Llega la balenciaga-manía
«Pese a su naturaleza evasiva, Balenciaga lideró una revolución en la moda y constantemente ha sido reverenciado por sus contemporáneos»
Estoy escribiendo esto a las siete de la mañana, con fiebre y sin voz. Vuelvo a padecer una de las muchas traqueítis recurrentes que llevo padeciendo desde pequeña porque, no sé si alguna de ustedes lo sabían, soy asmática. Y según acabe esto me presentaré rauda y veloz en el ambulatorio.
En Estados Unidos cuando le cuentas alguien que estás enfermo lo normal es que te digan I will pray for you o You are in my prayers. Aquí no se estila, pero aún así ruego de corazón a cualquier persona creyente en lo que sea que me lea que rece por mí porque los estadounidenses están convencidos de que si mucha gente reza por ti te curas. Y yo estoy dispuesta a creer en lo que haga falta con tal de curarme de esto y dispuesta también a aceptar las plegarias de quien fuera, porque me duele tanto el pecho que esta noche he pensado de verdad que me iba a morir. No sé si recuerdan ustedes aquella escena de la película «La mano que mece la cuna» en la cual la malvada niñera le quita la madre del niño su inhalador y la madre por poco se va al otro mundo.
Manuel Picón falleció, precisamente, a causa de un ataque de asma en Madrid hace años y eso me dejó tan tocada no porque conociera y admirará a Manuel picón que también, sino porque desde entonces he tenido miedo de que me pase también a mí.
Si usted vive en Madrid aparte de recordarle que el próximo sábado estaremos en el Congreso a la una, permítame recomendarle la exposición de Balenciaga que está en el Jardín Botánico. Todos los martes la entrada al jardín es gratuita. El resto de días la entrada con exposición tiene un precio de seis euros. Excepto si tienes los correspondientes descuentos que bla bla bla bla bla (lo puedes comprobar aquí.)
El Jardín Botánico tiene unos invernaderos maravillosos y realmente es un sitio increíble, pero llama la atención un detalle: cuando el jardín era gratuito yo iba a menudo y pasaba mucho tiempo allí sola sentada en un banco. Casi nunca había otros visitantes. Bastó con que le pusieran precio a la entrada para que ahora en festivos y vacaciones esté lleno. Gente privilegiada como yo, que a veces nos podemos permitir el lujo de no trabajar el martes, aún podemos ir un martes a las 10 de la mañana y sentarnos en un banco y a embelesarnos con toda la belleza del universo, porque todas las cosas hablan de un Dios de amor, como decía san Francisco de Asís. (Si no cree usted en el Dios de amor puede usted creer en el universo en el todo cósmico, en la Pachamama o en lo tenga usted a gusto disponer: el éxtasis de sentirse en profunda unidad con todo no es privativo de ninguna opción espiritual).
Estuvimos viendo en el Palacio de Villanueva la exposición de Balenciaga que, según mi hij,a no deja de ser un anuncio de la próxima serie que va a presentar Disney Plus. Protagonizada por Alberto San Juan y que se estrenará el 19 de enero. Gracias, Disney Plus, porque en una país como España , que no reconoce a sus genios, es una verguenza que casi nadie hable de Balenciaga.
La madre de Balenciaga cosía para mujeres de la alta sociedad vasca. Cuenta la leyenda que en una ocasión una marquesa se presentó en casa de du madre (pero sinceramente a mí ya me extraña que una marquesa estuviera en Getaria) y, sorprendida al ver que el niño estaba ayudando a su madre con la costura, le dijo al niño que qué pensaba hacer de mayor cuando dejara de ayudar a su madre, dando por hecho que el niño iba a ser pescador, como todo el pueblo, y que los hombres no cosían. El niño le dijo que iba a hacer vestidos tan bonitos como el que la presunta marquesa llevaba puesto. La supuesta marquesa se rió porque llevaba puesto un traje de alta costura refinadísimo que no podía copiar una modistilla de Getaria ( un pueblito que tenia entonces mil habitantes). Parece ser que hubo una especie de apuesta: el niño dibujó el traje, lo copió en un patrón y lo reprodujo tal cual. Bueno pues eso es exactamente lo que han hecho en la exposición. No hay vestidos de Balenciaga propiamente dichos sino copias. ¿Esto supone un problema? Para mí, absolutamente ninguno. Para mi hija, estudiante de diseño, sí, porque en aquella época las puntadas se cosían a mano y también los trajes se cortaban a mano y ahora se cortan con láser y se cosen con máquina industrial. Excepto si es un traje hecho a medida para la esposa de algún emir, en cuyo caso se cortará a mano y además al bies (es decir, en diagonal, de forma que se gasta mucha más tela pero se le da también a la tela mucho más vuelo).
