Roberto Arce: «La juventud ya no se fía de los medios y eso es tremendo»
La credibilidad y el rigor definen su trayectoria profesional, primero en Antena 3, y desde 2011 en Cuatro
De mayor quería ser el Lou Grant de la serie televisiva: con su libreta y el teléfono, haciendo información e investigación a pie de calle. Sin embargo, sus comienzos en la Agencia EFE estaban en las antípodas de aquel sueño de adolescente: le mandaron al teletexto, con periodistas que estaban a punto de jubilarse. Menos mal que medio año después logró desquitarse en los informativos de Radio España, y posteriormente en aquella Antena 3 de las primeras emisiones, donde casi todo era improvisado.
Lo cuenta en esta entrevista concedida a Fuera de Micrófono, sin asomo de nostalgia, con la satisfacción de haber hecho lo que le gustaba al lado de grandes profesionales, como José María Carrascal, Fernando González Urbaneja o Fernando Ónega. Aunque buena parte de su trayectoria la haya pasado presentando informativos, nunca olvidará su experiencia de reportero y de enviado especial a la primera guerra del Golfo. Tampoco las dramáticas imágenes que tiene grabadas de Bosnia, en 1994.
A Roberto Arce no le gusta el periodismo de trinchera, pero tampoco las recomendaciones de arriba de no molestar a nadie. Reconoce, por otra parte, lo difícil que resulta en estos momentos «conta la verdad de manera plural» y le parece muy peligroso que «los políticos señalen a periodistas con nombres y apellidos». Para el codirector y presentador de los informativos de fin de semana en Cuatro, los avances tecnológicos y los nuevos recursos gráficos están muy bien, pero sin perder de vista lo más importante: el mensaje que se transmite delante de una cámara.
«Mi gran amigo, Pepe Ribagorda, me dice siempre: ‘todo pasa en fin de semana’; y encima tenemos menos gente y menos medios para contarlo», apostilla Roberto. Recuerda que el inicio del confinamiento por la pandemia de la covid cayó un sábado, a la vez que celebra tener como compañera, desde hace ya diez años, a Marta Reyero, también veterana en el oficio de contar a la audiencia lo que está pasando.
Con su hijo mayor, Diego, también periodista, es lógico que observe con preocupación la precaria situación de la profesión y la falta de perspectivas alentadoras para los más jóvenes. «Los dueños de los medios de comunicación –se lamenta– tienen que cuidar el capital humano; no solamente a las estrellas. De lo contrario, muchas de esas figuras emergentes se harán youtubers o influencers y les harán la competencia».
PREGUNTA.- ¿Empezaste hace 35 años?
RESPUESTA.- En la tele sí, en el año 1990, cuando empezó a emitir la primera cadena privada (Antena 3 TV). Dejé Radio España en noviembre del 89 y las emisiones comenzaron en el 90. Nos tiramos a la piscina casi sin agua, chavales muy, muy, jóvenes y veteranos con mucha experiencia profesional, pero casi ninguna televisiva. Con lo cual, fue una aventura maravillosa.
P.- Antes estuviste en la Agencia EFE.
R.- EFE fue mi primer trabajo. Estaba en 4º de Periodismo todavía y me hizo muchísima ilusión que me cogieran. Estaba como loco por ser periodista. Veía la serie Lou Grant y a su protagonista saliendo a la calle con su libreta: periodismo de investigación, los teléfonos, los sucesos en el lugar de los hechos… Y, cuando llegué, me dijeron: «Roberto, te ha tocado teletexto». No salí nunca. No vi la luz del sol y a los seis o siete meses me dijeron que me renovaban, pero les dije que muchas gracias. Con 22 años, me estaba haciendo viejo antes de tiempo. De hecho, estaba rodeado de gente prejubilada. Dejé Efe, aunque me hacía mucha ilusión entrar todas las mañanas a la agencia. Luego, salté a Radio España, una radio pequeña, pero con mucha vocación informativa, y tuve la suerte de hacer mucho reporterismo.
