El ángel de Ábalos
«José Luis metió a su ángel sin formación en el rollo fino, porque eso de pasear con un gorilón tenía su placebo garrulo»
El ángel, de José Luis, risa negra y caña rubia, presuntamente, veía pasar el aire en la puerta de un club de putas. El ángel negro de José Luis, presuntamente, andaba a la busca y la rebatiña, para acabar pagando bacanales a billetes de quinientos pavos, los viejos «binladen». El ángel luciferino de José Luis, presuntamente, cortaba leña a lo bonzo y llevaba un maletín vacío por las esquinas de los palacios diplomáticos guarros. El ángel bronco de José Luis, sí, calvo y ruso, albanocosovar de Navarra, ríe hoy sin dientes.
Decía un diputado, veterano, de los que se sentaban por detrás del presidente, segunda fila: «José Luis es muy bueno, muy bueno, son todo las malas compañías». Caña larga, humo negro, risa floja. El ángel de José Luis tenía delitos penales, ocultaba esa autopsia entre el floja y afloja, un maromo de dos metros que venía de cortar leña y hacía mascarillas con las bragas blancas que quedan para pasar el polvo (nunca mejor dicho). La mascarilla braga, la braga mascarillada, nos hace gracia, en el tiempo donde morían nuestros viejos en un tiempo loco de tontos distintos a los listos del negocio.
El ángel de José Luis llevaba el maletín, conducía el coche y todo, todo, lo supervisaba el tribunal de cuentas con sus gafas de carey y lupa grande como el culo del vaso de ese mismo bar de putas gratis por el jeto. José Luis, sí, metió a su ángel sin formación en el rollo fino, porque eso de pasar y pasear con un gorilón por ahí tenía su esplín de París y placebo garrulo. El artista no tenía estudios, fue segurata, hizo las medallas como escolta de los amenazados por ETA, fue condenado por dar palizas en la Pamplona de Sánchez Ostiz, que me llama para contarme que el que le hizo la cama en ABC fue Prada y no Anson ni Giménez Alemán. El gorilón dormía abrazado a los avales y papelas de Sánchez, porque sabía que por ahí lucia el campo despejado, trigo limpio, cosechadoras rápidas, oportunidades, burle, rollo.
El gorilón, perilla y adamares, chorreras y abusos, llega a presidir, casi, Renfe, cualquiera decía nada, porque daba hostias gratis. Un tío que viene de la leña en los papeles de vía estrecha y ancha; la risa. El ángel negro, leñador, luciferino, volaba con las maletas de la Delcy, en los aeropuertos sin cámaras con cubalibres a tres pavos, zona vip, como en el Congreso. Sánchez, mareado por la voz uterina de Carmen Calvo, se lo dijo en lenguaje boscoso: «Sabes, José Luis, que te tienes que ir». El gorilón atendía, José Luis no, porque él conducía al pardillo, y lo mejor en todo es dejarlo pasar, déjelo usted pasar, oiga, oye, el que cobra es el que paga, siempre igual, y el que parte y reparte, siempre la mejor parte, no falla.
Las nuevas inteligencias son los viejos seguratas de la calle y sus esquinas. Sabes, rey, que te tienes que ir. Vale, vale, también lo pasé guay. Eso lo sabemos. A ver si Risto me rescata. Ojalá, pero sin aceitunos, sin guardiasiví, a tu aire, a tu bola. La broma son 52 millones de euros, todos en billetes de 500 pavos, con un beneficio final de casi 10 millones, mucho en lumis, casi todo en las lumis de ocasión, tampoco es para ponerse asín, pólvora del rey, putas y ducados, coños y farias, pero el búho despierto es la UCO, hay que joderse, licitaciones públicas con los dedos de José Luis Cueto, los incrementos patrimonios del gorilón sin demostrar, los ingresos en efectivo rugían más que los hielos de los combinados regalados, todo en metal, el descojono, todo en plan rústico, a lo bruto, y ese grito que quedó como eco en los tugurios: «¿Pero acaso el puto jefe no es maestro de primaria?».
«El gorilón prosperó, compró pisos, el jefe confundido entre la puerta de salida y del baño, preguntando si esa copa era la última o la primera»
Pobre José Luis: caliente la cerveza, frío el tabaco. Un montón de sociedades con intermediarios en el bollo, Rogelio Pujalte, tiran ahora de ahí. El ministerio de Transportes con un holding empresarial, a título de careta, para seguir masticando en Malta, off shore. Ahora, lo de siempre, es dejar al gorilón tirado: el cordón sanitario, la zanja en el bosque a dos carriles. Llega lo más divertido: el canto del acusado, el arrastre, la limpia, varios empresarios en el caldo gordo, Ángel Escorial. Empresas vendidas, compradas, y que ya no eran lo que decían ser. La risa, comisiones, quitas, llegas a la barra y pides pero ya hay una rebaja con la que no contabas. José Luis y el ángel baturro de viaje por el mundo, dejando los ahorros aquí y allá, turismo puro, 26 registros aquí de la Fiscalía Anticorrupción hasta la fecha, ocho provincias y, bingo, detenciones en tres (Madrid, Murcia, Alicante). Barra libre, José Luis, pero paga Pedro, que se joda, porque yo iba delante de Adriana y no lo supo ver, que se joda.
Organización criminal, tráfico de influencias, cohecho, contratos con todas las administraciones ciegas del mundo, pinchazos telefónicos, 17 meses de escucha al aparato sin orinar. El Ministerio de Transportes vendía mascarillas con bragas de pilinguis y al por mayor. Las adjudicaciones públicas eran impúdicas: 53,13 millones de euros. El gorilón prosperó, compró pisos, el jefe confundido entre la puerta de salida y del baño, preguntando si esa copa era la última o la primera. José Luis, rey, sabes que tienes que irte. Trae la cuenta, amigo. A eso vamos y, presuntamente, la papela canta: organización criminal, tráfico de influencias, cohecho, blanqueo de capitales. Queda el velo blanco de los aforados, José Luis, la pura niebla en la última farra, mucho humo de tabaco negro caliente, mucha cerveza rubia sin burbujas, muchos ojos de noche, mucha confusión de dónde anda suelto el mondongo. El acabose.