The Objective
Fuera de micrófono

Joan Tapia: «La independencia fracasó por el 155 y la pelea entre los independentistas»

Dirigió ‘La Vanguardia’ 13 años y ahora preside el Comité Editorial de ‘El Periódico’. Gran conocedor de la política catalana

A sus 79 años, observa atentamente lo que ocurre en la política española y, muy especialmente, en la política catalana. Próximo al PSC desde los años 70, asesor de Comunicación en el Ministerio de Economía con Miguel Boyer a principios de los 80, Joan Tapia recuerda en esta entrevista concedida a Fuera de Micrófono los momentos más delicados de la deriva independentista iniciada por Artur Mas en Cataluña y el fracasado intento de ruptura con España.

En un tono sosegado y conciliador –algo que echa en falta cuando viene por Madrid–, Tapia lamenta los errores de unos y de otros. «Artur Mas –afirma– cometió la gran equivocación de ir hacia la independencia, cosa que Jordi Pujol nunca había hecho». Después aparece en escena Carles Puigdemont y –según el veterano periodista–, comienza la pelea entre Convergencia y Esquerra Republicana de Cataluña para ver quién encarna mejor el sentimiento de una Cataluña independiente. A partir de ahí, comienza lo que califica de «desastre para Cataluña y España».

Pero no toda la culpa, en su opinión, es de quienes proclamaron la independencia aquel 27 de octubre de 2017. A la hora de buscar responsabilidades, Tapia, pone también el foco en el nacionalismo español por haber reaccionado de «una forma exagerada» a la aprobación del nuevo Estatuto

Tras haber dirigido La Vanguardia entre el año 1987 y el 2000, fue destituido, según el mismo reconoce, por ser poco complaciente con el gobierno de José María Aznar. «Mi destitución –recuerda– se interpretó como un triunfo de Aznar. Lo que pasa es que el director que nombraron (José Antich) era más nacionalista catalán que partidario del PP». Hasta tal punto que el diario del Conde de Godó vivió una especie de ‘flirteo’ con el gobierno de Artur Mas.

Joan Tapia trabaja ahora para la competencia —El Periódico–, pero no está dispuesto a juzgar o criticar la línea editorial del diario La Vanguardia, donde empezó como redactor de Economía y llegó a ser director. «Prefiero una Vanguardia como la de ahora, a una Vanguardia que estuvo demasiado influida por un gobierno de la Generalitat que apostaba por la independencia de Cataluña».

PREGUNTA.- ¿Cómo ha ido el homenaje de reconocimiento de esta mañana a 20 periodistas que defendieron las libertades en la Transición, organizado por la Asociación de Periodistas Europeos?

RESPUESTA.- Ha sido un acto entrañable, donde había gente a la no había visto desde antes de la pandemia. Estaban Juan Luis Cebrián, Iñaki Gabilondo, Luis de Olmo, Gorka Landaburu que, como sabes, sufrió un atentado de ETA, José Antonio Martínez Soler, que también tuvo un problema serio. Son cosas que está bien rememorar.

P.- ¿Qué produce un acto de esas características, nostalgia o un poco de vértigo?

R.- Produce cierta satisfacción, pero al mismo tiempo preocupación, porque España no ha ido tan bien como esperábamos que fuera. La democracia, hoy en día, tiene en todas partes asignaturas pendientes que no tenía hace 25 o 30 años. El gran politicólogo americano Francis Fukuyama, escribió en 1989, cuando cayó el comunismo: es el fin de la historia, la democracia va a gobernar siempre. Ahora, vemos que tiene problemas. 

P.- Empezaste de redactor de economía en La Vanguardia y acabaste siendo director de ese mismo periódico en el año 1987. ¿Fue un sueño cumplido?

R.- Sí. Entré en La Vanguardia en 1971, cuando Richard Nixon declaró la convertibilidad del dólar en oro. Entonces, el director del periódico, Horacio Sáenz Guerrero, se encontró con que no había sección de Economía en La Vanguardia. Por casualidad, fui a parar ahí, donde estuve varios años. Después, fui director de publicaciones en un diario muy importante en la Cataluña de aquella época, que se llamó El Noticiero Universal. En el primer gobierno de Felipe González, trabajé como asesor de Comunicación de Miguel Boyer. Estuve de 1982 a 1985 en Madrid, trabajando en el Ministerio de Economía con Boyer, donde aprendí mucha economía. 