Con sólo doce años Cristobal Balenciaga, decidido a ser modisto, comenzó su aprendizaje en una sastrería en la vecina localidad de San Sebastián, donde en 1917 fundó su primera casa de moda, llamada Eisa, una abreviatura del apellido de soltera de su madre. Allí se presentó un día Wladzio, que según cuente la leyenda era hijo de barón, conde o marqués, pero polaco en cualquier caso. Hijo de polaco y parisina. Wladzio llegó para ser aprendiz de modisto y acabó siendo el novio del modisto.
En 1937, viendo la evolución de la guerra, los dos deciden emigrar a París. La madre de Wladzio posee el dinero y los contactos para ayudarles. El atelier Balenciaga, en la Avenue Georges V, se convirtió rápidamente en la casa de moda más cara y exclusiva de la ciudad. Su formación temprana distinguió a Ctistobal Balenciaga de otros modistos de la época. Balenciaga no solo diseñaba: también sabía coser. Conocía su oficio al dedillo y era experto en cada etapa del proceso de confección, desde la redacción del patrón hasta el corte, el ensamblaje y el acabado de una prenda. Para él, el proceso de diseño comenzaba con la tela y no con un boceto. Solía afirmar «es la tela la que decide», porque, como bien me explica mi hija, no es lo mismo coser con una tela que con otra, y el resultado de un diseño varía según el material que se utilice.
Balenciaga vivió abiertamente como gay en París a finales de los años 30 con Wladzio d’Attainville. Balenciaga poseía el rigor, el porte y la actitud del aristócrata, por mucho que fuera hijo de un pescador y una modista, pero Wladzio era el auténtico aristócrata. Ambos vivían juntos, con la madre de Wladzio. Amparados por su propia discreción, Wladzio y Cristóbal vivieron una normalidad privilegiada. Acudían siempre juntos a eventos sociales y la sociedad de Paris los entendía como una pareja. Eran guapos, ricos, cultos y elegantes.
La herencia española de Balenciaga influyó en muchos de sus diseños más icónicos. Sus vestidos de ‘Infanta’ de cadera ancha, de finales de la década de 1930, se inspiraron en Diego Velázquez. Los vestidos de flamenca, los trajes de torero y los encajes negros (que se ven en las tradicionales mantillas) también fueron motivos frecuentes.
En 1948, Wladzio murió en Madrid y Balenciaga nunca se recuperó. Hamish Bowles (periodista y escritor, uno de los gurús británicos de la moda, fan declarado del modisto donostiarra) dice que «las dos mayores heridas en la vida de Balenciaga fueron el triunfo de Dior en 1947 y la muerte de D’Attainville el año siguiente». En su desfile de aquel año, todos sus vestidos eran negros. «Imponía el luto por su novio a todas las mujeres elegantes de su época», explica Miren Arzallus en su libro ‘La forja del Maestro’. Gracias al luto por D’Attainvile el negro triunfó como color chic en la sociedad parisina. Si usted considera que no hay nada más elegante que une petite robe noire, ya sabe, le debe esta idea a Balenciaga.
El caso es que siguió trabajando y encontró un nuevo amor: Ramón Esparza.
En la década de 1950, la última fase de su carrera, Balenciaga fue pionero en nuevas formas nunca antes vistas en la moda femenina. Estos diseños radicales evolucionaron gradualmente a medida que refinaba y reelaboraba las mismas ideas de una temporada a otra
.El volumen llenó los ‘dobladillos abullonados‘ de sus vestidos de principios de los años 50, y luego se usó en la parte posterior de sus líneas ‘semi-fit’ a mediados de los años 50: vestidos y chaquetas entalladas en la parte delantera ,pero con espaldas holgadas y voluminosas.