P.- Radio España tenía mucha audiencia en Madrid y buenos profesionales.
R.- Formaba parte de Cadena Ibérica y emitía informativos nacionales. Por las mañanas, en lo que era Radio Hora, fue líder en Madrid. Tenía una vocación informativa muy grande. Por allí pasaron grandísimos periodistas, que para mí eran dioses. Algunos de ellos hacían por la noche el programa La Espuela. Estuve dos años y aprendí mucho de ellos.
«José María Carrascal era maravilloso y enseguida captó la importancia de la imagen»
P.- Alejo García, Ramón Pi…
R.- Y Carlos Dávila. En Deportes estaban J.J. Santos y Antonio Lobato. Pepe Ribagorda, que ya dirigía entonces un informativo, fue uno de mis primeros jefes. J.J Santos me pidió que me pasara a Deportes. ¿Sabes por qué? Porque jugaba en el equipo de fútbol sala de la emisora y él era nuestro entrenador. Le dije: «mira, a mí los deportes me encantan para practicarlos, pero no como informador». Podría haber dado el salto. No sé si lo hubiera hecho bien o mal. Creo que no muy bien porque soy bastante distante en todo. Intento ser muy objetivo y desapasionado en la información política, pero en el deporte, ya sabes que no lo soy. Me pierden mis colores. Aunque, es lo que está de moda: los periodistas deportivos llevan la camiseta puesta, lo cual me parece, cuando menos, discutible.
P.- ¿Cómo llegaste a Antena 3 TV? ¿Estaban buscando gente?
R.- Cuando acabé la carrera, me pasé por muchas radios con mi currículum de universitario y mi brevísima y exigua experiencia en Efe. Entre otras radios, fui a Antena 3 Radio. Allí había un señor calvo, con barba, joven, que se llamaba Antonio Izquierdo, y me dijo: «para la radio no creo que te podamos llamar, pero más adelante saldrá la tele». «A mí no me verás nunca en la tele –añadió–, porque no me interesa nada, pero igual para la tele te llamamos». Me llamaron para la tele y quien me recibió allí fue Antonio Izquierdo, que fue redactor jefe de Antena 3 TV mucho tiempo, y también presentador y subdirector de Informativos.
P.- Los inicios de Antena 3 TV debieron ser casi épicos, con muy pocos medios.
R.- Imagínate. Para empezar, había gente muy joven, sin ninguna experiencia televisiva, y gente con mucha experiencia, pero en radio, incluso en prensa. Gente muy importante que desconocía la televisión. Todos aprendimos muy rápido a hacer tele. Una tele, además, informativamente muy ambiciosa. Manuel Martín Ferrán decidió emitir el día del estreno seis o siete boletines por la mañana, como si fuera la radio. No entraba ni un vídeo. Todo se rebobinaba. Había una máquina maldita, la betacam, donde se metían las cintas de vídeo. Se programaba para que salieran y no salía ninguno… Eso fue una escuela fabulosa para aprender a improvisar. A mí me vino bien para cuando me tocó hacer boletines. Allí hacíamos todos de todo. Los redactores aprendimos a hacer cámara con una cosa que se llamaba NG. Ibas a una rueda de prensa de Felipe González y veían que el redactor que estaba ese día allí era también el cámara. Aquello no funcionó, pero me vino muy bien como formación profesional integral en televisión.
P.- En Antena 3 TV trabajaste al lado de José María Carrascal. ¿Cómo lo recuerdas?
R.- Era maravilloso. Una persona encantadora. Muy suya, muy maniática con sus cosas, pero simpatiquísima, cordial, sencilla, afable. Creo que tenía más de 60 años cuando llegó a Antena 3. Todos sabíamos quién era José María Carrascal: corresponsal de ABC en Nueva York. Lo habíamos escuchado en la radio, pero de televisión sabía tanto como nosotros: o sea, nada. Carrascal, aparte de ser un columnista maravilloso y un gran editorialista, se convirtió en la persona de Antena 3 que más rápido aprendió a hacer televisión. Mucho más rápido que los jóvenes. Enseguida captó la importancia de la imagen, y no solamente la suya, con sus corbatas.