P.- ¿Y te fuiste cuando Boyer salió del Gobierno?

R.- El día que el ministro cesó, todos los cargos de confianza cesamos, así que volví a La Vanguardia para hacer el suplemento de Economía, hasta que a mediados de 1987 me nombraron director. Fue una etapa apasionante, hasta el 2000.

P.- La Vanguardia siempre ha sido un periódico próximo al nacionalismo, pero no independentista.

R.- Era un diario básicamente moderado. 

«La Vanguardia siempre ha sido el diario de la clase media catalana, que es muy plural»

P.- ¿Cambió su línea editorial con la llegada de José María Aznar al Gobierno?

R.- La Vanguardia siempre ha sido el diario de la clase media catalana, que es muy plural. En mi etapa de director intentamos hacer un diario lo más abierto posible. Había dos partidos importantes en Cataluña, Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) y el Partido Socialista Catalán (PSC) e intentamos hacer un diario que no fuera agresivo con ninguno de los dos, ni supeditado a ninguno de ellos. A Convergencia no le gustó demasiado la idea, pero lo aceptó. Básicamente, se trataba de hacer de La Vanguardia un periódico más moderno, porque era mucho más antiguo que El País, el diario nuevo que llegó a Barcelona con ganas de conquistar la plaza. Nunca lo consiguió. Nuestro gran competidor era El Periódico de Cataluña, del que ahora soy presidente del Comité Editorial y columnista, un diario más orientado hacia la izquierda, que leía la clase trabajadora. Intentamos representar bien a la sociedad catalana; una sociedad en la que las clases medias son muy plurales. Hay mucho multipartidismo en Cataluña, en comparación con lo que hay en Madrid, por ejemplo. 

P.- ¿Es cierto que la prensa madrileña es más beligerante y combativa que la catalana? Incluso se critica el ‘oasis catalán’.

R.- El ‘oasis catalán’ es un cierto clima de menos beligerancia que en Madrid. El éxito de La Vanguardia se produjo cuando los diarios del franquismo desaparecieron en Cataluña. Solamente quedó La Vanguardia. ¿Por qué? Porque, durante la Segunda Guerra Mundial, La Vanguardia fue partidaria de los aliados, de Gran Bretaña y Estados Unidos, entre otras razones, por los corresponsales que tenía. El gran corresponsal de La Vanguardia en Londres era Augusto Assía, que después se casó con María Victoria Fernández-España, exvicepresidenta de las Cortes, del Partido Popular. Fue un diario vinculado a la dictadura, pero en política internacional estaba con las democracias europeas. Y El Periódico de Cataluña nació como un medio de protesta, de explosión de la democracia. Pero, luego se movió a posiciones de centro izquierda.

«Artur Mas cometió la gran equivocación de ir hacia la independencia, cosa que nunca hizo Jordi Pujol»

P.- Se te ha etiquetado de socialista moderado, cercano al PSC y a la socialdemocracia de Miguel Boyer.

R.- Boyer era un socialdemócrata especial. Efectivamente, siempre he sido socialdemócrata, aunque el PSC no era un partido socialdemócrata. Estaba más a la izquierda. A los socialdemócratas, en Cataluña, se nos acusaba en la Transición de estar muy a la derecha. El PSC negaba ser socialdemócrata. Hubo una figura importante, Josep Pallach, líder del Movimiento Socialista de Cataluña en el exilio. Me sorprendió por su gran realismo. Había una oposición radicalizada, con mucha influencia del PSUC, y recuerdo que él dijo: España va camino de ser una sociedad de clases medias – no lo era cuando yo lo conocí en el 1965 -, necesitará entrar en Europa y Europa exigirá que haya una democracia. Los que dominan el sistema y el franquismo no podrán entrar en Europa. Y se vio perfectamente en la Transición. Lo más importante en los países es la libertad y la democracia. Y los gobiernos deberían ser gobiernos que se cambiaran, que hubiera una alternancia relativamente pacífica. Eso en España se produjo, pero ahora está más complicado. En Cataluña se complicó todo cuando Convergencia dejó de ser un partido nacionalista para convertirse en un partido independentista

P.- ¿Quién fue el culpable de aquello?

