Siete razones para celebrar la Feria de San Isidro pese a que aborreces la tauromaquia
«Yo en los toros asisto a mi propia muerte y me reflejo en cómo me gustaría conducirme ante ella pero, en todo caso, puedes considerarme un sádico»
Aborreces las corridas de toros. Los toreros te caen mal. Pasas por delante de una plaza y te entran sudores. Crees que deberían prohibir los toros y exiliar a Fran Rivera. Crees que somos la vergüenza de Occidente. Cuando te cuentan que Las Ventas se llena cada tarde durante un mes, pides las sales. Te caen bien los del Pacma. Te hacía gracia el nombre del grupo de Los toreros muertos. No te gustan los toros, vaya, y está bien que así sea porque en este mundo tiene que haber gente de todas las maneras, pero déjame explicarte unas cuántas razones de por qué deberías celebrar que haya Feria de San Isidro.
1. Tiene que haber toros porque no te gustan, justamente. De hecho, está bien que no te gusten porque si todo gustara a todos, reconóceme que darían ganas de volarse las tapas de los sesos. Si lo piensas, si solo se permitiera lo que no disgusta a nadie, no habría cultura, ni nada. Imagínate el lío, no te digo ya si ampliamos el debate a otras culturas y a otros países: estaríamos todos en la cárcel, tu hermana no trabajaría, tu prima llevaría burka, etc. De hecho, guiarse por el plano del gusto es propio de los debates muy primarios. Si te gustan los toros, se supone que los defiendes y, si no, los quieres abolir. Después caben algunas medianías como que odias los toros, pero tan malos no son los aficionados porque tu abuelo los veía en la tele o tu cuñada tiene un abono en el Ocho. Imagínate que para defender el orgullo LGTB tuvieras que haber besado a tu mejor amigo el día de vuestra primera borrachera el viaje de fin de curso.
«Yo no soy un sádico que va a ver sangre, porque si no, iría al matadero a ver morir a los animales que tú te comes, o que se come tu madre o tu prima»
2. Comes carne porque hay feria de San Isidro. No me refiero solamente a que la carne de todos esos toros pasa a la cadena alimenticia (no te digo un sitio de rabo de toro en Madrid porque se van a enfadar los demás); es que se come carne porque se matan toros. Esa es la última frontera. Si se prohíben los toros, algún día se prohibirá el sacrificio de animales para la gastronomía que algunos ven no como algo necesario para ingerir la cantidad suficiente de proteínas animales, sino como la celebración de un ritual cruel, un espectáculo desprovisto de empatía alrededor del cadáver de un animal. Te sonará.
3. Existe la cultura porque hay feria de San Isidro. Si hemos convenido que se sacrifican toros y otros animales que nos comemos, te parece un horror que se vea. Así que el problema es la vista, el tabú, las cosas que habría que tapar para que el espectador no experimentara algunos sentimientos poco respetables, tú sabes. Yo no soy un sádico que va a ver sangre, porque si no, iría al matadero a ver morir a los animales que tú te comes, o que se come tu madre o tu prima. Yo en los toros asisto a mi propia muerte y me reflejo en cómo me gustaría conducirme ante ella pero, en todo caso, puedes considerarme un sádico. Me gustaría que supieras qué sucedería si a los espectadores de la cultura nos instalaran un medidor de empatía en el corazón mientras escuchamos música, vemos cuadros y leemos libros. No quedaría nada.
4. Puedes vivir de diferentes maneras porque existe la Feria de San Isidro. Puedes beber, puedes comer dos platos de cocido, puedes no ir al gimnasio, puedes subir montañas, correr una maratón con cincuenta y tres años, y tomar un poco más de sal la cuenta porque hay toros y sobre todo, porque hay toreros. Mientras lees este artículo, en el corazón de la gran ciudad un tipo sale al ruedo y se juega la vida porque sí, porque es un ser humano pleno, tan cerca y tan lejos de los contratos de los seguros con ciento veinte cláusulas, de los likes de las redes sociales, del cálculo de las probabilidades de obtener un beneficio. Te parece algo atrasado, pero si lo piensas bien, la tauromaquia en la que la persona pone su vida en juego por nada, es una muestra de lo que ha avanzado el ser humano. Somos un animal tan evolucionado que necesita palpar la el rostro de la muerte para sentirse vivo. Somos un animal tan evolucionado que ¿ves? ya no somos animales.
«La tauromaquia mantiene esa diferencia entre las categorías de persona y animal a distintos niveles, esa frontera sin la cual se abre la puerta a la barbarie y en un incendio, tu vecino salva antes a su caniche que a ti»
5. Ese tipo estilizado que mata un toro de 500 kilos con sus propias manos, su audacia y su inteligencia, es una barerra contra todos a los que les gustaría que el ser humano perdiera, que desapareciera. Me refiero a todos los que íntimamente -y no tanto- celebran nuestra extinción. Ese hombre te protege a ti de todos los que sueñan con un mundo sin ti, sin tu madre, sin tu hijo, un vergel sin personas en el que solo hubiera árboles, ríos, papagayos, etc.
6. Tu vida vale más que la de tu perro y la de un papagayo y más que la de un mono por muy mono del Amazonas que sea, porque existe San Isidro y en la puesta en juego del hombre y el animal, el animal muere y el ser humano sale vivo y aclamado por las multitudes, en el mejor de los casos. La tauromaquia mantiene esa diferencia entre las categorías de persona y animal a distintos niveles, esa frontera sin la cual se abre la puerta a la barbarie y en un incendio, tu vecino salva antes a su caniche que a ti.
7. Tú también existes porque hay toros. Y me refiero a que si tú mismo te crees con el derecho de prohibir lo que no te gusta o te parece moralmente cuestionable, ofreces la coartada de los que te cuestionen moralmente a ti. Ya te van pareciendo mejor los toros aunque recuerdas que guardas recortadas en una carpetilla las viñetas de El Roto y el tradicional artículo antitaurino de Manuel Vicent en los que pide un mundo más civilizado y sin tauromaquia. Piensa que, sin toros, tampoco serían quienes son. Tendrá que haber tauromaquia aunque sea solamente para que se metan con ella.