«Cordialidad y respeto con los políticos, pero manteniendo siempre las distancias»
P.- Aunque la gente se fijaba sobre todo en sus corbatas.
R.- La gente se queda con las corbatas. Pero Carrascal aprendió la fuerza de la imagen. Cómo utilizar las imágenes como metáfora de la actualidad política del día. Y, luego, tenía otra cosa: su independencia. Era una persona conservadora, y lo dejaba muy claro. Cañero con Felipe González y el PSOE, pero absolutamente independiente. Recuerdo una de las lecciones que me dio y que siempre me ha servido. Venía de hacerle una entrevista a José María Aznar, ya presidente del Gobierno, y Aznar le dijo: «Ahora que estamos en confianza y entre amigos…», «Y yo, Roberto, le interrumpí y le dije: mientras usted sea presidente y yo periodista, nunca seremos amigos». Este es uno de los grandes axiomas del periodismo que he intentado seguir siempre. Cordialidad y respeto con los políticos, pero manteniendo siempre las distancias. Al final, Carrascal dijo eso de «a mí me han echado los míos». Era un periodista de derechas, pero no tenía ninguna dependencia jerárquica de ninguna sigla política. Ninguna.
«En los informativos hemos avanzado en tecnología, pero lo importante es el mensaje»
P.- En aquellos inicios de Antena 3 TV también trabajaste con Fernando González Urbaneja y, más tarde, con Fernando Ónega.
R.- Han sido, con Carrascal, los grandes jefes directos que he tenido. He tenido directores de Informativos que me han enseñado muchísimo, pero no eran mis jefes directos. He aprendido muchísimo, primero de José María Carrascal, después de Fernando González Urbaneja y, años más tarde, de Fernando Ónega. Urbaneja era un torrente. En las reuniones de escaleta abrumaba con su conocimiento de la información, sobre todo económica. Era una persona tremendamente brillante y muy simpática. Tuvimos que enseñarle que había un tiempo en la escaleta y que si él se sentaba sin autocue y hablaba antes del primer vídeo dos minutos y medio –cuando estaba previsto que fueran 20 o 30 segundos–, se caían los cuatro vídeos que venían después. Eso era una locura. Urbaneja nos enseñó a no fiarnos de lo primero que nos cuentan: a indagar, a contrastar y a estar bien documentados. Onega era un maestro que sabía manejar perfectamente los ritmos de un informativo. Con frases muy concisas, daba en la diana que quería dar, y con esa voz y esa fuerza que tenía para comunicar. Estuve con él de subdirector en el año 1996 y fue una época fantástica.
P.- Ha cambiado mucho la presentación formal de los informativos de televisión –sentados, de pie o paseando–, pero lo realmente importante es lo que se cuenta.
R.- Efectivamente, al final, lo que importa es el mensaje. Está muy bien que los platós de informativos tengan movilidad, que estemos, como ocurre en Noticias Cuatro, de pie desde el principio hasta el final. Yo a veces pido un taburete, entre vídeo y vídeo, para sentarme un poquito. Hemos avanzado mucho en tecnología, pero lo importante es el mensaje, el contenido. Que el conductor del informativo mire al espectador a los ojos y le cuente lo que pasa. Me parece que es importante un plano medio o un plano corto para transmitir cercanía. En los inicios de Antena 3 se hicieron experimentos muy curiosos. Con Urbaneja, entrábamos andando al plató y nos sentábamos, después de salvar un escaloncito. Fernando, en dos informativos seguidos, pisó el cable del micro y éste se cayó al suelo. Decía muy buenas tardes y desaparecía. Eso está grabado. Lo que pasa es que, al no existir redes sociales, no se viralizaba.

P.- Veintidós años en Antena 3 son muchos años. ¿Te costó aceptar la oferta de la competencia?