R.- Hay una figura importante que es Josep Tarradellas, presidente de la Generalitat en el exilio, al que llamó Adolfo Suárez en la Transición para nombrarlo de nuevo presidente de Cataluña y restaurar la Generalitat. ¿Por qué? Porque, si no, el resultado de las elecciones generales de 1977 nos hubiera llevado a un gobierno de Frente Popular. Los socialistas del PSC estaban bastante radicalizados, en alianza con el PSUC, y eso hubiera acabado en un Frente Popular, cuando todavía existía la Unión Soviética. El único gesto de ruptura que hay en la Transición es la vuelta de Tarradellas para presidir la Generalitat. Después, el primer presidente electo será Jordi Pujol, que es una figura discutible. El mérito de Pujol, empezamos por el mérito…

«El referéndum de octubre de 2017 fue un desastre para Cataluña y para España»

P.- Sí, porque lo que vino después no fue muy meritorio.

R.- Pujol ha sido un hombre razonable, que sabe historia, que conoce la política internacional y que nunca cometió un error político mayúsculo. ¿Cuál es su pasivo? Su pasivo fue creer que, para tener una mayoría y gobernar, había que hacer una política nacionalista. Mientras él estuvo, no se cometió ningún error grave. Pero, cuando él desapareció, eso de «Cataluña primero», que en el año 1980 y viniendo del franquismo tenía su lógica, provocó que Artur Mas se equivocara y cometiera la gran equivocación de ir hacia la independencia, cosa que Pujol nunca hizo.

P.- Además, adelantó después unas elecciones para perderlas.

R.- Nunca tuvo mayoría absoluta, cosa que sí tuvo Pujol. En parte, por la radicalización. Artur Mas exageró tanto el nacionalismo que creó en sus seguidores una tendencia que llevó a la equivocación. Esa equivocación no la hizo Pujol directamente, ni tampoco Artur Mas, porque se tuvo que retirar, y nombró a Carles Puigdemont. Fue una pelea entre independentistas, entre Convergencia y Esquerra, por ver quién encarnaba realmente Cataluña. Y nos llevaron al desastre en el 2017. Fue un desastre para Cataluña y para España. La culpa no es solo de los independentistas catalanes; también lo es de un nacionalismo español que reaccionó contra el nuevo Estatuto de una forma exagerada.

En Cataluña siempre se había creído que era posible más autonomía dentro de España. Cuando se vota el Estatuto, en Cataluña primero y después en el Congreso y el Senado, donde se recorta… Aquella frase de Alfonso Guerra, cuando dijo: «lo hemos afeitado». Se vota, se aprueba, y después el PP lo recurre al Tribunal Constitucional. El TC, en una sentencia rara, se carga una parte del Estatuto y ahí se produce un divorcio entre una parte muy importante de la opinión pública catalana y una parte muy importante de la opinión pública española. La independencia fracasa en Cataluña porque hay un artículo 155 y porque los independentistas, que continúan ganando elecciones durante un tiempo, se pelean entre ellos y no pueden ni gobernar juntos. Nada más se ponen de acuerdo en que Salvador Illa no gobierne. Pero, en las elecciones de 2004, ya gana Salvador Illa y no hay mayoría nacionalista. La situación se ha reconvertido totalmente.

P.- ¿Tú crees?

R.- Totalmente. Antes, gran cantidad de balcones de Cataluña estaban inundados de banderas independentistas, había manifestaciones continuamente, y ahora de eso no hay nada.

«Cataluña estaba muy tensa, inflamada, y Salvador Illa y Sánchez la han desinflamado»

P.- Hay quien piensa que esa calma es fruto de que se les está dando todo lo que piden.

R.- No. Yo creo que no. La amnistía y el indulto es pacificar. Cataluña estaba muy tensa, inflamada, y lo que ha hecho Salvador Illa, y Pedro Sánchez también –hay que reconocerlo–, es desinflamarla. Otras cosas son muy discutibles, pero lo que es indiscutible es que Cataluña se ha desinflamado. Porque no se ha querido ahondar en la herida, sino gobernar para el futuro. Y la amnistía, todo lo opinable que se quiera, es una forma de borrar el pasado. Para gobernar un país con normalidad –y Cataluña es un país– no puedes tener al 48% de la población en contra.

