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LO INDEFENDIBLE

De rodillas y pezones: en contra de que la derecha se ponga faltona

Había adquirido en los últimos tiempos el brillo del encanto de lo rebelde y de lo fresco ante una izquierda mojigata y carpetovetónica, pero ahora resulta que no

Belarra y Montero en el Congreso. | Fernando Villar (EFE)

Una cosa es constatar que la ministra de Igualdad ha sido pareja del exvicepresidente del Gobierno y líder de Podemos Pablo Iglesias y pedir la trazabilidad de su nombramiento sin que a uno lo acusen de violencia política, y otra cosa es insultar. El alcalde del PP de un pueblo de Cuenca, que en su día estuvo a punto de instalar allí un almacén nuclear, le ha dicho a Irene Montero una frase en la que une las rodillas de la ministra, su puesto y Pablo Iglesias. Hablamos de un insulto que no se puede entrecomillar ni siquiera en un espacio de natural deslenguado, callejero y golfo como este. Era esta una frase que iba mucho más allá de lo desafortunado, una de esas frases que dichas de la mujer de uno -y de cualquiera- piden dos guantazos por muy ilegal que sea, y si uno se imagina escuchándola, ya se ve sentado ante el juez de guardia admitiendo que efectivamente le dio una bofetada a ese señor que habló de su mujer de rodillas.

Algo parecido tuvimos que escuchar de la secretaria de Estado de Igualdad, Ángeles Rodríguez ‘Pam’, a cuenta de su talla de vaqueros y de cómo marcaba pezones la ministra Belarra. A ambas les dedicaron en las redes todo tipo de comentarios de lo más grosero e hicieron chanzas sobre su cuerpo y la manera en la que vestían. Criticaban la forma que en que se presentaban ante la sociedad y aquí, además de en el insulto, caían en la contradicción de faltar en nombre de la decencia. Los impresentables eran ellos cuando hacían chistes deformes y sin sentido como preguntándose por el relieve de la ‘poitrine’ de Belarra o por si es que tenía frío, y no es que la broma fuera intolerable en la esfera pública, que lo es, es que no la hace ni el tonto del pueblo. 

La paradoja de esta nueva derecha chusca consiste en que toda su grosería se despliega en nombre de las formas que ellos vulneran. Así es cómo cientos de tipos, tipas y tipes mostraban su desagrado ante el hecho de que Belarra rompiera no sé qué etiqueta de obligatoriedad de llevar sujetador e invocaban las buenas maneras poniéndose ellos patanes y chabacanos.

La derecha, que en los últimos tiempos había adquirido el brillo del encanto de lo rebelde y de lo fresco ante una izquierda mojigata y carpetovetónica, aquí se descubre rancia, cutre y babosa. En realidad, el insulto y la falta de cortesía era casi un patrimonio de la izquierda que en los últimos años lo había usado sin medida, tanto que Podemos nació vendiendo guillotinas para los Borbones, enseñando las tetas en una iglesia y montando una manifa a la puerta del hospital donde se debatía entre la vida y la muerte Cristina Cifuentes después de tener una accidente con la moto. Me estoy acordando de los chistes que hacían del zulo de Ortega Lara. El otro día, en el acto de nombramiento de Isabel Díaz Ayuso, llamaban a la presidenta madrileña ‘perra asesina’. 

En realidad, parecía que la izquierda podía insultar, pues el insulto se vendía como inherente de su supuesta juventud evocada, su origen también supuestamente obrero y el ademán del ‘curriqui’ de barrio que desplegaban en las manifas insultando como les venía en gana funcionarios de nivel A que tras la pancarta se las daban de Cojo Manteca. 

A la derecha constitucional le colgaban los cortinones y unos ademanes cortesanos y educados, unas formas depuradas como de bordado de la solapa de Mario Vargas Llosa en su nombramiento en la Academia de la Lengua Francesa, tan lejos simbólicamente de la quema de contenedores, la camisa por fuera del pantalón de Iglesias y el cruzar autobuses en el Boulevard de la Donosti de 1995. Hablo de unos códigos de conducta como de saludar a las señoras a la llegada al bar del club de campo, abrir la puerta a los demás, ser cortés con el enemigo y otros tics odiados por la izquierda que sabe que como de verdad se oprime es con la educación. 

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13 comentarios
  1. Dersu

    Le ha dicho el Indecente presidente a la muy conocedora del Coletas que decir lo que diariamente dice de los jueces( encima estando en el gobierno ) es una indecencia imperdonable, habida cuenta que esos improperios van directamente a cuerpos y cuerpas femeninos y femeninas.
    Como dice Lucero, …..
    Yo no soy Gandhi, ni maleducado, pero llega un momento en el que no tengo mas remedio que decir que el camarero de Santander tenía razón, aunque le moleste al exfalangista, cuyo trabajo es escribir y salir en la tele.
    Puesto a calibrar, saca la pesa y dime: Lo que repite diariamente Montero de los jueces y la derecha, es menos grave que lo que dijo la Sra. Toscano, vamos no seamos meapilas porque todos sabemos que dijo finamente» la verdad.

  2. Lucero

    Aunque es deprimente, es necesario ponerse al nivel, no responder al escupitajo con algo equivalente hace que los orcos crean tener razón, no entienden otro lenguaje……

  3. Klaus

    Chapu, entiendo tu argumento (te tuteo porque nos conocemos en persona), pero me produce sensaciones encontradas. Siempre, desde niños, en caso de conflictos subidos de tono nos han dicho aquello de «no te pongas a su altura. Muy sensato, muy racional y, por qué no decirlo, moralmente encomiable.
    Y sin embargo…
    ¿Por qué tenemos que ser siempre nosotros los sensatos y racionales, mientras el adversario se pone a gusto largando todo lo que se le pasa por la cabeza? A veces ser el sensato, el racional, el moralmente más elevado es la mejor manera de que te sacudan como a una estera impunemente.
    Y luego pasa lo que pasa: una pijaflauta incompetente venida a más (ministra, nada menos) insultando a grito pelado a la mitad del congreso convencida de que tiene todo el derecho a ello, pero cuando simplemente le dicen lo que todo el país sabe de sobra, que está ahí por ser pareja del padre de sus hijos y no tiene ningún otro mérito que el conocimiento bíblico de dicho parejo, entonces es que se ha perpetrado un horrendo acto «violencia política» contra ella.
    No sé, Chapu, veo tu punto, pero no sé.

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