La sociedad actual pide vehículos distintos y están desapareciendo coches de toda la vida
Los reyes de los concesionarios son los híbridos, que suponen casi la mitad de las ventas
Los coches cambian. No sus formas, potencias, o colores en boga, sino su fisonomía. El mercado es soberano y determina las formas y funciones de los vehículos que adquiere. Por eso, lo que vemos por nuestras calles, está mutando como pocas veces lo ha hecho antes.
La frase es atribuida a un anónimo directivo de la compañía Mercedes. Para los que la oyeron, la afirmación sonó como un cañonazo: «todo se fastidió cuando los políticos empezaron a decidir qué coches se tenía que comprar la gente». El ejecutivo usó otras palabras, pero contaba solo una parte de la historia, pero no es menos cierto que el cambio en las regulaciones medioambientales están erosionando a las marcas europeas más que ninguna otra crisis.
Problemas industriales aparte, la frase deja sobre la mesa una idea sencilla: la gente se compra los coches que les parece oportuno, porque les gustan, les sirven, o se los pueden permitir. La elección mayoritaria del mercado, por modas, tendencias, o soluciones técnicas favorables, dibujan un mercado muy concreto que está perdiendo de un tiempo a esta parte muchos de sus puntales de siempre, de toda la vida.
Cuando se viaja a un país que nunca se ha visitado, tan importante es observar lo que nunca se ha visto, como lo que debería estar presente y brilla por su ausencia, y en la automoción, las novedades cuentan la mitad; la otra mitad la delata lo que se echa de menos. Una de las carrocerías de moda hace un par de décadas, los monovolúmenes han desaparecido por completo de nuestro asfalto.
Las familias numerosas, con mascotas de cierto tamaño, o aficiones deportivas, vieron una solución a sus problemas de movilidad con los Chrysler Voyager, Fiat Ulysses, o Renault Scenic, el modelo que inventó el concepto. Ahora el Scenic es un SUV más, y perdió su ADN como furgoneta con prestaciones de turismo y comodidad de sedán.
Por un lado, las familias ya no son numerosas, y no tienen hijos o tienen muy pocos. Las que antes requerían cinco o seis plazas, ahora se apañan con un Volkswagen Golf u otro compacto, más baratos y sobre todo, fáciles de aparcar. Los que aún tengan necesidades de mucho espacio, como aquellos con personas discapacitadas a su cargo, con aplicaciones semiprofesionales, o que hagan escapadas de deporte activo de fin de semana, echan mano de vehículos comerciales. Las Peugeot Berlingo, Renault Kangoo, o las Volkswagen Caddy han sustituido a muchos de aquellos monovolúmenes.
Los deportivos han sido durante años el destino de sueños de millones de aficionados; añadían un extra al mero hecho del transporte y la movilidad. Con mayor aceleración, velocidad y diseños más arriesgados, eran el culmen de muchas gamas. El catálogo de una marca sin un deportivo en las páginas finales la hacía menos marca; estaban diciendo que no eran capaces de construir algo extremo y excitante, en ocasiones derivado de la competición en la que estaban introducidas y basaban el modelo.
El que quiera un deportivo, tendrá que pagarlo, o mejor dicho: sobrepagarlo. Siempre habrá Ferraris, Porsches, Lamborghinis, o Paganis, pero las altas prestaciones, o son altísimas, o están desapareciendo de las marcas generalistas. Las limitaciones legales, el acoso social a los que abusan del acelerador, y sobre todo los carnets por puntos que salen volando ante los excesos, han hecho perder mucho sentido a este tipo de coches.
Ya apenas hay deportivos «baratos». Los Nissan 370, Toyota GR86, Subaru BRZ, o Volkswagen Scirocco han desaparecido o están en vías de extinción. El deportivo clásico y accesible ya no está, ni se le espera. Es más, tampoco hay demasiados proyectos electrificados que sigan esta línea. Lo que sí ha ocurrido es que se han traspasado sus prestaciones y potencias a modelos más tradicionales, sobre todo a compactos.