R.- Fue un salto que tuve que dar. Muchos jefes me decían: «¿Cómo te vas a ir, si llevas aquí toda la vida?». «Me lo decís vosotros que venís de otras empresas». Quienes me decían aquello, todos habían llegado después que yo a Antena 3. En la vida todo tiene momentos y etapas. Creí que era el momento de cambiar. Estaba entonces muy bien, presentando el informativo de las tres de la tarde, pero siempre había sido editor o subdirector. Nunca había sido presentador sin editar. Tampoco estaba muy de acuerdo en cómo se hacían los informativos. Llevaba un tiempo pensando que tenía que recuperar la pasión por hacer la escaleta con un equipo, volver a vibrar con la información. Trabajar con absoluta tranquilidad y libertad. Y por eso di ese salto, ese paso. En Noticias Cuatro llevo 15 años y trabajo muy a gusto, aunque por el camino han pasado también cosas que no esperaba y que son de todos conocidas: la desaparición de Noticias Cuatro. No desapareció nuestro informativo, pero dejó de llamarse Noticias Cuatro.
P.- ¿Qué se te pasó por la cabeza cuando Mediaset, en febrero de 2019, decidió suprimir los informativos de Cuatro? Dirías: y ahora qué pinto yo aquí.
R.- Sobre todo porque la redacción de Telecinco y Cuatro estaban unidas. La de Telecinco es una redacción veterana y fantástica, pero también la de Noticias Cuatro, con periodistas que llevan el ADN del periodismo. Cuatro siempre ha sido una cadena muy informativa y lo sigue siendo. Entonces, la desaparición de Noticias Cuatro fue un golpe muy duro. Hubo una readaptación muy rápida, se creó un diario digital y en el fin de semana nos quedamos nosotros.
P.- Hacíais lo que se llamó Cuatro al Día.
R.- Se llamó Cuatro al Día porque así se llamaba el programa de actualidad que se emitía entre semana.
«Quería ser Lou Grant o el protagonista de El año que vivimos peligrosamente»
P.- Con Marta Reyero formas una pareja estable.
R.- Totalmente. Llevo ya diez años con ella. Nos tenemos mucho aprecio profesional y personal. Nos entendemos muy bien. Marta lleva en Cuatro toda la vida, y antes estuvo en CNN+. En el fin de semana lleva muchísimo tiempo, antes con Miguel Ángel Oliver y ahora conmigo. Cuando desaparece Noticias Cuatro, deciden que no desaparezca la edición del fin de semana, porque iba muy bien de audiencia. Seguimos, pero con el nombre de Cuatro al Día. Ahora, que no nos oye nadie, fueron cinco años en los que yo no tenía ningún jefe porque el director de Informativos, Juan Pedro Valentín, estaba dirigiendo el diario News y Pedro Piqueras más pendiente de Telecinco, obviamente. Con lo cual, estábamos en el hiperespacio, perdidos, pero éramos muy libres, aprovechando los medios de producción de noticias fin de semana de Telecinco. Estábamos bien, pero con la incertidumbre de no saber si a la semana siguiente íbamos a seguir en antena. La vuelta de Noticias Cuatro, hace ya algo más de un año, ha sido un respiro, un alivio, y también una inyección de medios y de audiencia. Es histórico que en una cadena que prescinde de sus informativos sobreviva cinco años un informativo camuflado. En los primeros días hicimos una cosa más de programa, pero, luego, por la hora, por la audiencia y por la fidelidad de nuestros espectadores, volvimos a hacer un informativo.
P.- Después de tantos años presentando Informativos, quizá la gente desconozca tu faceta de reportero y enviado especial a la primera guerra del Golfo (1990) y a Bosnia, unos años después (2004). ¿Cómo fueron esas experiencias?
P.- Hice Periodismo para ser reportero. Nunca soñé con presentar un informativo. No es que me desagradara, porque me gustaba hacer teatro y la radio no se me daba mal… Me gustaba la información audiovisual, escribir, leer, pero mi sueño era ser reportero. Además de Lou Grant, quería ser como el protagonista de El año que vivimos peligrosamente.
