THE OBJECTIVE
Opinión

Hazte fontanero, no seas periodista

«Tus deseos, legítimos, no se convierten en derechos con un chasquido, por mucho que digan desde Sumar»

Hazte fontanero, no seas periodista

Imagen de varios periódicos.

El oficio de periodista está hecho unos zorros. Y tampoco es que sea algo nuevo que dedicarse a esta cosa de contar lo que otros no saben, sea tarea fácil. A los sueldos precarios, a la inestabilidad laboral, a la competencia feroz por la atención de usted, querido  lector de THE OBJECTIVE, se une el desprestigio de lo que antes era una respetabilísima profesión. Degradado el periodismo, por supuesto y siempre en primer lugar, por culpa nuestra. Por hacer lo que no se debe, por perder de vista a quienes nos dirigimos, por no distinguir lo que es periodismo de la mera propaganda, por no entender que la línea editorial  no debe ser óbice para la crítica al partido más próximo. Porque el lector-forofo, que haberlos haylos, debe ser tratado como uno más, y no tenerle miedo.  

Hace unos cuantos años, Raúl del Pozo, maestro de periodistas, ya lo dejó negro sobre blanco en su columna en el diario El Mundo, «El periodismo ha dejado de ser el mejor oficio del mundo. Está mal pagado, desacreditado y silenciosamente acosado». Aunque el acoso al periodista es ya sin sombras, a plena luz. Pero no solo por el poder, temeroso siempre  por controlar el mensaje que le llegue al pueblo, sino por los propios periodistas. Recordemos cuando Ángels Barceló, directora del programa matinal de la SER, criticó, sin decir su nombre, a Carlos Alsina. Sostuvo que el presidente Sánchez había ido en su tournée mediática a «platós y estudios de radio donde ha sido atacado con mentiras» y «soflamas mañaneras faltando a la verdad». Alsina la invitó a conversar sobre el  periodismo, las mentiras o la relación del presidente con los medios de comunicación. No  hubo respuesta.

Y fue su compañero de Onda Cero, el gallego Rafa Latorre, el que, entrevistado en El purgatorio, afirmó su sorpresa: «Es inaudito que haya periodistas que critiquen a otros por ser demasiado duros». En esas estamos, sí, el oficio de periodista está complicado. Pero nadie dijo que fuera fácil. Esto es una carrera de fondo donde la injusticia, la desigualdad, el enchufismo abundan, ¿y qué? Podemos intentar soñar con mundos rosas, pero esta es la vida real. Deberían saber quienes sueñen con estudiar periodismo, que la gran mayoría se arrepentirán. Que tirarán la toalla porque no quieren aguantar esto que a otros tanto nos apasiona. Es evidente que si cada año salen unos 3.000 nuevos periodistas al mercado, el sector no tiene capacidad de acogida. Seguramente no hacen falta tantos periodistas. Estudien una FP, sean fontaneros, pintores, electricistas, pero no estudien periodismo creyendo que saldrán con trabajo

El ejemplo de la chica joven que estudió periodismo y no se quiere dar cuenta de su error, lo vimos reflejado hace unos pocos días en La Sexta Xplica, el programa de debate sabatino. Ainhoa Pérez, 26 años de edad, se hizo popular por la carta que salió publicada en El País, donde relataba que este 2024 iba a volver a ser becaria, seguía viviendo en casa de sus  padres, sin ahorros y con nula visión de futuro. Es periodista, está cursando su segundo master, y tuvo que ser en la tele, horario de máxima audiencia, cuando alguien le dijera la verdad a la cara. Javier Díaz-Giménez, economista y profesor de IESE Business School, no se cortó: «Has elegido una carrera que no tendrías que haber elegido. Te has equivocado».

Y el plató se soliviantó con el que tenía razón, aspaviento va, aspaviento viene, todo para  seguir mintiéndole a Ainhoa.

La adolescente, confiada en su autoengaño, le inquirió al economista: «¿Es que hay un  rango de profesiones? ¿Vale más una que otra?». Y Javier, certero, le contestó: «Hay una demanda de trabajo para periodistas, y hay otra demanda para ingenieros». Y donde pone ingenieros, apunten ustedes cualquier otra profesión menos bonita que periodista, pero donde hay más empleo. La tarea de un padre, en el momento oportuno, es desilusionar a su hijo. Decirle que no será fácil, que si no tiene verdadera pasión, si no tiene talento, si no ha nacido con la picardía imprescindible para este oficio, no trabajará en él. Por muchos masters que se tengan.

El mundo, Ainhoa, no te debe nada. Tus deseos, legítimos, no se convierten en derechos con un chasquido, por mucho que digan desde Sumar. Puedes ignorar la realidad, pero será ella la que te acabe ignorando a ti. Y una coda: dice mucho del estado de las cosas que el único que te hablara como un adulto el sábado en el plató,  fuera poco menos que vilipendiado. El mundo es cruel, y no hay masters para enfrentarse a él.

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