Venga Juan, venga Boris, venga Novak
Ahora los mentirosos desenmascarados ya no tienen complejo de culpa ni sentido de la responsabilidad de sus actos
Tres acercamientos a tres pantallazos sobre la mentira. La mentira siempre ha estado presente en nuestras vidas pero ahora los mentirosos desenmascarados ya no tienen complejo de culpa ni sentido de la responsabilidad de sus actos. Algunos han desarrollado una auténtica ingeniería de la mentira para conseguir sus objetivos. Frente a esta realidad la ficción, aunque vaya lejos, muchas veces se queda corta.
Pantallazo 1. ‘Venga Juan’ es una serie sobre un político que vive con la mentira. Estamos ante la mejor comedia española de los últimos años. Se emite en HBO Max y es la tercera temporada de la inicialmente llamada ‘Vota Juan’, cuya segunda parte se llamó ‘Vamos Juan’. La caricatura, la sátira y hasta el esperpento enlazan en esta historia sobre un político de provincias ambicioso, Juan Carrasco, interpretado por un genial Javier Cámara que hace una auténtica exhibición de registros a lo largo de las tres temporadas.
La serie cuenta la mediocridad y la ambición desmedida del político, ministro de Agricultura, que se atreve incluso a ir a las primarias de su partido contra su propio presidente. Juan Carrasco es un tipo entrañable que, aunque mienta e invente con tal de conseguir sus objetivos, mantiene siempre un punto de ingenuidad y busca el cariño de su equipo, en el que destaca una maravillosa María Pujalte como asesora de comunicación, una especie de Sancho Panza particular que intenta aterrizarle siempre a la realidad.
Ahora, en la tercera temporada, Juan Carrasco es un ganador, un directivo de una gran empresa que no da un palo al agua, pero que exhibe despacho y dinero. Las ‘puertas giratorias’ le han convertido en un nuevo rico, simbolizado en su extravagante injerto de pelo, el chalé de lujo y el cochazo. Todo le va bien hasta que salta una investigación de corrupción en Logroño en la época en que fue alcalde allí. Y ahí empieza su odisea. Del extrañamiento sonoro de su partido a los mensajes discretos que el mismo partido le hace llegar para que lo asuma y no los implique. La lucha por salvarse, la reacción de los amigos o la investigación judicial terminan con un magnífico giro final, lleno de humor triste y descarnado que nos revela al Juan Carrasco de sus inicios con su idealismo y su inocencia. El Juan Carrasco que no mentía.
Series de política hay muchas. En todas está presente la mentira. Bestiales como ‘Boss’, donde el sucio alcalde de Chicago es capaz de traicionar a su familia por su sillón. Institucionales y utópicas como la insuperable ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’. De humor fino como ‘Veep’. Realistas con dureza como las francesas ‘Baron Noir’ o ‘Marsella’ o ejemplares en su visión democrática como la danesa ‘Borgen’. Frente a ellas, ‘Venga Juan’ nos refleja con ese humor de exceso y absurdo español, y nos enseña cómo Juan Carrasco quedó atrapado en la locura de la política al igual que en su día José Luis López Vázquez terminó atrapado en una cabina de teléfonos.
Boris Johnson
Pantallazo 2. La realidad lo supera todo. Y puestos a mentir, nadie lo hace de una manera tan habitual como Boris Johnson. Tiene mucha experiencia, pero lo de esta semana supera cualquier cosa que se pueda imaginar el guionista más atrevido de ficción. La imagen en nuestras pantallas de Boris Johnson en el Parlamento británico diciendo que confundió una fiesta en Downing Street, donde había casi cuarenta personas bebiendo alcohol en el jardín, con un ‘evento de trabajo’, mientras en todo el Reino Unido había confinamiento por el covid, es insuperable. O las reuniones de trabajo de Johnson son todo fiestas o hay tantas fiestas en la sede del primer ministro que ya parecen trabajo. Y por ahí puede ir los tiros. Ya se conocen más de media docena en menos de un año.
Hace un mes, con una de las primeras fiestas reveladas, Johnson se mostraba sorprendido, indignado y hasta pedía la intervención de Scotland Yard para investigar si era verdad que había fiestas en sus dependencias. Incluso aseguró que tomaría «medidas disciplinarias» contra los que participaron. Ahora que se descubre que en una de ellas estuvo él mismo, se niega a dimitir.
Y la cosa va a peor. Se han conocido dos nuevas fiestas que elevan más el listón. Fueron en abril del año pasado, Johnson no estuvo en ellas, pero se celebraron en la misma víspera del funeral del príncipe Felipe de Edimburgo. En medio de un duelo oficial en todo el país, y en medio de unas medidas tan rigurosas por la pandemia que a ese funeral sólo pudieron ir la reina Isabel II y treinta personas. Menos gente que la que hubo en las dos fiestas.
La mentira, la falta de ejemplaridad, la manipulación de la verdad es algo cada vez más tolerado y usado por los políticos y por sus partidos con tal de mantenerse en el poder. No sólo en el Reino Unido. Pero en este caso, la infamia de haber vulnerado las propias medidas impuestas en el contexto de una pandemia por la covid que ha causado tantos muertos y ha confinado a millones de personas, puede ser fatal para Johnson, el hombre que nunca ha dejado de mentir.
Novak Djokovic
Pantallazo 3. Vivimos con mentiras en todos los ámbitos de la vida. Y cuando proceden de un número uno del tenis como Novak Djokovic, esas mentiras tienen impacto global. Su intento de jugar el Open de Australia sin estar vacunado es de película.
Djokovic es un negacionista antivacunas y también un as de la mentira. Se ha estado aferrando a una ingeniería jurídica, refugiándose en la letra pequeña de la ley, del reglamento; retorciendo los hechos o echando la culpa a otros cuando se descubrían sus mentiras. Intenta justificar que cogió la covid y que luego siguió viendo gente sin confinarse. O miente en el visado al no decir que llegó a Australia procedente de España.
Pero tiene detrás a los antivacunas de todo el mundo, a los furibundos nacionalistas serbios o a su propia familia que no se corta y le llega a comparar con Espartaco – el libertador de esclavos, no el torero – o con el mismísimo Jesucristo. Me sonaba al oírlo al independentismo catalán y sus comparaciones ridículas de Puigdemont con Nelson Mandela o incluso con Ghandi.
Y si miramos bien podemos encontrar ciertos parecidos con los independentistas no tan sorprendentes. Coinciden en el desprecio a las leyes si no les beneficia a sus intereses. Cambian la historia las veces que haga falta. No respetan los derechos de los que no piensan como ellos. Están dispuestos, sin ningún complejo, a poner en riesgo la salud o en su caso la libertad de todos. No se rigen por el respeto al bien común. Y si algo sale mal, la culpa siempre es de los demás. Su victimismo es infinito. Se parecen tanto en argumentaciones que se podría decir que Djokovic, es el Puigdemont de los antivacunas.