V16, la baliza de la discordia que no gusta a nadie y solo contenta a la DGT
La mayoría de conductores están perdidos, mal informados, y a un mes de posibles sanciones

Una baliza V16. | DGT
A priori, no es una mala idea, pero desde un punto de vista práctico deja demasiados interrogantes en el aire. De funcionamiento, de uso, de la infraestructura necesaria y hasta de precio. Porque todo conductor tendrá que aflojar los alrededor de 40 euros que cuesta para que no le multen por su ausencia a partir de 1 de enero. Esa luz amarilla se llama V16 y no tiene quien la quiera.
Tras los chalecos amarillos como obligación de compra llegaron los triángulos. Para sustituir —y eliminar— a estos últimos llegan ahora las balizas conectadas que la Dirección General de Tráfico hará obligatorias a partir de la próxima Nochevieja. Si el 1 de enero de 2026 cualquier vehículo es cazado sin este equipamiento, se llevará a casa una sanción.
Este dispositivo, que pocos han pedido y muchos desconocen, será obligatorio para todos los conductores españoles en España; ni fuera del territorio será necesario, ni a los guiris que vengan se les pedirá. Si las ruedas de un coche belga, marroquí o británico tocasen el asfalto ibérico no le sería necesario hacerse con una, porque para los vehículos de matrícula extranjera no será obligatorio. Alguien entendió que si se accidentan o paran en un arcén, no necesitan avisar a nadie, y por eso están exentos de esta obligatoriedad. Esta medida no se da en ningún otro país de la Unión Europea.
El argumento oficial contiene una cierta carga de sensatez: reducir atropellos en carretera al evitar que los conductores bajen del coche a colocar los triángulos. La baliza deberá ir en el interior del vehículo, y en caso de detención inesperada, el conductor sacaría el brazo por su ventanilla y colocaría el dispositivo luminoso en el techo de su vehículo. Un buen símil es como cuando los vehículos policiales sin distintivos de las películas hacen lo propio en persecución de los malos.
Uno de los argumentos de las autoridades competentes estriba en que con los triángulos se producen más atropellos. Según sus datos, han fallecido 22 personas por atropello en los últimos cinco años tras bajarse del vehículo. La explicación no expone si dichos atropellos se produjeron cuando estas personas se dirigían a poner los triángulos; de ahí que se requiere un cambio en este comportamiento, y colocar la señal luminosa sin salir del vehículo es mejor.
Pero esta lógica sufre cuando se entra en los detalles. Lo que parece una herramienta lógica ha acabado convertida en una imposición mal explicada, técnica y de términos jurídicos cuestionable, y abre la lata de la sospecha acerca de su rentabilidad para unos pocos. Hay observadores muy críticos, como el periodista Juan Francisco Calero, que lo tilda sin miramientos de timo y pide incluso la dimisión del director general de la DGT ante lo que considera un patinazo excesivo de su gestión.
El popular Youtuber defiende, con sólidos razonamientos, que la V16 no cumple con lo que pretende, y que no se trata más que de una forma de extorsionar al conductor. Ha echado cuentas, y expone que a una media de 40 euros por unidad, los cerca de 34 millones de vehículos que circulan en España van a generar unos 300 millones de euros solo en IVA.
Esto es sin contar los beneficios de fabricantes, distribuidores, operadoras de red o plataformas de gestión. Y más aún cuando el origen de la patente está en manos privadas, nacida de la iniciativa de dos ex agentes de tráfico que hoy licencian el producto con obvios beneficios.
En cuanto al dispositivo en sí, su eficacia dista mucho de ser la deseable. Su funcionamiento depende del modelo, potencia lumínica, estado de su batería y condiciones ambientales. Requiere una superficie metálica para fijarse, lo que excluye a muchos vehículos actuales con techos de vidrio o derivas aerodinámicas de este material, fibra o lona. En los descapotables no puede colocarse, o en camiones y furgonetas las medidas podrían impedirlo. Esto sin hablar de personas mayores o de movilidad limitada que conducen sus vehículos sin problema.