P.- ¿Se habría aprobado la amnistía si no hubiera sido necesaria para que Sánchez lograra gobernar?

R.- No, creo que no. Les habría dado el indulto. El indulto era absolutamente necesario para borrar lo ocurrido. La amnistía es un indulto ampliado. Y eso es fruto de la política española. Sánchez necesita una mayoría y arma esa mayoría con los siete diputados de Puigdemont, cuyo partido tuvo una caída importante.

«La situación política en Cataluña no es absolutamente normal, pero tiende a ello»

P.- Una caída, pero con un poder de influencia enorme.

R.- Un poder importante para exigir algunas cosas. Pero, la amnistía en Cataluña ha ayudado. Ha sido un indulto máximo y ha desinflamado. El problema de la amnistía es que ha inflamado a España o a una parte de España. España se inflama cuando en Cataluña se predica la independencia continuamente, cuando hay desorden, cuando hay manifestaciones independentistas. Hoy en día, en Cataluña no hay nada de eso. Los partidos nacionalistas han perdido la mayoría en el Parlamento. Es verdad que tampoco hay otra mayoría. La mayoría que sostiene a Illa está basada en un pacto con Esquerra Republicana y con Los Comunes, un partido que podríamos situar en la extrema izquierda. No hay una mayoría españolista. El PSC no es un partido anticatalanista. La situación política en Cataluña no es absolutamente normal, pero tiende a la normalidad.

P.- ¿La crisis política de Cataluña ha ocasionado un daño irreversible a su economía?

R.- España se ha desarrollado. Cataluña era la única región industrial española, junto al País Vasco. Con la democracia se corre mucho y España se industrializa. Hay comunidades autónomas que antes no tenían industria y que ahora la tienen. Eso hace que Cataluña pierda peso. Es lógico. Si otras comunidades autónomas suben, Cataluña pierde. El proceso no ayudó nada. Pero, no hay que dramatizar. Tampoco fue la catástrofe. El proceso no provocó en Cataluña una ruina económica. Lo que provocó fue otra cosa: que la sociedad se dividiera en dos y eso resultaba desagradable. Para los independentistas, que creían que iban a arrollar, fue desagradable. Otros pensaban: nosotros no somos independentistas y somos mayoría en Cataluña. Creo que la situación se ha descrispado. La prensa catalana es menos crispada, no solamente La Vanguardia, sino El Periódico, perteneciente al grupo Prensa Ibérica de Javier Moll, que tiene 18 diarios en España. Es un grupo políticamente no monolítico. Hay diarios que están más orientados al centro izquierda y otros más orientados al centro derecha. El grupo de Javier Moll sería imposible en una España de trincheras. Cataluña, que ha estado en la trinchera durante la etapa del proceso, ya no está en la trinchera. Cuando el Rey venía a Cataluña, durante el proceso, tenía que soportar manifestaciones. Ahora, el Rey visita Cataluña con toda normalidad. Y eso es positivo.

Joan Tapia visita Fuera de micrófono . | Kevin Borja

P.- Hay menos crispación.

R.- Cataluña se ha desinflamado y la prensa, aunque nunca ha estado inflamada, estaba más influida por el nacionalismo cuando tenían el poder. La etapa buena de la prensa era cuando había muchísima publicidad. Cuando hay menos publicidad, hay menos libertad.

«Mi destitución en ‘La Vanguardia’ se interpretó como un triunfo de Aznar, pero mi sucesor era más nacionalista que del PP»

P.- El poder político intenta controlar los medios públicos e influir todo lo posible en los privados. ¿Cómo viviste tú destitución por presiones políticas en la etapa de José María Aznar?

