Es el fútbol, estúpido
«Las ‘palancas’ de Joan Laporta no van a dejar de generar inquietud en su masa social hasta mediados del presente siglo»
Años 70, en la madrileña plaza de Ramales los ganchos voceaban «¡al fútbol, a los toros!». Conexión directa con Las Ventas, el Bernabéu o el Metropolitano a precio reducido. La experiencia de viajar como sardinas en lata para ir a ver un partido de fútbol o una corrida de toros formaba parte de la liturgia de aquella España que, a duras penas, con mucho esfuerzo y no pocas renuncias, luchaba por la normalidad y por formar parte de occidente corriendo delante de los «grises». Y, sin embargo, cuánta nostalgia. No de la dictadura, por supuesto, ni de las visitas quincenales al cuartelillo por pensar de una manera diferente, ni de la multicopista ni de hablar de política en la clandestinidad, «cuando nadie nos ve», a espaldas del régimen. Añoranza de las grandes tardes de Diego Puerta, el Viti, Paco Camino y el Cordobés; y del fútbol de Escartín, con las reglas justas y las discusiones pertinentes. El fútbol sin VAR ni redes sociales, cuando una mano dentro del área era penalti sin necesidad de escribir un tratado sobre la posición del brazo, natural o antinatural, según el criterio exclusivo del trencilla, que nunca dejó de levantar sospechas fuera cual fuese su decisión. Más o menos como ahora, sólo que hoy el fallo no es individual sino coral.
Cincuenta años después, los diferentes canales de publicidad nos anuncian que empieza el fútbol, aunque el balón apenas ha parado de rodar. Y llama la atención que LALIGA, contenida en el gasto que roza la exasperación por no incurrir en vergonzosos renuncios no tan lejanos, vigila para que nadie gaste lo que no tiene; aunque por ahí fuera aten los perros con longaniza. Hasta la fecha, los clubes de Primera División han invertido 250 millones, frente a los 1.500 de la Premier. Con semejantes abismos presupuestarios, a ver quién le pone el cascabel al gato. Cómo se puede luchar en Europa contra competidores que te doblan, triplican y hasta sextuplican la inversión. Después de superar la ruina que dejaron los tiempos del derroche, la contención es la fórmula y la gestión razonable y decente, el camino. Si bien los tipos impositivos semejantes a los que maneja el fútbol en Italia servirían de ayuda, seguramente, para evitar la fuga de cerebros. Y, además, imaginación, mucha imaginación; aunque las «palancas» de Joan Laporta no van a dejar de generar inquietud en su masa social hasta mediados del presente siglo. Si te mezclas con tiburones, no descartes que alguno te arranque un brazo.
«Llama la atención que el Madrid mantenga un saldo positivo, incluso durante la pandemia, mientras el resto sobrevive con real y media manta»
El modelo de gestión en el fútbol español ha cambiado, para mejor. Quienes nunca tiraron el dinero, como el Villarreal, ahora venden activos para mantener la caja a flote, ¿y recuperar lo perdido?, en previsión de una catástrofe nuclear. El gasto superfluo ha dado paso a la moderación decretada por LALIGA. Y que nadie se salga del guion. Lo que llama la atención, no obstante, es que el Madrid mantenga un saldo positivo, incluso durante la pandemia, mientras el resto sobrevive con real y media manta. No deja de ser curioso, fenómeno a estudiar, que Florentino Pérez pueda desembolsar cientos de millones por Mbappé o Haaland, cuando se pongan a tiro, sin que la tesorería del club tiemble y sin necesidad de inventar una «palanca». Si James Carville, estratega de Bill Clinton en la campaña del 92, acuñó «la economía, estúpido», seguro que a FP no le bastaría con gritar «es el fútbol, estúpido». No debe ser tan sencillo.
Y fútbol es el Mundial femenino, con la España de Jorge Vilda afianzada, molona, convincente y metida en semifinales. ¿Este hito histórico convierte al seleccionador en triunfador? Nadie, o casi nadie, hablará bien de él si una vez superado el escollo sueco no se gana también la final. «Fútbol es fútbol», que decía el inmortal Vujadin Boskov, y en España se tarda lo mismo en levantar una estatua que en derribarla. También forma parte de la idiosincrasia balompédica española la improvisación, costumbre inveterada que nadie se atreve a corregir. Empieza LALIGA con las plantillas sin cerrar, entre el temor a que te espabilen una figura -el Barça pagó la cláusula de rescisión de Rivaldo (3.500 millones de pesetas) al Deportivo el 31 de agosto- y la expectativa de poder mejorar el equipo. La angustia por la grave lesión de Courtois es un desgraciado accidente, apostar por el futuro de Bono o Mamardashvili es una faena; aunque al Sevilla o al Valencia les vengan bien los millones.
Así, con los sobresaltos habituales, transcurre el verano futbolístico que, a falta del pellizco competitivo, también se asombra con noticias que incluso superan su singular monotonía. Por ejemplo: un tren de cercanías retrasa la salida porque en la locomotora un revisor y una pasajera se distraen haciendo el amor. Lo secundario es que él superó con sobresaliente la «inmatura ejaculatio». Lo principal, picardías al margen, es que la pelota vuelve al césped, que la afición no decae y que el VAR será un problema mientras dependa del criterio humano. La noticia mala, pésima, es que ha muerto Bahamontes, el primer español que ganó el Tour (1959), a quien, afortunadamente, se le rindieron en vida todos los homenajes posibles. Descansa en Paz, «Fede», de nombre Alejandro. La noticia sorprendente es que Carlitos Alcaraz ha perdido un partido. Se aprende de las derrotas, de la vida y del fútbol, una ciencia en sí mismo.