Una conectividad que conecta mal
Por otro lado, la conectividad que prometía una revolución se queda en apenas un gesto simbólico. La baliza no llama al 112, no contacta con emergencias, y solo transmite la ubicación a la plataforma DGT 3.0. No está de más recordar que este sistema aún no está plenamente integrado ni con los servicios autonómicos ni con la infraestructura de muchas zonas rurales. El conductor, si quiere asistencia, tendrá que llamar con su teléfono móvil. Doble tarea para realizar una misma función.
Los últimos en alzar la voz contra el invento ha sido la siempre comedida Guardia Civil. Su mensaje ha sido claro: esta baliza no puede sustituir a los triángulos. Carlos Cantero, portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles, ha advertido que el dispositivo falla donde más debería brillar. Si la luz no se ve, no sirve de nada, y los triángulos, por simples que sean, funcionan sin baterías, sin conectividad y sin depender de una señal. Funcionan porque se ven, porque llevan décadas salvando vidas y porque están diseñados para ser universales.
En declaraciones a Herrera en COPE, el agente afirmó: «Las balizas pueden ser una herramienta útil, sí, en condiciones de noche cerrada o mala climatología. Pero hay muchas situaciones en las que no basta esto, por ejemplo, con el sol de frente, con alta luminosidad. La señal se vuelve invisible en la práctica. En curvas, cambios de rasante o carreteras secundarias no ofrece ese aviso previo a los conductores que se aproximan». Esto sin hablar de qué puede ocurrir cuando se les acabe la batería, que ha de estar cargada.
La DGT no habla, y debería
A la catarata de críticas se une la más sencilla de todas: la falta de comunicación por parte de la DGT y una gestión discutible de la propuesta. Cuando se empezó a hablar de estas balizas, el siempre atento mercado comercial puso a la venta miles de ellas; miles que ya se han comprado, pero son inservibles incluso antes de ser estrenadas. Si se pasea por muchas grandes superficies, hay amontonadas y a precio de saldo cientos de cajas repletas de balizas no conectadas, obsoletas y fuera de la norma, ilegales a partir del 1 de enero.
Millones de conductores se enfrentan ahora a una mezcla de incertidumbre, gastos forzados y una campaña de información que llega tarde, mal y con letra pequeña. Nadie ha explicado con claridad qué tipo de baliza deben comprar, cómo comprobar su conectividad, o qué pasa si su coche no se ajusta a las necesidades mecánicas de una sujeción magnética. A falta de poco más de un mes, la mayoría de conductores no saben qué tienen que comprar, ni dónde, ni si lo que ya han comprado les protegerá de una multa.
Algunas asociaciones han llegado incluso a denunciar que la baliza promueve una falsa sensación de seguridad. Al quedarse dentro del vehículo se aumenta el riesgo, cuando lo correcto sigue siendo salir y refugiarse tras el quitamiedos.
Cifras estancadas
La cifra de fallecidos en carretera —entre 1.100 y 1.200 personas al año— es mucho más baja que hace un par de décadas, pero sigue sin mejorar y se mantiene estancada. La baliza V16 no es un mal invento, pero es muy mejorable en su concepto. Sin embargo —es solo un ejemplo—, a nadie se le ocurre desarrollar una aplicación pública, gratuita y universal para el teléfono que todos llevamos en el bolso que cumpla la función de señalización conectada sin coste adicional.
El plan de la DGT pasa por eliminar los triángulos que ya pagamos en su momento. Sin embargo, diversos expertos coinciden en que siguen siendo una solución ideal. Son baratos, visibles de día y de noche, no requieren energía y son obligatorios en muchos países de nuestro entorno.
A fin de cuentas, la situación deja flotando en el aire un aroma a negocio y recaudación solapada. Y lo peor: basado en algo que no cumple las expectativas, de una eficacia discutible, que nadie más usa de esta manera y que tampoco garantiza una mayor seguridad. Al final del final, siempre lo acaba pagando el mismo: el conductor.
