Renault presenta la sexta generación del Clio, el superventas francés que reina en la ciudad
El utilitario francés se renueva de arriba a abajo con un adiós al diesel y sin querer ser eléctrico

El nuevo Renault Clio.
La receta es la de siempre, y el resultado, algo mucho mejor. Parece ser más de lo mismo, pero las actualizaciones y mejoras que ha recibido la sexta generación del Renault Clio buscan algo muy sencillo: mantenerlo como uno de los grandes referentes de los utilitarios urbanos. 17 millones de clientes de 120 países no pueden haberse equivocado.
Y no todos los coches necesitan reinventarse para seguir siendo relevantes. Algunos, como el Renault Clio, solo evolucionan. Lo hacen a ritmo pausado, pero constante. Puede que esa sea una de las claves por las que, tras 35 años saliendo de sus factorías, siga siendo una piedra angular del mercado europeo. Con la llegada de esta sexta generación, el Clio no busca revolucionarlo todo, sino recordar por qué se convirtió en un referente.
Pocas veces una renovación de un coche urbano ha generado tanta atención mediática sin depender de una electrificación total, y es un papel que le toca desempeñar al Renault 5, no a este. Renault ha optado por un camino alternativo: mantener la combustión como base, apoyarla con un sistema híbrido de última generación y darle al Clio una imagen más robusta y atrevida.
«El Seis» es más largo, más ancho, más potente y está mucho mejor equipado. Uno de los coches más populares de la firma francesa ha crecido siete centímetros hasta alcanzar los 4,12 metros, una cifra que empieza a rozar las cotas de los compactos de no hace mucho. De hecho, hay quien se pregunta si esta generación no está más cerca del desaparecido Megane térmico que de los urbanos tradicionales.
Renault no ha querido borrar la silueta del Clio anterior, pero sí ha reescrito sus líneas principales. Las proporciones se han alterado con sutileza: más anchura entre vías, más músculo en las aletas, una luneta trasera más tendida y unos faros delanteros que rompen con la generación anterior. La parrilla ya no es una simple abertura, sino un panel trabajado con un patrón de rombos que recuerda más al diseño de un concept car que al de un coche de gran volumen.
En el frontal, las luces diurnas en forma de rombo abierto son un guiño al logotipo partido que la marca ya ensayó con el Emblème. El capó desciende con suavidad hacia una parrilla más baja, mientras que la toma de aire inferior aporta volumen sin caer en lo agresivo. El conjunto transmite cierto aplomo.
La zaga también ha ganado enteros. Las ópticas traseras dobles se integran en una máscara de aire deportivo. La luneta inclinada, el alerón superior en contraste y los embellecedores del paragolpes contribuyen a una estética que no busca parecerse a un SUV, sino diferenciarse de ellos. No todos los clientes buscan altura y ruedas gruesas para sentirse modernos.
Lo de dentro sí que es nuevo del todo
Al entrar en el habitáculo del nuevo Clio, se es consciente de que la verdadera revolución ha ocurrido dentro. Lo que antes era funcionalidad con ciertas concesiones al diseño, ahora es una propuesta más madura y seria. La doble pantalla que ya se ha visto en el R5 eléctrico aterriza aquí con sus 10,1 pulgadas por duplicado. Una para la instrumentación, otra para el sistema de infoentretenimiento con Google integrado.
Los materiales también suben de nivel, incluso en versiones de acceso. Hay textiles reciclados en zonas visibles, y en el acabado Esprit Alpine se recurre al Alcántara para dar ese toque deportivo sin caer en excesos ni artificios. Hay iluminación ambiental con hasta 48 variantes, asientos delanteros más generosos, cargador inalámbrico y un maletero que no se queda corto: 391 litros en los modelos térmicos y 310 en los híbridos, sacrificio lógico debido a la ubicación de la batería. Todo ello sobre un piso rebajado, más accesible.
En ergonomía, Renault ha aprendido de errores pasados. Los mandos esenciales se mantienen en formato físico, y los menús digitales no exigen un curso de lanzamiento de cohetes para poder cambiar la temperatura del aire acondicionado. Es un coche que se conduce con lógica, no con atajos de software. Y eso, hoy en día, es casi una rareza.
El nuevo Clio puede equipar hasta 29 ayudas a la conducción. No se trata de presumir con argumentos de ventas, sino de integrar sistemas que funcionen sin molestar. El control de crucero adaptativo, la frenada automática, la alerta de fatiga, el asistente de aparcamiento en maniobras laterales o la cámara 360º son bienvenidos, pero no invasivos. Algunos fabricantes deberían tomar nota: la tecnología es para ayudar, no para acosar al conductor ni marearlo con una lluvia permanente de alarmas.
Botones si, gracias
En este sentido, Renault ha sido una de las marcas que mejor ha interpretado el hartazgo del usuario ante el exceso de ADAS. Ha implementado botones para silenciar o desconectar alertas molestas sin necesidad de navegar por submenús interminables.
El Clio VI renuncia al diésel sin pestañear y, en lugar de apostar todo al eléctrico, propone un camino intermedio más sensato y atractivo para el conductor medio. El motor estrella es el nuevo híbrido E-Tech de 160 caballos, una evolución de la mecánica estrenada con éxito en la anterior generación de Clíos. Combina un 1.8 de ciclo Atkinson con dos motores eléctricos y una batería de 1,4 kWh. Puede parecer poca cosa, pero permite circular en modo eléctrico —en cálculos de la marca— hasta un 80 % del tiempo en ciudad.
Su consumo oficial es de 3,9 l/100 km, y las emisiones de CO₂ se quedan en 89 g/km. Unas cifras que no se consiguen con milagros, sino con una transmisión de múltiples modos —sin embrague ni cambio tradicional— capaz de elegir entre 15 combinaciones de funcionamiento. Su aceleración de 0 a 100 km/h en 8,3 segundos no asombra, pero convence. Además de esta versión híbrida, la gama incluye un 1.2 TCe tricilíndrico de 115 CV con opción manual o automática, y una alternativa bifuel GLP con 120 CV. Todas ellas de tracción delantera.
Precios aún por fijar
Todavía no hay cifras definitivas para el mercado europeo, pero Renault ha deslizado que el precio base en Reino Unido arrancará en torno a las 20.000 libras. Eso sitúa al Clio por debajo de los 25.000 euros en las versiones más sencillas. Si tenemos en cuenta su nivel de equipamiento y su eficiencia, no es una cifra descabellada. Habrá quien piense que ya no es un coche barato, pero lo cierto es que nunca lo fue. Fue asequible, sí, pero siempre a cambio de ofrecer más de lo esperado.
En un mundo polarizado entre eléctricos silenciosos con alma de frigorífico y SUV hinchados hasta lo grotesco, el Renault Clio VI se permite el lujo de ser simplemente un coche. Uno que cumple, no engaña y que avanza sin artificios. El que quiera un eléctrico, que pregunte por el excelente Renault 5, y el que no, que pida precio de este híbrido de gasolina, que sigue siendo la opción más sensata para quien necesite un buen coche urbano, sin pretensiones ni complejos. Uno de los reyes de la ciudad vuelve y dice al resto: «Pilladme si podéis, y aquí tenéis mi portón trasero».