P.- O como Manu Leguineche.
R.- Totalmente. Te voy a contar una anécdota. Antes de la Guerra del Golfo, estuve en Amman (Jordania) y una noche nos fuimos a cenar a un restaurante periodistas de varios medios. Y, de pronto, se sienta un tío a mi lado, le miro y digo: pero si eres Manu Leguineche. Dice: «Hombre, ¿qué tal?, ¿cómo estás? Vosotros sois los de la nueva televisión. Encantado. «¿Roberto? Yo soy Manu. Oye, Roberto, ¿a ti qué te parece que puede pasar?, ¿cómo ves esto? Digo: se lo está preguntando Manu Leguineche a un chaval de 24 o 25 años. Luego, entablé con él una relación cordial y durante mucho tiempo seguimos en contacto. Cuando tenía un nuevo programa, me escribía y me mandaba vinos desde su pueblo adoptivo de la Alcarria (Brihuega). Me he leído todo lo que ha escrito Manu, un maestro del periodismo. He sido reportero de guerra y he estado muchos años cubriendo eventos en televisión. Cuando dejé durante un tiempo de presentar en Cuatro, me preguntaron que quería hacer y les dije: salir a la calle. No quiero hacer pasillos, ni estar en la redacción. Estuve un año en Cuatro recuperando mi vieja faceta de reportero. Es donde soy siempre feliz. No hay nada más maravilloso que estar en contacto con la noticia: allí donde pasa algo, para contarlo. No hay nada mejor.
«Ricardo Ortega era un tipo maravilloso y el mejor reportero que he visto nunca»
P.- ¿Quiénes eran tus maestros cuando estudiabas? ¿A quién te querías parecer?
R.- Quería ser reportero y los referentes, básicamente, eran de TVE. Después, he tenido compañeros que se han convertido en mis referentes. Básicamente, Ricardo Ortega; no solo porque lo mataron en Haití, sino porque era, posiblemente, el mejor reportero que haya conocido nunca. Además, sencillo y humilde. En el reporterismo de guerra te encuentras con gente un poco presumidita y fantasmona. Ricardo Ortega era un tío sencillo, humilde, cauto y muy inteligente. Muy independiente, y hacía unas crónicas brutales. Lo mataron en Haití cuando estaba ayudando a los periodistas heridos, uno de ellos norteamericano. Fue una fatalidad. Posiblemente, lo mató una bala proveniente de los convoyes que iban a socorrerles. Además, está grabado. Él vio cómo llegaban y dijo: «ya vienen». Murió ayudando a otros compañeros. Ricardo era un tío especialmente brillante.
P.- En aquel momento, creo que Ricardo ni siquiera era personal de plantilla, aunque trabajara para Antena 3.
R.- No se portaron bien con él. Ahí hubo un problema: fue muy independiente en la cobertura de la guerra de Irak, en un momento en el que había presiones políticas y un control importante. Eso le costó la corresponsalía en EEUU. Entonces, antes de volver a la redacción de Madrid, decidió montárselo por su cuenta y trabajar de freelance, colaborando con distintos medios. En Haití estaba solo, absolutamente solo. De hecho, si no hubiera estado solo, probablemente hubiera podido salvarse, porque hay imágenes de él tirado en una sala de espera del hospital de Puerto Príncipe mientras se moría. Ricardo era un tipo maravilloso.
«Contar la verdad de manera plural es cada vez más difícil»
P.- ¿Cómo ves el periodismo actual? ¿Estamos volviendo a las trincheras?
