Lo que une a Laporta con Puigdemont
En un acto de generosidad, voy a dejarle al presidente del Barça para su defensa frases de mandatarios socialistas
Joan Laporta aún está a tiempo de montarse en un maletero, emprender una huida hacía Bélgica y volver, pasados unos años de lejanía con la familia y los amigos, hacia el pueblo que le recibirá en alabanzas. «Oh, Joan, qué bueno que volviste. Oh, Joan, cuántos traidores tras tu marcha se rindieron ante Madrid». Laporta lo tendría más fácil que Carles Puigdemont. El presidente del Barça cae mejor, en líneas generales, que el morador de Waterloo. Tiene el abogado barcelonés esa gracia de catalán bonachón que se ríe en voz alta, mientras, puro en la mano izquierda, te da una palmadita en la espalda con la palma de la mano diestra.
Además el mandatario culé, que ha optado por el camino del victimismo bobalicón ante el escándalo Negreira incluida su flamante imputación, tiene ya los argumentos hechos. Se los llevan dando Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, incluidos sus correligionarios, desde que descubrieron la noche del 23 de julio que —ay, Dios mío— iban a tener que necesitar los siete votos de Junts per Cat. Argumentos que nacieron de los equipos de propaganda y ahora multitud de analistas repiten por platós y periódicos. Ya es casualidad, leñe, que han visto la urgencia de la amnistía en este momento. No porque sea imprescindible para contentar a Carles y que Pedro sea presidente, ¿cómo pueden pensar eso?, sino para que la bella armonía vuelva a sonar en Cataluña.
En un acto de generosidad en el que no me reconozco, voy a dejarle a Joan Laporta una serie de frases que están circulando en boca de mandatarios socialistas y sumaristas, o en las entrevistas del enviado especial para argumentarios de Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero, que está de vuelta con su nueva gira otoñal. Apunte, Joan: «Hay que reencontrarnos en convivencia entre el Barca y el resto de clubes de La liga». «Tenemos que entender el encaje que le debemos dar al club catalán en esta Liga diversa y plural». «Debemos lanzarnos a la búsqueda del encuentro entre Negreira, los árbitros y todos los que pudieron haber sido perjudicados. Encontrémonos».
«Talante, hay que ponerle talante y cordialidad a este asunto». Hay más, diga usted lo de que «debemos devolver al fútbol, lo que nunca debió salir de los terrenos de juego». «Hay que desjudicializar el caso Negreira». Subraye eso de «desjudicializar», abra bien la boca para que esa palabra se entienda bien. Entone «pasar página» con frecuencia, y si le preguntan: «¿de qué libro?» Esquive la respuesta concreta apoyándose en un preámbulo de su respuesta tan largo que hará que olvidemos la pregunta inicial. En la era de TikTok, nadie se dará cuenta de que no ha respondido por lo que se le cuestionaba.
Todo lo que se diga debe ser repetido insistentemente para que vaya calando. Lluvia fina aunque el material sea grueso, pero dilatará. La opinión pública irá tragando. Hágame caso. Pasó con los indultos, como pasará con la amnistía y volverá a pasar con ese referéndum que harán en Cataluña, pero al que llamarán de una forma tan bonita que no se entenderá nada, pero seguirá siendo un referéndum. Y bendecido por el Constitucional, y si hace falta por el Papa Francisco, faltaría más. Muy importante, señor Laporta, acuse de madridista servil a todo aquel que le cuestione sus —débiles— argumentos. Diga que nos paga Florentino Pérez o algo así. Eso funciona siempre. Lo que hoy es ridículo, seguirá siéndolo mañana, pero gustará entre su clá.
Este sábado hay Clásico en Montjuic. Recuerdo leer a Jorge Valdano en El País cuando escribió: «¿Y qué, si ya no nos lo creemos?» Habrá que confiar, como se intenta siempre, en que los jueces del encuentro, o sea, los árbitros sean dignos en su trabajo. Pero qué triste tener que haber llegado a esto, a tener que confiar, con los fantasmas de las sospechas acariciándote el cogote, en los árbitros. No debería ser cuestión de fe, debe ser materia de verdad. Tendrían que ser hechos. Como aquellos que ahora se juzgan, por los que Laporta está imputado, y aquellos que sigue sin ver. Afectado de una extraña ceguera que se ha expandido entre algún que otro periodista en Cataluña. Hechos que los culés barren bajo la alfombra. Y con todo, la Liga sin limpiar.