Quieren resucitar la marca de deportivos más legendaria de la industria nacional: Pegaso
Con entre 750 y 1000 caballos de potencia y a precios de unos 300.000 euros

Pegaso Z-102s.
La tarea de devolver a la vida a una marca de coches que lleva muerta 67 años es tarea solo para valientes. Sería casi más sencillo resucitar a una momia egipcia. Pero hay alguien que se ha empeñado en llevar la contraria a lo que la razón dicta y quiere traer al mundo de los vivos a uno de los coches más legendarios de la historia: el Pegaso Z-102.
El encargado de hacerle el boca a boca a la marca que empató a Ferrari es Miguel Fenollosa Ricart, bisnieto del creador de los míticos deportivos, Wifredo Ricart. Hoy, consideradas piezas de museo, se tasan como obras de arte por su avanzado diseño, prestaciones estratosféricas para su época y reconocidas como unas de las grandes joyas de la automoción de su tiempo.
Una prueba de este aprecio queda certificada por los 434.236 euros que un comprador anónimo pagó el pasado 13 de octubre por una unidad en subasta. Cuando se pusieron a la venta, salieron al mercado por 410.000 pesetas, unos 2.464 euros al cambio. La calculadora afirma en silencio que su precio se ha multiplicado por 167 en los últimos 74 años. Podría decirse que ha duplicado su precio cada seis meses. Sin embargo, este fue una ganga.
El 16 de agosto de 2014, un estadounidense se adjudicó un Z-102 a cambio de 990.000 dólares (920.000 euros al cambio de hoy). El ejemplar carecía de techo duro: era descapotable. Sus líneas atendían al diseño del carrocero galo Saoutchik y fue subastado por la conocida plataforma Gooding & Company en Pebble Beach, California. Pero para comprender su valor es necesario revisitar su pasado y, con él, la vida de su creador, Wifredo Pelayo Ricart y Medina.
Fallecido en 1974, fue uno de los ingenieros más brillantes y, al mismo tiempo, más infravalorados de la historia del automóvil español y, para muchos, mundial. Un personaje fascinante, con una vida marcada por la genialidad técnica, el orgullo y un fuerte temperamento que rozaba lo volcánico. Nació en Barcelona en 1897 y, ya desde joven, mostró una inclinación irresistible por la mecánica. A los 14 años ya diseñaba motores y, a los 21, fundó su propia empresa, Ricart y Pérez, con la que empezó a fabricar automóviles experimentales.
En los años treinta, su talento llamó la atención de Alfa Romeo, que lo contrató en 1936 como jefe de diseño e ingeniería. Allí conoció a Enzo Ferrari, con quien mantuvo una relación tensa y tormentosa. Ricart dirigió el departamento técnico y trabajó en proyectos avanzados de motores y chasis, como el Alfa 512 Grand Prix con motor trasero, muy innovador para su época.
Tras la Segunda Guerra Mundial, regresó a España, y el régimen de Franco lo fichó para liderar un proyecto nacional de automoción que diese prestigio industrial al país. Así nació la marca Pegaso. Su visión era crear coches deportivos capaces de rivalizar con Ferrari o Maserati como símbolo del talento español. Sin embargo, el gobierno tenía otra prioridad: lo que el país necesitaba eran camiones.
Aun así, Ricart no abandonó su idea, y de esa ambición nacieron los Pegaso Z-102 y Z-103. En su época, eran verdaderas obras de arte mecánicas: motores V8 de aluminio, doble árbol de levas, cajas de cambio traseras y chasis ligeros, tecnologías aún vigentes y que muchos coches no alcanzaron hasta décadas más tarde. A ello se unían unas espectaculares carrocerías diseñadas por maestros del diseño europeo. Eran tan avanzados que el Pegaso Z-102 costaba más que un Ferrari.
Hoy, de aquellos coches, sobreviven menos de la mitad. En 2019, un evento privado en Bruselas reunió cerca de treinta ejemplares restaurados, y allí estuvo la familia Ricart, invitada como representante del legado original. Para Miguel Fenollosa Ricart, nacido en 1989, aquel contacto directo con los propietarios de los Pegaso y el estado de conservación de las unidades fue determinante. Una idea anidó en lo más profundo de su mente y comenzó a plantearse, junto a un reducido equipo —son solo tres personas—, cómo dar forma a un proyecto de continuidad.
Pegaso no: Ricart
La nueva marca no utilizará la denominación Pegaso, ya que los derechos pertenecen a Iveco. En su lugar, el nombre elegido será Ricart como forma de identificar el vínculo familiar. El enfoque es claro: no se trata de reeditar modelos antiguos, sino de crear vehículos nuevos inspirados en el diseño y los valores técnicos de los Pegaso originales. Para ello, han contado con un diseñador que ha trabajado para marcas como Lamborghini, Audi, Mazda, Alfa Romeo o Seat y que estuvo involucrado en el desarrollo del Aventador.