En 1957 conmocionó al mundo de la moda con la introducción del «vestido de saco», un vestido recto de arriba a abajo que eliminaba por completo la cintura. En una época en la que el New Look de Christian Dior todavía dominaba ( me refiero a esos vestidos con cintura de avispa y falda de vuelo), el «saco» inicialmente fue recibido con hostilidad, tanto por parte de los clientes como de la prensa, que opinaba que ¿cómo narices iba una mujer a ser sexy dentro de un saco?. Como muchos de los diseños más radicales de Balenciaga, este look finalmente se filtró hacia la corriente principal. El vestido de saco fue el precursor del omnipresente minivestido trapecio de la década de 1960 y sigue siendo un elemento básico de la moda en la actualidad.
El vestido babydoll, también de finales de los años cincuenta, continuaba con la temática de la abstracción del cuerpo, con su forma de trapecio rozando la cintura. En los 90, este vestido hizo furor. Todas las cantantes de grupos de Seattle llevaban uno,
Esta abstracción alcanzó un punto culminante en sus diseños de finales de los años 60, como se puede ver en el dramático ‘vestido tipo sobre’ de cuatro puntas, que se lanzó justo el año antes de que cerrara la casa. Una forma escultórica, moldeada a partir de su tela favorita: el gazar de seda rígido pero liviano. Aunque fue un gran éxito entre la prensa de moda, sólo se vendieron dos. Y uno lo devolvieron: la clienta no sabía cómo ir al baño con él.
Balenciaga vistió a algunas de las mujeres más glamorosas de las décadas de 1950 y 1960, incluidas Ava Gardner, Gloria Guinness y Mona von Bismarck. Esta última, una de las mujeres más ricas del mundo, le encargó al modisto de todo, desde vestidos de fiesta hasta pantalones cortos. Incluyendo un mono de jardinera, Cuando la Maison Balenciaga cerró, en 1968, se dice, se rumorea y se comenta que Mona von Bismarck se encerró en su habitación durante tres días seguidos.
Pero el estilo Balenciaga no acabo en 1968. Perviviría a través de sus discípulos. El diseñador francés Emanuel Ungaro, que se formó con Balenciaga, y André Courrèges, otro protegido del donostiarra, llevaron la estética minimalista de su maestro a la elegancia de la era espacial de la Década de 1960.
Entonces ¿ por qué cuando pensamos en alta costura pensamos casi siempre en Coco Chanel y en Christian Dior, o incluso en Gucci, y casi nunca en Balenciaga? Pues porque, a diferencia de otros diseñadores estrella de la época, Balenciaga era una persona muy reservada. Se negó a atender a la prensa y sólo concedió una entrevista durante sus 50 años de carrera. Pese a su naturaleza evasiva, Balenciaga lideró una revolución en la moda y constantemente ha sido reverenciado por sus contemporáneos. Christian Dior lo consideraba «primus inter pares», y Coco Chanel reconoció que solo Balenciaga podía hacer con sus propias manos un vestido perfecto de principio a fin, mientras que los demás eran sólo «diseñadores».
Sí, los demás solo eran diseñadores . Algo que todavía sucede en el mundo de la moda: los diseñadores no saben coser, los patronistas tampoco, las pocas costureras que aún quedan no saben diseñar, y es complicado encontrar un nuevo Balenciaga. Alguien que pueda serguir todo el proceso de la obra: diseño, patrónaje, corte y confección.
Y es que ya lo decía el propio Balenciaga:» Un buen diseñador de moda debe ser arquitecto de formas, pintor de colores, músico de la armonía y filósofo de la medida».
Ah, las fotos son mías, tomadas con un movil de 150 euros .
Como siempre: 1. Si quiere usted protestar contra la polarización política estaremos el día 30 a la una del mediodía frente al Congreso. Se trata de una iniciativa civil. Si no tiene nada mejor que hacer, venga. Y 2: si quiere usted saber más sobre cursos y talleres de escritura expresiva, o sobre terapia a través de la escritura, escríbame a [email protected]