¿Por qué odiáis a Rafa Nadal?
«No entendemos que el sacrificio de exprimir tu cuerpo ya no es por dinero o por gloria, sino porque es tu modo de vivir»
Están entre nosotros, abundan en las redes, españoles que no soportan a Rafa Nadal. Odiadores del mejor deportista patrio de nuestra historia. Representante perpetuo de los valores que deberían caracterizar al deporte de élite: siempre el sacrificio, el pundonor, la deportividad. Nunca la violencia encanallada, jamás el desaire al público, por delante el respeto a lo que significa competir. No ganar, no, eso de querer ganar es como el que quiere ser rico, una aspiración legítima, pero populista. Claro que todo Dios quiere ganar, pero unos pocos, privilegiados, saben que con querer ganar no se llega a nada. Hay que querer competir, mantener las piernas activas, pasar la bola cuando nadie cree en ti. Salvaguardar el órgano más valioso para los tenistas que no son los cojones, es la mente.
La grandeza de un deportista no se detiene tanto en los números. Sí, parece descabellado escribir esto, pero así lo pienso. Los títulos, lo numérico, los récords, se olvidan. Se alojan en la zahúrda en qué ocasiones se convierte nuestra memoria alocada, imprecisa, mentirosa. Un deportista se mide en emociones. ¿Cuántas veces te hizo levantarte del sofá Rafa Nadal?, ¿cuántas tardes tuviste el corazón entregado a una causa que ni te iba ni te venía?, ¿por qué gritaste con aquel punto, que era un punto más en la marabunta de bolas de un partido? Hay deportistas que no te entran por los ojos, se te meten por el corazón, como un amor de verano. Es de coña, tipos talluditos, que se convierten en niños viendo a dos tipos golpear una bola. Pero es así, ha pasado, seguirá pasando. Y Nadal, de momento, sigue estando.
Está Nada de vuelta, y ya ha tenido que parar. Un año en el dique seco, y en su primer torneo en Brisbane ha vuelto a lesionarse. Esta vez un microdesgarro en un músculo de la cadera le ha dejado en Manacor en lugar de en el Open de Australia. Un calvario. El calvario que él ha decidido. Y no quisiera decir con esto que Rafa Nadal celebre sus lesiones, él más que nadie ha padecido su dolor diario, pero también es él, consciente de los peligros, quien ha decidido volver. Está bien que así sea, que Nadal vuelva cuándo, dónde, cómo le dé la gana. Nadie mejor que él sabe de los riesgos, solamente él sabe de las contras, y Nadal se merece elegir cómo quiere despedirse de la que ha sido su vida desde niño. La raqueta, las bolas, las pistas, los aplausos, la gloria. Y ya han salido al paso quienes le piden que lo deje, le aconsejan de viva voz que «ya está, recoge las muñequeras y vuelve al hogar». Ingratos, los hay, que ven en Nadal a un gustoso sufridor. «Un paso de Semana Santa con raqueta», escribió Pedro Vallín en Twitter.
¿Por qué odiáis a Rafa Nadal? ¿Cuáles son los motivos que os hacen enfurecer solo con su presencia en las pistas? ¿Acaso el sacrificio en el deporte de élite merece un reproche? ¿Por qué no toleran si se critica la presencia escénica de Madonna y se ven capaces de opinar sobre lo que tildan como decrepitud deportiva de Nadal? Entiendo que un francés deteste a quien ha cosechado un racimo de victorias en Roland Garros, epicentro del tenis galo, año tras año. Pero usted, que es de Calzadilla de los Barros, ¿por qué ha de odiar a Nadal? Al que nunca se la ha conocido escándalo alguno. Será porque es rico, será porque, presumiblemente, es de derechas. Quizá sea porque es del Real Madrid o se lleva bien con Juan Carlos de Borbón. Hay incluso algunos sonados que critican a Nadal por haber defendido las vacunas frente a otros tenistas como Djokovic.
Que el deporte de élite no es sano ya lo avisó el propio tenista mallorquín hace años. No somos capaces de entender que el sacrificio de exprimir tu cuerpo ya no es por dinero o por gloria, sino porque es tu modo de vivir. Por ello la élite está reservada a unos pocos. Algunos con más don que otros, esos otros con más esfuerzo que unos, los mejores con una suma de ambas virtudes. ¿O acaso Novak Djokovic no se esfuerza? El mejor deportista que ha parido este país, el mejor tenista de todos los tiempos sobre tierra batida, uno de los mejores de la historia, está afrontando el que será seguramente su último año. Ya sabrá él cuando decir adiós. Y nos levantaremos a su paso, como tantas veces hicimos en el sofá, para hacerle llegar nuestra gratitud. En este país, lo dijo Cela, «quien resiste, gana». Ha aguantado los envites del cuerpo, y lo ha hecho sumando victorias. Cosechando alegrías ajenas, y hasta tiene su propio club de odiadores, ¿hay mejor signo del éxito en España que tener tu propia legión de detractores?