Cuando Risto se pone a hacer el nazi
«Cualquier cosa que digamos o hagamos que disguste a nuestro interlocutor ya es cosa de nazis»
España es un cuadro, la verdad. Pero un cuadro de bifrontismo que solo da una faz. Y es bastante ridícula. Cuando creemos que ya nada nos puede sorprender, siempre aparece algo en el último momento que nos sacude para producirnos sonrojo y una manifiesta incapacidad para entender cómo es posible que ocurran esas cosas a estas alturas de la película. Pero debemos asumirlo, es lo que nos ha tocado vivir.
Esta semana, tenemos tela que cortar. Al parecer, el Juzgado de Instrucción 27 de Madrid ha dictado auto de apertura de juicio oral contra Risto Mejide y el colaborador Miguel Lago. La magistrada María Ángeles Velázquez ha decidido llevarles al banquillo por los supuestos delitos de odio contra la población no vacunada «por la reiteración de una conducta que por su gravedad, reiteración o entidad discursiva, pudiera provocar, directamente o indirectamente, sentimientos de odio». Dicho así es engañoso porque, seamos claros, todo en Risto provoca sentimientos de odio desde que apareció en pantalla, el siglo pasado, con sus gafas de sol, su pose de chulo y sus opiniones insultantes dirigidas contra un puñado de adolescentes indefensos que hacían sus pinitos en el mundo de la canción.
Mucho ha llovido desde Operación Triunfo, pero Risto había creado un personaje (ejem, lo había importado descaradamente de otro formato, siguiendo el modelo de Simon Cowell sin cortarse un pelo) que fue puliendo con el tiempo: el tipo duro que dice las verdades sin importarle las consecuencias, que se no vende, que no tiene corazón (bueno, digamos que apenas tiene, porque a veces juega a ser humano, eso le permite reconectar con el público: ser una máquina despiadada tampoco vende), que se debe a su público, como las folclóricas. Risto ha alimentado muy bien ese monstruo todos estos años: siempre frío, calmado, borde, con unos aires de superioridad que ha sabido rebajar en el cara a cara de su Chester para hacer de las entrevistas encuentros desde una posición de igualdad, no de superioridad. Y le ha funcionado de perlas.
A Risto no le gustan los antivacunas y lo dejó bien claro en su programa Todo es mentira: «Me estoy echando una risas leyendo vuestras gilipolleces», escribió en sus redes cuando estuvo en cama con el virus y posteó su defensa cerrada de la vacuna para superar la enfermedad. «Eres cobarde, egoísta y un irresponsable», le espetó a un antivacunas al que entrevistó en directo. Con su tono habitual, pelín agresivo, el conflicto fue a más en sucesivos programas. Hasta que hace poco supimos de una denuncia que el propio Risto no tuvo reparos de compartir con su audiencia: «Me piden entre uno y cuatro años de prisión (…) Nosotros pensábamos que hacíamos bien en defender que la gente debe vacunarse y que es bueno para toda la sociedad. Que cada uno es libre de hacer lo que quiera, pero que hay que pensar en todos». Lejos de evitar el conflicto, el publicista se enfrentó en directo con el denunciante, el periodista Enrique de Diego, quien dio unas explicaciones un tanto estrafalarias para justificar el recurso de acudir a los tribunales: «Es por meterte con los no vacunados y por hacer el nazi». Ya saben, criticar es hacer el nazi: lo que hay que ver.
En España es muy fácil hacer el nazi. De hecho, todos lo hacemos. No porque queramos, que conste, sino porque cualquier cosa que digamos o hagamos que disguste a nuestro interlocutor ya es cosa de nazis. Basta con echar un vistazo a las broncas en las redes sociales para apreciar cómo la gente se llama nazi a la primera de cambio. Algunos pasan primero por el recurso al término fascista, también muy en boga, otros se ahorran esa fase y pisan el acelerador. No creo que exista concepto más devaluado y banalizado que el nazismo, tanto que nazi ha perdido todo su sentido para convertirse en un insulto más, como tontolaba, gilipollas o mastuerzo, perdiendo toda connotación política o histórica. Me resulta inquietante. Ahora, un nazi es esa persona que no te deja hablar, que rebate tus argumentos, que critica tu punto de vista. Punto. Al final, hemos convertido el nazismo en un meme de Padre de familia:
– ¿Qué haces?
– Cosas
– ¿Cosas nazis?
– Sí, Peter, cosas nazis.
Lo dicho, un puto meme.