Un techo duro
Otra familia clásica son los descapotables, y les ha ocurrido lo mismo que a los deportivos: haberlos haylos, pero a precio de oro. Maserati fabrica unos convertibles extraordinarios, Porsche construye los 718 y 911 Carrera con techo de lona, BMW los hace en varias de sus familias, pero son coches costosos. Se acabaron aquellas divertidas versiones de utilitarios Peugeot 207, Fiat Punto, Volkswagen Golf descapotables, u Opel Astra a cierto abierto.
Es más, clásicos como el Audi TT ha dejado de construirse, BMW va a liquidar sus Z4 tras décadas en el mercado. A precios razonables, apenas quedarán versiones del Mini y el incombustible Mazda MX-5, que ya anda buscando la obligada electrificación.
En este tipo de carrocería se junta dos parámetros letales: descapotables y dos puertas. Los coches de dos puertas son también un lejano recuerdo. Hasta los más pequeños, tipo Kia Picanto, Renault Clio, Mazda 2, Skoda Fabia, Suzuki Swift, Hyundai i10… todos tienen cuatro puertas. Es raro el modelo que aún se hace con dos, como el Fiat 500, que en alguna versión llega a tener tres. El 500 eléctrico posee una portezuela de apertura suicida en su lado derecho, para facilitar el acceso a las plazas traseras, pero es toda una rareza.
Diesel KO
Y motorizaciones. En 2012, los motores diesel alcanzaron su pico de ventas en España. Hace doce años, el 68,9 % de las ventas de vehículos nuevos se impulsaban gracias al gasoil. Los motores turbodiesel eran duraderos, potentes y gastaban muy poco. Luego llegó el Dieselgate, ministras afirmando que estos motores estaban muertos, y al final la demonización.
Lo peor de la contaminación que arrojan a la atmósfera los motores de combustión basados en el gasoil no es tanto el CO₂, que también, sino el NOx, los óxidos de nitrógeno. En una visita reciente de The Objective a los laboratorios de Repsol, sus técnicos contaban que en los diesel modernos esto estaba tan depurado y filtrado, que les costaba trabajo medirlo.
Ese problema ya no es tal problema, se ha avanzado mucho, pero el valor a futuro que pueda tener la venta de este tipo de coches, coarta la voluntad de los compradores. Este 2024 la cuota de mercado de este tipo de motorización es del 12,6 %.
Hoy, los reyes de los concesionarios son los híbridos, que enchufables o no, suponen casi la mitad de las ventas, con alrededor de un 5 % para los eléctricos. El algo más del tercio de ventas que quedan se corresponden con vehículos de gasolina sin ningún tipo de hibridación.
Hacia donde vamos
Las palabras, no literales, son de Carlos Tavares, el locuaz presidente de Stellantis. Deja en el aire que el futuro es el vehículo eléctrico, pero la actual tecnología no cubre las necesidades que le puedan equiparar en precio, capacidades, y usabilidad que tiene el coche de combustión.
Un tercio del peso del vehículo eléctrico es su batería, así que a pesar de la enorme eficiencia de sus motores, el vehículo al completo es poco eficiente. Las baterías son enormes, ocupan demasiado espacio, son caras, y de tamaño limitado en coches pequeños. Y luego está la pega de las recargas, lentas, y con pocos cargadores públicos a precios razonables.
Como te descuides un poco, y según qué proveedor de energía y que cargador, recorrer con un eléctrico una cierta distancia, te puede salir en un precio por kilómetro equiparable al de un gasolina; muy distinto el cargarlo en casa, pero no todo el mundo puede hacerlo, apenas un 20 % de la población. El conjunto necesita mejorar, y es bastante posible que las de estado sólido cambien nuestra visión al respecto.
Menos opciones, o más caras
En cuanto a las carrocerías, más de la mitad de los vehículos que se venden en Europa son SUV, aunque tampoco es el diseño ideal. Más altos, pesados, menos aerodinámicos, peores en el plano del consumo y con un centro de gravedad más alto, no son lo ideal. Los coches, en general, se han encarecido mucho desde la pandemia a esta parte, y las marcas se han concentrado en los modelos más altos de gama, que les reportan mayores beneficios.
El coche pequeño está en peligro de extinción, y el mediano, con carrocería de dos cuerpos, altos, con un morro y una caja cuadrada detrás, va a ser la tendencia durante un buen tiempo. Todo hace pensar que opciones alternativas a esta pauta van a ser pasto de marcas de bajo coste, o las de muy alto precio.