El expresidente francés Nicolas Sarkozy ha sido condenado este lunes a tres años de prisión por corrupción y tráfico de influencias. De los tres años, dos están exentos de cumplimiento y el tercero –de prisión firme– puede convertirse en detención domiciliaria o vigilancia con un brazalete electrónico. El mandatario apelará la condena, según ha anunciado su abogada Jacqueline Laffont.
En contexto: la condena marca el desenlace del ‘caso de las escuchas’, en el que se acusaba Sarkozy y su abogado, Thierry Herzog, de intentar sobornar a un magistrado de alto rango, Gilbert Azibert, para que entregara información secreta de una investigación independiente contra el mandatario francés a cambio de un puesto muy codiciado en el Consejo de Estado de Mónaco.
El tribunal de París ha dictaminado que hubo un «pacto de corrupción» entre Sarkozy, su abogado habitual y el exmagistrado. Ambos han recibido una pena similar a la del expresidente. El abogado, además, estará inhabilitado durante cinco años. Las penas son algo inferiores a lo que había reclamado la Fiscalía, que pedía dos años de cárcel firmes contra los tres acusados.
La de Sarkozy es la segunda condena a prisión que recibe un antiguo inquilino del Elíseo. El primero fue su antecesor y mentor, Jacques Chirac, en 2011.
La sentencia recoge la «particular gravedad» del delito cometido por Sarkozy por su condición de expresidente, que «se sirvió de su cargo y de sus relaciones» para «su interés personal», lo que llena de descrédito un cargo que, por la Constitución, le otorga el poder de equilibrio de la justicia. Además, según recoge el veredicto, Sarkozy conocía las infracciones cometidas por su condición de abogado de formación.
La histórica condena a Sarkozy, que puede apelar la sentencia, se produce dos semanas antes de que se abra otro proceso en el que está implicado el expresidente, el de las presuntas irregularidades sobre la financiación de su campaña para las elecciones presidenciales de 2012.