R.- Es una situación complicadísima. Hoy he escuchado una frase de Iñaki Gabilondo que me ha parecido muy certera. Ha dicho que nunca ha habido mejor momento para hacer periodismo, pero que nunca ha sido más dramático vivir del periodismo como ahora. Creo que es el momento del periodismo. Hace falta periodismo, frente a la cantidad de desinformación que nos rodea. Frente a una juventud que parece fiarse más de las redes sociales que de los medios informativos. El problema es que la precariedad es absoluta, en el momento de la transformación de la prensa escrita a la digital. Las redacciones no tienen el poder que tenían antes, ni la capacidad para sostener a los periodistas. Si queremos hacer buen periodismo, hay que pagar dignamente a los periodistas. Esto ahora, con la gente joven, es misión imposible. Muchos periodistas jóvenes acaban desistiendo y se van a agencias de comunicación. Vivimos en un mundo donde la juventud no se fía de los medios. Ha calado el mensaje de que los medios transmitimos el mensaje oficialista, que no contamos la verdad. Que la verdad la van a encontrar en un pódcast, en un youtuber o en no se sabe quién. Esto es tremendo. Siempre digo a mis alumnos de Periodismo que no hay que fiarse casi nunca de nadie. Tienes que leer todo y a todos, para sacar luego tus propias conclusiones.
P.- Las redes sociales han distorsionado el Periodismo, pero mucha gente se informa solo a través de ellas.
R.- Desde esos entornos, se está fomentando también, y no es casualidad, el descrédito sistemático de los medios de comunicación. Lo que se traslada es que no hay que creerse lo que diga un medio de comunicación supuestamente serio: es el mensaje oficialista. La verdad la tengo yo y pasa por desacreditar a los medios que representan a la democracia. Esto es muy peligroso. Por otra parte, vivimos en un mundo, y en un país, con un nivel de polarización, de radicalización, donde contar la verdad desde un punto de vista plural es cada vez más difícil. Yo intento dar por supuesto –igual soy un ingenuo–, que mis espectadores pensarán unos una cosa y otros otra. Tenemos que hacer informativos no solo para un espectro político de derechas o de izquierdas. Las verdades no son absolutas y todo es opinable y discutible. Ahora, da igual lo que hagas porque habrá una parte muy importante de la población que dirá: ¿este dónde está?, ¿este con quién está? Es alucinante. Yo llevo, como si fuera un monje guerrero, ser distante con todo poder político. ¿Sabes por qué? Porque cuando nacieron las televisiones privadas hubo muchos intentos de control, de unos y de otros. Y a mí, personalmente, me pareció una especie de violación de mi dignidad profesional. Me he rebelado siempre contra eso.
«Es muy difícil que directivos de cadenas públicas no sean correa de transmisión»
P.- TVE siempre ha sido la televisión del Gobierno. ¿Hay más manipulación ahora que en etapas anteriores? ¿Qué opinión te merece la polémica de Eurovisión?
R.- Los informativos hemos contado lo que ha pasado con Eurovisión porque se ha convertido también en noticia política. Pero, tampoco nosotros tendríamos que estar hablando mucho de Eurovisión el mismo día en que lo estaba dando la competencia. Los partidos políticos que han gobernado este país –básicamente, PP y PSOE– siempre han mostrado un gran interés en controlar las televisiones públicas estatales. También las privadas. No siempre lo conseguían, afortunadamente, pero los dos lo intentaban. La pública, siempre. En las televisiones autonómicas el control político también ha sido históricamente alto. En una España ideologizada es muy difícil que directivos de cadenas públicas no sean correa de transmisión.
«La televisión pública es también entretenimiento, pero con unos límites»
P.- ¿No se están saltando líneas rojas en TVE, al programar espacios como La familia de la tele, la nueva versión de Sálvame?
R.- Ese programa no lo he visto nunca. La televisión también es entretenimiento, pero una televisión pública tiene que tener unos límites. Entiendo que sea muy cuestionable y muy polémico ese programa en la televisión pública. Pero, me parece ya tan complejo el mundo del periodismo ahora mismo que opinar sobre el entretenimiento en televisión me supera. También te voy a decir una cosa: no soy un permanente consumidor de tele. Veo muchos programas informativos y de actualidad, muchas veces a la carta, pero no devoro concursos ni espacios de entretenimiento. Con la actualidad tengo saturada y cubierta mi cuota de televisión diaria. Tampoco quiero opinar de lo que no he visto. ¿La televisión pública tiene que apostar por ese tipo de programas? Probablemente, no.
