Alarma en Moncloa por la agonía del sanchismo mediático: «Con RTVE no es suficiente»
En el Gobierno estudian fórmulas para recuperar el favor del grupo Prisa, considerado clave en su ecosistema de medios

Marta Flich, Javier Ruiz, Gonzalo Miró, Silvia Intxaurrondo y Jesús Cintora. | Ilustración de Alejandra Svriz
El 25 de agosto, El País marcaba el terreno al Gobierno en el comienzo del que será el curso político más incierto y más bronco. Con un incendiario editorial, la cabecera del grupo Prisa recordaba a Pedro Sánchez que «sin presupuestos no se gobierna» y pedía que la elaboración de las cuentas públicas se convirtiera en su absoluta prioridad. No pedía elecciones -como el Partido Popular- pero insinuaba que sin cuentas públicas no se podía gobernar, solo administrar y, por tanto, había que buscar soluciones. Por si había alguna duda, el generalista se distanciaba de su no tan lejano pasado sanchista y ponía presión sobre un Ejecutivo con cada vez menos apoyos mediáticos.
La presión sobre Pedro Sánchez es máxima desde que se aupara nuevamente a La Moncloa en noviembre de 2023 –tras una de las campañas electorales más duras y mediáticas que se recuerden- y desde entonces pocas cosas han ido bien. Las sucesivas investigaciones judiciales contra sus dos últimos secretarios de Organización, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, su hermano David Sánchez, su mujer Begoña Gómez y el bonus del fiscal general, Álvaro García Ortiz, le han sepultado ante la opinión pública. Por ello, comenzar el que podría ser su curso más complejo sin el que hace cuatro meses era su sostén mediático, no es una buena noticia. Para nada.
El pasado 6 de junio el presidente del grupo, Joseph Oughourlian, nombraba a Jan Martínez Ahrens como director de El País, con la declarada intención de marcar distancias con La Moncloa y plantearse como un grupo de izquierdas, pero sin peajes con Palacio. En medio de la guerra por el control de Prisa y tras la derrota de los accionistas cercanos al Gobierno, el diario estrena el curso con un quirúrgico editorial pidiendo cuentas, pero no exigiendo (todavía) la salida de Sánchez. Es lo que toca en momentos en los que en las próximas semanas se empezará a negociar la compra de su paquete accionarial, todo con el patrocinio del Gobierno. Una vuelta de tuerca para posicionarse en el terreno sin estrangular al enemigo.
Politización de RTVE
Paradojas de la vida. Una semana después (el 2 de septiembre), el presidente del Gobierno inauguraba el curso político en la que cree que es su casa -y esto no es una metáfora del servicio público de TVE, sino que la constatación de que quien realmente manda en la cadena- y precisamente con Pepa Bueno, la última directora de un El País volcado totalmente con la causa sanchista. Y resulta que (mala suerte para el presidente) la periodista optó por hacer periodismo. Es verdad que dejó cosas en el tintero, pero hay coincidencia en la profesión de que estuvo mucho más incisiva de lo que muchos esperaban.
La emisión de imágenes enfrentando al actual Sánchez -el que da por bueno gobernar sin Presupuestos- con el viejo Sánchez – el que pedía elecciones- incomodaron al presidente. Paradójicamente, la misma tesis de El País enarbolada una semana antes. Sus reacciones tras esta emisión (que no se vieron en directo) dieron buena cuenta de esta incomodidad y le hicieron dudar de que la entrevista en TVE haya sido la mejor manera de romper su silencio de más de un año sin dar entrevistas. El comienzo del curso mediático no ha empezado como le habían prometido sus asesores mediáticos.
Efectivamente, el comienzo del curso no ha sido el esperado. Con El País en rebeldía, la Cadena Ser contemporizando los mensajes y sin el apoyo de hace unos meses y el nuevo canal de TDT Todo Noticias que le prometieron sin ninguna empresa afín interesada, el único gran medio que le queda al sanchismo es RTVE. Es verdad que siguen teniendo una serie de plataformas y tertulianos tuiteros difundiendo los mensajes y los argumentarios las 24 horas al día y los siete días a la semana, pero ni el propio Gobierno confía ya en ellos, como ha quedado demostrado en el veto establecido en el Congreso por el propio PSOE y sus socios parlamentarios a las pequeñas webs de izquierdas.
