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¿A qué se debe la obsesión por el divismo de Terelu?

Había en ella algo de ese divismo de la vieja escuela que la llevó a vivir por encima de sus posibilidades, en todos los sentidos

¿A qué se debe la obsesión por el divismo de Terelu?

Terelu Campos.

Ahora que Terelu vive la Semana Santa desde un balcón de Málaga, conviene recordar que todos cargamos con nuestra cruz, pero la suya se ha convertido en los últimos tiempos en una más pesada que una losa. Sí, sabemos que la vida es un bumerán, que todo vuelve, hasta las hombreras y el pantalón campana, pero resulta llamativo el constante recordatorio de unas anécdotas del siglo pasado para alimentar la leyenda negra de la colaboradora, entonces presentadora con todas la de la ley. No es que su pasado vuelva en oleadas cada cierto tiempo, es que es una constante con la que nos martillean sistemáticamente y que, para colmo, va creciendo como una bola de nieve hasta alcanzar cotas inimaginables, llegando incluso al recurso de usar testigos protegidos para construir el retrato de una diva que se parece a la que canta Melody con uñas, dientes y tecno house: «Y descubrí a una suprema del teatro despreciando a los demás del camerino. Pero la supuesta diva, por el eco de una vida que no le pertenecía, se embrujó.» Y es que, como dice la letra del himno eurovisivo, «una diva es sencilla como un simple mortal, una diva no pisa a nadie para triunfar». Y esa lección no sabemos si ya la ha aprendido Terelu.

Casi 30 años después de Con T de tarde, el programa de Telemadrid que arrasaba en audiencias cada día a la hora de la siesta, siguen apareciendo documentos y testimonios que alimentan la leyenda de su prepotencia y su soberbia. Circula incluso un vídeo del archivo de la cadena autonómica en el que pillan al equipo del programa a la vuelta de un corte de publicidad y en el que se aprecia a la presentadora fumando, con su refresco de cola light y su asistenta personal sujetando el cenicero y que, al percatarse de lo sucedido, se lleva todo mientras Terelu no se mueve de su silla. Lo recuerdo bien porque yo estaba ahí sentado: soy el de la camisa rosa, sentado a la izquierda de la pequeña Campos. Conviene contextualizar para entender las cosas: en aquellos años se podía fumar en los platós, algo que ahora resulta impensable, y Terelu es una fumadora empedernida. Casi compulsiva, diría yo, que ya no sé si es por dependencia, nervios o pura costumbre, no importa, el caso es que empalma un cigarro tras otro. O lo hacía, que hace tiempo que no salgo con ella de noche. El caso es que Terelu esperaba las publicidades como agua de mayo para dar una calada con la que calmar su ansiedad y, como no se movía de su sitio, era su asistenta personal quien estaba atenta para suministrarle su dosis. Y su refresco. Y su yogur batido con una cucharilla.

¿Que eran sus caprichos? Sí. Pero pagaba de su bolsillo una nómina para que se los cumplieran. Y que llevara su agenda, que cargara con sus bolsas o hiciera los recados. Sea como fuere, nos sorprenda ese trabajo o nos resulte una muestra de divismo, lo cierto es que son muchos los personajes de este mundillo los que recurren a esa ayuda que les quita los problemas mundanos y les permiten vivir en su burbuja ajena a los vulgares trajines del día a día.

Otra cosa eran sus prontos, sus arrebatos, sus manías (no se podía mover un papel mientras leía la presentación y el sumario del programa porque, según ella, la distraían) y una lealtad enfermiza a sus amistades que hacía imposible toda crítica: Lara Dibildos o Rocío Carrasco, principalmente. De la hija de la más grande supongo que conocía los entresijos de esa relación de supuestos abusos con su ex, pero lejos de intentar que empatizáramos con ella, su intransigencia acabó por convertir a Rociíto en el personaje que más detestábamos. Menudo calvario cuando veíamos en la escaleta un vídeo suyo. Y mientras tanto, si alguien no le caía bien, nos instaba a meter caña, a lo que Arturo Tejerina respondía con su humor absurdo para esquivar las mezquinas peticiones.

¿Es Terelu la peor persona de la televisión? Para nada. ¿Que tiene ramalazos insoportables? Sí. ¿Que si puede montar una bronca, la monta? Sí. Había en ella algo de ese divismo de la vieja escuela que la llevó a vivir por encima de sus posibilidades, en todos los sentidos. Pero es una persona leal que se tomaba su trabajo muy en serio.

Terelu es una mujer se ha ido poniendo muchos escudos para disimular sus miedos e inseguridades. Si en pantalla parecía una pija que se movía en la alta sociedad, en la vida real era una macarra que se desenvolvía como un camionero (bueno, ya saben, me refiero al estereotipo). Pero las pijas la veían como una advenediza y las macarras, como una creída. Y así andaba ella, perdida entre dos mundos sin pertenecer a ninguno.

Tras el éxito llegó una suerte de maldita travesía en el desierto al que se sumaron distintas desgracias: la pérdida de galones, la enfermedad, la muerte de su madre, las peleas con su hermana Carmen, las declaraciones tremendas sobre su físico («A los 50 años me veo gorda y fea», llegó a confesar en un Deluxe). Y ahora, vuelve su momento. Tele 5 parece haberla redescubierto: la manda a Supervivientes, le ofrece un programa en verano y la convierte en el arma secreta de TardeAR para luchar contra el estreno de La familia de la tele. Es una segunda oportunidad que nos brindará la oportunidad de saber si estamos ante una nueva Terelu, escarmentada por la vida y la realidad, o todo ha sido un mal sueño del que ha despertado sin sacar lección alguna.

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