El primer modelo será el z102s, una reinterpretación contemporánea basada en el diseño del Pegaso carrozado por Saoutchik en su versión Berlinetta n.º 2. La producción estará limitada a 86 unidades, como homenaje a la cifra total de Pegasos fabricados. Cada coche se construirá bajo demanda y se personalizará al gusto del cliente, con un precio de partida de unos 300.000 euros. La orientación del producto se sitúa en el segmento del lujo artesanal, con un planteamiento similar al de marcas como Rolls-Royce o Bentley.
La arquitectura técnica se mantiene fiel a la combustión. Ricart descarta por ahora cualquier electrificación, aunque contempla la posibilidad de introducir versiones mild hybrid si la demanda lo exigiera. El modelo contará con un motor V8 de cinco litros, aún por definir, pero que probablemente será de origen norteamericano. La elección responde a criterios de disponibilidad, coste y facilidad de homologación. Un propulsor de este tipo, montado sobre bastidor tras su llegada en palé, permite reducir costes y plazos sin comprometer prestaciones. Los objetivos de potencia oscilan entre los 750 y los 1.000 caballos.
Un parto de 12 meses
Un prototipo, sin homologación para rodar por carretera, pero plenamente funcional, podría estar listo en el plazo de un año. El desarrollo técnico está ya bastante avanzado y actualmente el proyecto se encuentra en fase de búsqueda de financiación. Se estima un coste total de entre cinco y diez millones de euros. Para ello, ya se ha constituido una sociedad limitada desde la que se están gestionando los contactos con inversores.
Además del z102s, el plan contempla dos modelos adicionales. El segundo, si la acogida del inicial es positiva, será el z102t, de corte más radical y basado en la carrocería Touring Berlinetta. El tercero, aún más ambicioso, es un proyecto conceptual apodado a nivel interno como «la ida de olla», que se inspira en el Pegaso Bisiluro que rompió el récord mundial de velocidad en Bélgica en 1953.
El nuevo modelo, que recibiría el nombre Trisiluro, será un monoplaza de pista, muy bajo, muy rápido y casi imposible de homologar para carretera. A ellos se sumaría un cuarto prototipo experimental desarrollado en colaboración con el Instituto de Diseño de Barcelona, aún no desvelado, pero previsto como ejercicio de estilo y avance de diseño conceptual.
Uno de los pilares del proyecto es el componente emocional y narrativo. No pretenden competir con los fabricantes eléctricos emergentes en volumen ni en innovación tecnológica. Su apuesta se basa en la diferenciación a través del relato. Mientras marcas chinas asoman con productos muy avanzados que se presentan sin herencia automovilística, Ricart ofrece una historia real —corta, pero intensa— ligada al desarrollo industrial español del siglo XX.
En ese sentido, la marca está recibiendo interés de distribuidores internacionales. Durante una ronda de contactos celebrada en Dubái, varios representantes del sector de automoción de lujo mostraron interés en el proyecto. Según el propio equipo, uno de los grupos consultados expresó su disposición a adquirir al menos cuarenta unidades en cuanto comience la comercialización, pero los árabes ricos no quieren proyectos, sino realidades en las que subirse ese mismo día. En estos mercados, el factor diferencial del diseño y la exclusividad resulta clave, y la narrativa histórica actúa como valor añadido.
Producto español (a pesar de todo)
La intención es que la producción y el ensamblaje se realicen íntegramente en España. Aunque ha habido propuestas de trasladar la fabricación a otros países a cambio de apoyo financiero, el equipo promotor considera que ese cambio implicaría perder parte de la esencia del proyecto. La decisión es mantener el control en origen y dotar al coche de una identidad local.
En paralelo, también contemplan un eventual efecto espejo con los actuales propietarios de Pegaso clásicos. Saben que parte de ellos podría no ver con buenos ojos el intento de continuidad, pero si el impulso viene de un descendiente directo y se realiza con respeto, el nuevo capítulo puede convivir con el legado sin entrar en conflicto.
La idea de Ricart es un intento ambicioso de rescatar y actualizar una historia olvidada de la automoción española. Si consigue cerrar la financiación y cumplir sus plazos, se convertirá en uno de los pocos proyectos europeos capaces de competir, en términos de exclusividad y diseño, con los grandes nombres del segmento artesanal. Pero, sobre todo, será una forma de completar una frase que la historia dejó a medias en los años cincuenta
