Que muchas veces son para chochocharlas o para cosas como lo que habéis sacado, Alan Barroso cobrando por hacer dos vídeos sobre Franco y demás.

Siempre digo que, si yo fuera de izquierdas, ya sería multimillonario. Porque, vamos, esto no tiene ningún tipo de impacto a nivel social, no los ve nadie y les dan contratos públicos. Si yo fuera de izquierdas, ya sería ministro como poco. Al final, ellos se encubren dentro de esa idea de que, como dicen representar causas nobles, nadie los puede criticar. Y tú, como al final no te estás recubriendo todo el rato de: «es que yo soy el bien, yo hago lo correcto», pues claro… Ellos instrumentalizan los colectivos. Y eso es muy triste, porque muchas veces lo que hacen es utilizar el dolor de personas que realmente están sufriendo para lucrarse de ello. Porque no les solucionan los problemas ni los ayudan.

No es que digas: «Vale, canalizan el dinero del Ministerio de Igualdad para las víctimas». Es que a las víctimas no les llega nada. Se lo quedan todo en las nóminas, en las charos del Ministerio de Igualdad, que no sabemos muy bien de qué viven, pero desde luego no ayudan a las víctimas reales. Si llegara a las víctimas reales, perfecto. Estás intentando solucionar un problema, estás dando ayuda a esa gente. Pero se queda en el camino. ¿Por qué? 

Porque hay toda una estructura que vive del problema. Y si vives del problema, el problema no va a acabar nunca. Es más, te interesa que el problema cada vez sea mayor, para poder decir: «Necesito más dinero para todo esto». ¿Pasa esto en el sector privado? No. Porque, como te digo, si tú eres una empresa que se dedica a luchar contra la inseguridad de las mujeres y lo haces mal, te quitan el contrato. Pero si eres un ministerio, dices: «No, es que necesito tengo más recursos».

[¿Eres anunciante y quieres patrocinar este programa? Escríbenos a [email protected]]

Publicidad