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Opinión

La superioridad moral contra la izquierda

«Si algo tiene que haber aparejado a la superioridad moral que la vuelva sensata y equilibrada, es la culpa. Una culpa muy grande»

Mónica Oltra. | Europa Press

Es difícil escribir sobre Mónica Oltra, ahora que está imputada en relación al más abyecto de los delitos, dado que Mónica Oltra carece de importancia. La recordamos, a Oltra, en camiseta, cuando entonces, la ropa formal apretada por esa prenda barata, estampada con una frase de denuncia. Poco a poco, camiseta a camiseta, Oltra ocupaba un sitio en los periódicos, ganaba la carrera pop de la política, que es la carrera del impacto y la iconografía, de hacer muchas cosas absurdas al mismo tiempo. Cuando Mónica molaba, era ya un poco bufonesca, un polichinela de la superioridad moral, convertida por las nuevas figuras de la representación pública en una suerte de piedra de toque de su valía. Eras buena persona, y no hacía falta nada más.

La superioridad moral es bonita, y a todos nos gustan las buenas personas, mayormente si sonríen mucho y saben bailar. Desde la izquierda, la superioridad moral se entiende como una empatía insobornable, insistente, muy publicitaria de víctimas y dolores, que llegan a parecer, esas víctimas y dolores, propios en exclusiva del político que los defiende.

Hasta ahí, el teatro se sostiene. Incluso puedo decir que esta escenificación de una justicia revolucionaria y un punto excesiva nos conviene, pues todos, en tiempos de una u otra reivindicación masiva, tenemos nuestro momento evaluatorio, de ver si somos tan malos como parecemos, o de si lo fuimos en el pasado.

Así, Oltra, como Irene Montero o, en otro carril, Leticia Dolera, dieron sus puntadas mayores en relación al machismo, y durante años ese feminismo suyo puntilloso y abrasivo, aunque molestaba algunos días, no dejaba de incitar un horizonte moral diamantino, de pura bondad imposible, y muchos, realmente, nos corregíamos, entre sumisos y expiatorios.

Sin embargo, la superioridad moral no puede ser una virtud electiva, una proposición personal exenta de cargas. Si uno es o se considera moralmente superior, ha de afrontar un vértigo, una oscuridad, una autoexigencia prácticamente letales.

Al primero que vimos sortear su propia medida moral fue a Pablo Echenique. Fue condenado por no tener dado de alta en la Seguridad Social a su asistente. El hecho, sí, nos avisaba del gusto de la vida por la paradoja más inadmisible. El portavoz de Podemos (la izquierda de la izquierda) no tenía regularizado a un trabajador. Era impresionante y, quizá por ello, no sucedió nada. Echenique sigue tranquilamente en el Congreso, en Twitter y, también, en el lugar menos acorde a sus atribuciones éticas: la superioridad moral.

Luego, cuando fuera, Leticia Dolera, una actriz irrelevante que se hizo rica y famosa subiéndose al tren bala del #MeToo después de contar que un señor le había tocado un pecho y, por tanto, Movistar le debía una serie y todos nosotros mucho casito, despidió a una mujer embarazada de esa misma serie que le habíamos dado porque se la debíamos. De nuevo, la paradoja de la vida era insoportable: la mujer que nos señalaba con el dedo por, en suma, no haber hecho nada malo, era capaz de despedir sin pestañear a una embarazada. Nosotros, los hombres, o muchos de nosotros los hombres, ya ni seguíamos en Twitter a una chica guapa no fuera a pensar que le dábamos follow-back porque era guapa. Pero Dolera podía simplemente despedir a una actriz que se había quedado encinta.

Como saben, Dolera no tuvo mayor problema después de despedir a una embarazada, y supongo que sigue a su vez despachando superioridad moral a diario.

Finalmente, la feroz Irene Montero, para la cual es machismo todo, afrontó una denuncia de una escolta que alegaba todo tipo de vejaciones y maltratos por parte de su jefa. Irene Montero llegó a un acuerdo con la escolta para evitar el juicio, dado que en las semanas inmediatas iba a ser nombrada ministra de Igualdad. Una mujer que practicó todo tipo de abusos verbales y morales sobre otra es la que cada día nos dice cómo hay que tratar a las mujeres. Sí, amigos, esta frase es verdad.

Y, así, en fin, llegamos a Mónica Oltra, también muy pujante en su lucha por el bien de las mujeres. Ahora mismo está imputada por encubrir los abusos sexuales a los que su entonces marido sometió a una menor de edad. Realmente hay veces en que uno es incapaz de creerse lo que acaba de escribir.

Oltra no iba a dimitir, y recibió el apoyo de su partido. Lo último que la vimos hacer fue un baile. Para reunir fuerzas y ánimos, su partido le organizó no sé qué acto y, aprovechando las tablas, Mónica Oltra se puso a bailar desaforadamente. ¿Mola o no mola la pederastia?, parecía decirnos, desde la más grotesca desinhibición.

El motivo de que Oltra no dejara la política no era otro que su intención de «seguir luchando contra el fascismo». Luchar contra la pederastia debió de parecerle poca cosa.

