Con su permiso, lectores
«Si todos hacemos un poco de esfuerzo en ser consecuentes con lo que decimos y hacemos, conseguiremos cambiar todo aquello que nos separa»
Llego a THE OBJECTIVE con dos premisas muy claras. La primera es que no voy a tratar de dar lecciones de nada. Entiendo la información y la columna como una forma de aproximarse para entender las cosas que nos rodean, muy especialmente las que no comprendemos. La segunda es que no siempre estarán de acuerdo con lo que piense, porque de eso se trata. Will Rogers dijo: «Espero que nunca veamos el día en que las cosas sean tan malas como parecen en nuestros periódicos», y en esa esperanza voy a poner todo mi empeño para que ustedes, lectores, duden también de convicciones y de vez en poco, se topen de frente con esa contradicción que somos todos los seres humanos. Y cometeré errores, sí, porque todos somos imperfectos, pero siempre tropezaré desde la honestidad.
Hubo un tiempo, no tan lejano, en que los periódicos eran libres y suponían un contrapeso fundamental para equilibrar la balanza de poderes que nos rodean y dictan las normas de nuestra sociedad. Poco a poco, las grandes cabeceras que no podían mantener su cuenta de resultados, fueron menguando en redacciones cada vez menos objetivas, dándole la mano y la tinta, a quienes pagaban con anuncios y subvenciones su verdad. En España, los grandes medios han sido poco a poco intervenidos y aglutinados en enormes grupos de comunicación que, en vez de utilizar su fuerza para hacer una sociedad mejor, han servido para chantajear y cobrarse favores del poder político y económico, dirigiendo la balanza de la información allá dónde recibían mejores transferencias. Muchos editores han elegido el camino de la política y el dinero en vez de la valentía y la verdad. Y muchos periodistas se pasean el día contando un discurso ideológico en veinte plataformas que pertenecen al mismo jefe.
En todo ese deterioro hemos visto cómo se regalaban licencias de televisión, de radio, a políticos comprando acciones de grandes medios, filtraciones, ambigüedades, falacias, y un tremendo deterioro que ha conseguido que la gente, que ustedes los lectores, ya no vean en el periodismo un contrapeso, sino una gran campaña de publicidad para los intereses de sus miserias. La inmediatez ha tenido mucho que ver también, esa necesidad constante de novedad, la falta de análisis, más likes, más publicidad y a otra cosa, porque en cinco minutos aparecerá un algo peor que les salve y les permita seguir cobrando esa nómina que les regala tanto favor. Y creo que somos peores como sociedad desde que la mentira es un juego más de las urnas y la convivencia.
Por todo esto doy el salto a un medio libre, joven, y que no arrastra las deudas que obstaculizan a otros poder decir lo que ven, lo que piensan y sobre todo, lo que les importa a las personas y no a sus señorías. Creo que necesitamos un botón de reseteo: la sociedad, los medios, los que mandan…; y estoy convencido que dentro de unos años miraremos hacia atrás perplejos y aterrados por haber sido de esta forma que nos ha traído hasta aquí. Por eso celebro y agradezco la oportunidad de acompañarles en este viaje desde THE OBJECTIVE, que llenaré de costumbrismo porque es en la calle donde pasa todo, en ese día a día que hacemos para poder estar con los nuestros, disfrutar de lo bueno, y enterrar todo aquello que nos hace mediocres.
El gran Manolo Alcántara decía que «lo curioso no es cómo se escribe la historia, sino cómo se borra», y debemos estar bien atentos para que no nos vuelva a pasar.
Por eso les pido que también me ayuden para ir hilando cada vez más fino, denuncien, informen y cuenten lo que también están viendo que no termina de funcionar. Creo firmemente que el periodismo es la mejor arma que tienen las personas para ordenar la sociedad, pero no sean cortos de miras, no sean voceros ideológicos, no vengan a enturbiar ni a manchar con retórica barata lo que es de sentido común. Porque si todos hacemos un poco de esfuerzo en mejorar y ser consecuentes con lo que decimos y hacemos, conseguiremos cambiar todo aquello que nos separa, por lo que nos hace iguales.
Al fin y al cabo, usted lector, lo sabe tan bien como yo.