«Es peligroso que los políticos señalen a periodistas con nombres y apellidos»
P.- ¿Qué opinas del señalamiento a periodistas por parte de algunos dirigentes políticos?
R.- Hay una dinámica peligrosa de políticos señalando a periodistas con nombres y apellidos. No es nuevo. Forma parte de una estrategia para desacreditar a todos los medios de comunicación. ¡Cuidado, que no dicen la verdad, cuidado, que son del otro lado…! A quien no les guste Ana Rosa o Antonio García Ferreras, que no los vea. Y si hacen algo que sobrepasa el marco constitucional o calumnian e injurian, pues ahí están los jueces. A mí no me gusta un periodismo aséptico que no se moje con nada. También he vivido y sufrido épocas en las que se decía: no molestemos a nadie. Estos porque son los nuestros y los otros porque están en el poder y no nos interesa. Creo que tenemos que molestar a quien toque. Y eso no lo decido yo con una escaleta; lo decide la actualidad.
«La experiencia más dura la viví en Sarajevo, viendo cómo mataban a ancianas y a niños en la cola del pan»
P.- El fin de semana se asocia a una información más relajada, pero también ocurren cosas importantes…
R.- Mi gran amigo Pepe Ribagorda, un periodista como la copa de un pino, me dice siempre: «todo pasa en fin de semana». Encima, tenemos menos gente y menos medios. El primer día de confinamiento, cuando la pandemia de la Covid, fue un sábado. Y tantas y tantas cosas. Algunas de ellas muy serias y muy graves. El fin de semana es duro para quien no esté acostumbrado, pero a mi edad, con mis hijos ya mayores, a mí no me importa hacerlo.

P.- ¿Cuál ha sido la noticia o experiencia más difícil que has vivido en tu ya larga trayectoria profesional?
R.- Como reportero, sin lugar a duda, lo más duro fue Sarajevo: ver cómo mataban a ancianas y a niños en la cola del pan. O la caída de un mortero que mató a 68 personas en el mercado de Sarajevo. Son imágenes que se te quedan grabadas y sueñas con ellas. Nada más aterrizar en Sarajevo, en un Hércules de las fuerzas aéreas alemanas, entre la bruma y la nieve, una niña pequeña sollozando se vino hacia mí y me agarraba, y me agarraba, pidiendo comida. Vino sola de la nada y se volvió hacia la nada. Solo tenía un bote de leche condensada y se lo di. Me he quedado con la cara de esa niña. Nunca supe qué fue de ella porque nos tuvimos que ir. Esas imágenes te hacen más fuerte y más sencillo. Valoras más lo que tienes. Estuve en una casa en Sarajevo con una señora a la que le habían matado a su marido, su hijo estaba en la guerra – no sabía dónde – y ella vivía con una niña de 13 años en una casa sin luz, sin agua y con todos los cristales rotos por los bombardeos. Llevaba así tres años. Fue un infierno aquello.
«Los dueños de los medios tienen que cuidar al capital humano, no sólo a las estrellas»
P. ¿Cómo ves el futuro de la profesión periodística?
R.- Hay que tener un poco de paciencia. Los dueños de los medios tienen que cuidar al capital humano, no solamente a las estrellas. Si no, muchas de esas figuras emergentes se irán. Se harán youtubers, influencers y les harán la competencia. Hay que dar paso a los jóvenes.
P.- Eres forofo del Real Madrid y presumes de ello. ¿Qué te ha parecido el cambio de entrenador?
R.-Era necesario. Ancelotti es una leyenda por todo lo que ha conseguido (15 títulos con el Real Madrid), pero hacía falta un recambio. A mí me encanta Xabi Alonso. Ya veremos.