R.- Fui director de La Vanguardia en la primera legislatura de Partido Popular y dejé de serlo cuando Aznar alcanzó la mayoría absoluta. Lo contaré en mis memorias, si es que las escribo. No me gusta demasiado hablar del tema. No hay que mirar al pasado con rencor. Seguramente, ser director de La Vanguardia en una legislatura de Aznar con mayoría absoluta no me hubiera gustado. Hubiera tenido muchos problemas. Por lo tanto, que me cesaran en aquel momento, mirándolo con perspectiva, me parece bien. Había un cierto cansancio de que La Vanguardia –en medios económicos y de Convergencia– no fuera un diario sumiso ni a la derecha española ni a la derecha catalana. Y, cuando el PP consigue la mayoría absoluta, quitarme a mí de director se interpretó como un triunfo de Aznar. Lo que pasa es que el director que nombran en mi lugar (José Antich) es más nacionalista catalán que partidario del PP. La Vanguardia inició una etapa de flirteo con el gobierno nacionalista de Artur Mas. No con el gobierno de Aznar. Cuando priorizas tanto el absolutismo político, consigues hacer un diario más favorable al nacionalismo catalán. A veces, se equivocan. 

P.- ¿La línea editorial de La Vanguardia es muy progubernamental en estos momentos?

R.- No voy a criticar a La Vanguardia actual. Tuvo una etapa de sugestión al nacionalismo muy fuerte. Era la opción de un director y del propietario, Javier Godó, pero esa etapa se acabó con Màrius Carol, primero, y ahora con Jordi Juan. La Vanguardia de ahora es un diario razonable. Puede parecer que tiene posiciones demasiado transigentes con Pedro Sánchez. Puede parecer, aunque no lo voy a juzgar. Pero, prefiero una Vanguardia como la de ahora a una Vanguardia que estuvo demasiado influida por un gobierno de la Generalitat que apostó por la independencia de Cataluña. Porque la independencia fue un gran error para Cataluña y para España. Los culpables no son sólo los nacionalistas catalanes, sino también los nacionalistas españoles que no toleraron el Estatuto. También tienen su parte de culpa. En países como España, que tienen lenguas y culturas diferentes dentro, la convivencia puede ser difícil. Eso se vio muy bien en la Transición. Se quería borrar la dictadura y los dos grandes partidos de la transición eran UCD y PSOE. La UCD desapareció y el PP no es exactamente la UCD. Ha tenido una deriva que no le ha ido bien. Ahí está Vox.

«El gran problema del PP es que ni con Vox ni sin Vox tienen mis males remedio»

P.- ¿El problema del PP es Vox?

R. Por descontado. Vox estaba antes dentro del PP, pero tenía una influencia muy limitada. Aznar y Rajoy gobernaron con mayoría absoluta. Rajoy, al final, no renovó esa mayoría porque apareció Ciudadanos. En el fondo, el gran problema del PP hoy es que ni con Vox ni sin Vox tienen mis males remedio. Sin Vox, el PP no obtiene mayoría y con Vox puede tenerla, pero tampoco la ha tenido. Puede gobernar, con problemas, en algunas comunidades autónomas. Hoy en día, el centro derecha europeo no quiere gobernar con la extrema derecha, como se ha visto en Alemania. En Austria han estado a punto de gobernar con la extrema derecha y no lo han hecho. En Francia hay una crisis de los partidos de centro, por el fracaso de Emmanuel Macrón, y lo único que les une es que no gane y gobierne Marie Le Pen. Esto en España ahora es al revés: uno de los problemas del PP es pactar con Vox. A corto plazo, ha podido ser una ventaja para Sánchez, porque provoca una reacción contraria, pero, a la larga, produce una polarización. La Constitución Española exige que los grandes partidos se pongan de acuerdo en algunas cosas. Y, si los grandes partidos no se ponen de acuerdo en nada, la Constitución funciona mal. La gente del PSOE dice que es culpa del PP y la gente del PP que es culpa del PSOE. En gran parte, es culpa de los dos.

P.- ¿Crees que, en las actuales circunstancias, deberían convocarse nuevas elecciones?

R.- La Constitución dice lo que dice: para echar a un gobierno tiene que dimitir el presidente o tiene que haber una moción de censura. Lo que pasa es que ahora no hay una moción de censura posible y el presidente del Gobierno parece que no quiere dimitir. ¿Se equivoca al no querer dimitir? No lo sé. Desde luego, gobernar sin presupuestos no es una situación ideal, ni muchísimo menos. Y que continúe la polarización política dos años más no será bueno para España. Ahora, decir: usted dimite porque es el capo de la mafia… Evidentemente, así no va a dimitir.