Oltra no hizo nada, y por eso es inocente. Obviamente es al revés: Oltra no hizo nada y por eso es culpable. Con imputación o sin ella; condenada o absuelta.

Después de varios días dándole vueltas, he concluido que, si algo tiene que haber aparejado a la superioridad moral que la vuelva sensata y equilibrada, es la culpa. Una culpa muy grande. Antes de exhibir tu superioridad moral, conoce tu capacidad para sentirte culpable. Si no eres capaz de sentirte más culpable que nadie por el más pequeño de los errores, déjalo: eres uno más. Porque si vives bañándote en superioridad moral y luego la vida te golpea con sus paradojas, y no caes en lo más hondo del pozo de la culpa, entonces es que eras el peor de entre todos nosotros.

21 comentarios
  1. AlphonseZheimer

    Tarde o temprano, habríamos de iniciar la rebelión; hacer pagar a un colectivo (la mitad de los ciudadanos del país) las faltas de sus antepasados “genéricos”, me parece un despropósito y una barbaridad.
    Promovida por quienes sin escrúpulo ninguno pretenden que sus motivaciones son reparar injusticias históricas, o histéricas, según se mire, se han dedicado a flagelar a diestro y diestro (lo siniestro, lo omiten por corporativismo) para restaurar el estatus del que disfrutábamos cuando éramos apenas amebas.
    Da la impresión de que, los hombres en general, no hubieran tenido nada que ver con el enorme progreso de los últimos treinta años en lo que respecta a la posición de la mujer en la sociedad; que todos los derechos conseguidos hasta llegar a la igualdad entre varones y féminas, son atribuibles a la lucha justa y voluntariosa de las antiguas feministas y a la izquierda redentora.
    Cuando, tanto las hembristas como los “progresistas” y su soporte institucional hablan de patriarcado en el siglo XXI en occidente, queda claro que les da igual ir montados en una mentira para conseguir una venganza extemporánea y prebendas unas, y subvenciones que gestionar, otros.
    Que personas medianamente instruidas sostengan la falacia de la opresión de la mujer y los privilegios de los hombres, sólo delata una mala fe bochornosa.
    Una y otra vez, estos paladines del camelo y la superioridad moral, se ven envueltos en oprobiosos episodios que les apean del pedestal al que se han subido, y sin darse cuenta de ello apenas han conseguido que veamos mejor su insolvencia moral e intelectual.

    Creo llegada la hora de decir: ¡Hasta aquí!, y arremeter contra ellos (y ellas), por seguir su estulticia lingüística, para ponerles en el sitio que merecen, el olvido, el anonimato y la expulsión de los presupuestos del Estado.
    Yo ya he empezado mi personal Operación Especial contra estos dañosos farsantes. ¡Síganme los buenos!, que diría el Chapulín colorado.

  2. Grossman

    Ha pasado por alto o por bajo quizás lo más gordo, esta señora y sus camisetas, acusaba, linchaba a inocentes, simplemente por ser del PP o de derechas. A mi me recuerda mucho a los racistas americanos que arrastraban en su coche a un negro y no se sentían culpables, era solo un negro, es alguien de derechas.

    Lo digo porque el atacado lleva 9 juicios absuelto, si 9 veces 9, no declarado inocente, como dicen algunos, la justicia no te declara inocente, ERES INOCENTE, pero a esta sujeta eso le daba igual.

    Y cuando a ella la acusan de uno de los delitos más abyectos, se pone a bailar.

    Se imaginan a una vicepresidenta del PP acusada de semejante delito?

    El único ejemplo que me viene a la cabeza es el de Rita Barberá, acusada de delitos de 150 €, salió absuelta y murió sola y abandonada de los suyos, tuvo el triste baile de los muertos.

    Este país es un país enfermo y esa enfermedad es la izquierda, para mi sin remisión, no tiene cura, por mucho que usted nos cuente milongas del me too, yo no necesito a esta gente para defender los derechos de todos, incluidos los de la mujer.

  3. MaeseZamaor

    Ni Oltra, ni Echenique ni Moreno son «la izquierda», simple y llano, son personas que representan una de las opciones de izquierdas y que han demostrado no ser consecuentes con sus actos. Echenique por cierto comenzó en Ciudadanos, igual le tira más lo político que lo de izquierdas.

    Ahora, la izquierda ¿es superior moralmente? creo que es simplificar un poco. Cualquier opción que se oponga a partidos que utilicen a los emigrantes como cabeza de turco o nieguen cosas como la violencia contra la mujer estan en otra categoria moral, simple y llano. No ser un racista o defender la igualdad si es moralmente más desarrollado. Como, quien y en que condiciones ya sería otro cantar.

    Por supuesto lo primero que debe ser un político (snif snif) es consecuente, pero también resulta llamativo que a unos se le exija hasta la coma, y otros puedan andar por la vida permitiendo que su familia se forre a consecuencia de sus cargos y no sucede nada.

    Lo de Oltra, pues un juez tendrá que determinar si es culpable por acción u omisión. Aqui todos dan por sentado su culpabilidad, pero puede que sea, digámoslo «pintoresca», pero de momento es inocente.

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