Problemas de Sánchez
El análisis que se hace en La Moncloa es que «RTVE no es suficiente», pese a todos sus esfuerzos, a sus 12 horas diarias de tertulias al servicio de Pedro Sánchez, con opinadores fieles o con telediarios que todos los días no se ocultan para apoyar al Ejecutivo. La gran cobertura de las protestas en la vuelta ciclista, las medidas de Sánchez contra Israel o la demonización de Alberto Núñez Feijóo por publicar en sus redes un «me gusta la fruta», son el ejemplo más reciente de la cobertura ideologizada de la cadena pública. Pero no es suficiente. En contra están casi todos los legacy media, los grandes grupos editoriales, la nueva prensa de internet, dos de las tres principales emisoras de radio y los dos grandes grupos de televisión.
En la planta noble de Palacio son conscientes de que el curso que comienza es duro y que saldrán nuevos informes policiales que pueden complicar aún más los casos abiertos, acercar el fantasma de las dudas de la financiación del PSOE y salpicar a nuevos miembros del Ejecutivo. Y la actual orfandad mediática no es el mejor escenario para encajar todos los golpes que vienen. El gran miedo es enfrentar esta guerra mediática en minoría más allá de 2026 y abonar a un terreno que pueda anticipar un fracaso en las elecciones generales de 2027. Si es que se llega a ellas.
Un cúmulo de circunstancias que han hecho a Moncloa entrar en pánico y descontrol y a buscar soluciones a la desesperada. Los asesores han presentado un puñado de respuestas que van desde recuperar el control del grupo Prisa, establecer un mayor control para torpedear a los medios críticos o reforzar las ayudas para los grandes editores. Estas dos últimas opciones ya se han intentado con escasos resultados, por lo que la opción del grupo de medios es la que gana más fuerza, aunque con dudas, porque pondría en riesgo el escaso capital político que le va quedando al presidente.
Opciones en Prisa
Intentar tomar el grupo Prisa es una operación arriesgada, pero es lo que se necesita. Sus asesores le recuerdan a Sánchez que la campaña de verano de 2023, en la que el diario El País, la Cadena Ser y RTVE fueron la clave para la espectacular remontada que finalmente se produjo en las urnas y que evitó una mayoría del PP y de Vox. No olvidan tampoco que la fragmentación mediática de la izquierda tarde o temprano terminará traduciéndose en una fragmentación de su electorado, algo que podría acabar con sus posibilidades de ser reelegido en 2027.
Y para esta intervención tienen varias opciones: la primera es comprar la empresa a través de los rebeldes liderados por Adolfo Utor, Andrés Varela y José Miguel Contreras, aunque esta posibilidad está cada vez más lejana por los problemas de estos accionistas para encontrar la financiación que ponga encima de la mesa los 800 millones que exige Oughourlian en una opa por la totalidad. La segunda posibilidad es intentar estrangular a la compañía con la publicidad institucional y de empresas públicas o vinculadas con el Estado, una alternativa que en Gran Vía están dispuestos a asumir; y en tercer lugar, intervenir la empresa por la fuerza con el Boletín Oficial del Estado (BOE) y los resortes institucionales el Estado.
En este caso, se trata de buscar fórmulas legales para una suerte de intervención pública que aparte al actual gestor bajo la excusa de sanear la empresa y que dé paso a una tutela del Estado. Es la opción más arriesgada, pero la que garantizaría un éxito más inmediato. En todo caso, el objetivo es claro: «Hay que recuperar Prisa», porque la RTVE más politizada que se recuerde no es suficiente para apagar todos los fuegos mediáticos que acosan al Gobierno. Pero hay dudas de cómo hacerlo y si es que vale la pena emprender un asalto por la fuerza considerando la actual debilidad de Sánchez y su Ejecutivo. De momento solo hay una certeza… el tiempo juega en contra de Moncloa.