P.- ¿No te gusta el eslogan ‘mafia o democracia’?

R.- No.

«Si le dices a Sánchez que tiene que dimitir por ser el capo de la mafia, seguramente que no lo hará»

P.- ¿Te parece mejor ‘España nos roba’?

R.- Tampoco, porque es mentira. No sé si el señor Sánchez es el capo de la mafia o no. No me quiero meter en eso. Pero ‘España nos roba’ no es verdad, evidentemente, aunque a lo mejor la financiación no es la adecuada. El simplismo no es bueno en la política. Si tú le dices al presidente del Gobierno que tiene que dimitir porque es el capo de la mafia, seguramente no se irá. Porque nadie quiere irse por ser el capo de la mafia. No lo encuentro inteligente por parte del PP. El señor Feijóo lo que tendría que hacer es generar confianza en los españoles. No sé si lo está haciendo. Las encuestas continúan dando que el PP y el PSOE están muy equilibrados. El problema del gobierno actual es que la izquierda más izquierda está partida y, hoy por hoy, en las encuestas desaparece. En cambio, la derecha del PP (Vox) no desaparece, sino que crece. Esto nos llevaría a un gobierno PP-Vox. Un gobierno del PSOE apoyado en la izquierda no es la situación ideal, ni muchísimo menos, pero tampoco un gobierno del PP apoyado por Vox. Mi impresión es que la prensa tiene que intentar informar y generar espacios de consenso.

P.- ¿Procurar que no se rompan más puentes?

R.- Sí, porque ya hay mucho rotos. Se decía que en Cataluña todos eran independentistas y nunca tuvieron más del 47% o el 48% de los votos. El sistema electoral español permite que haya una coalición que no quiere que Sánchez se vaya. Sánchez no tiene mayoría para gobernar, pero sí mayoría para que no gobierne el PP con Vox.

P.- Tenemos un Gobierno que depende de unas minorías que no son precisamente las que hubo en la Transición…

R.- No es una situación agradable. En Prensa Ibérica, por ejemplo, intentamos no atizar las divisiones, sino favorecer los consensos. En España hay una gran asignatura pendiente. No sé si en España tendría que haber una gran coalición PSOE-PP, pero lo que no puede ser es que no se pongan de acuerdo en nada. Y que uno diga que todo es por culpa del otro y viceversa. Llevamos ya demasiados años así. Afortunadamente, la economía española va bien y eso hace que las tensiones políticas se vean sólo en determinadas capas. En la profundidad de la sociedad española no creo que haya una gran crispación. Si hubiera una colaboración PSOE-PP en algunas cosas, como por ejemplo en la Ley del Suelo, el país funcionaría mejor.

«La sociedad española es muy fuerte y, pese a todo, las empresas funcionan»

P.- Para terminar, ¿qué le pareció la polémica de los pinganillos? ¿No cree que las preocupaciones de los españoles son otras?

R.- La sociedad española es muy fuerte y, pese a todo, las empresas funcionan. Venden más, exportan, la Bolsa española es la que más se ha revalorizado en Europa en lo que llevamos de año. El sábado leí en el diario Expansión: «La Bolsa como nunca». España no está tan mal como se dice, ni tan bien como se dice. Pese a todo, los españoles y los catalanes funcionan. Es verdad que eso, a la larga, es muy peligroso. Recuerdo que en el año 1983 o 1984 –primeros años de Felipe González–, en una reunión del Círculo de Economía, intervino el italiano Carlo de Benedetti y dijo: «En España los empresarios se quejan de que el Gobierno tendría que hacer esto o lo otro. Nosotros, los empresarios italianos, estamos encantados de que no haga nada. Mientras menos cosas haga el Gobierno, más cosas podemos hacer nosotros». Pero, que el gobierno no funcione bien es malo para España. Algún día esto se tiene que acabar, pero por métodos democráticos. En ningún país serio las manifestaciones hacen caer gobiernos. Hacen caer gobiernos los mecanismos parlamentarios o las elecciones, cuando correspondan.

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