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Viento nuevo

Zelenski: manga corta y sonrisa de hucha

«La cosa va como una moto y un cohete: no cobramos pero exportamos 151 paquetes de material militar a Ucrania»

Zelenski: manga corta y sonrisa de hucha

El presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, es recibido por Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa. | Guillermo Gutierrez Carrascal (Zuma Press)

Volodomir tiene ganas de volver. Fue un pispás. Una camiseta, unos pantalones militares, una sonrisa corriente y una barba no apacentada. Volodomir no lo cree: mil millones (da igual papel moneda que vil metal de metralleta) con un rey al final de la escalera y un presidente de la cosa que saca la pasta de extranjis, sin pasar por el congreso, a su bola y a su ritmo. Mil quilos, bien. 

Volodomir se ríe de los parias de los socios, Sumar y Restar y Multiplicar y Dividir. Los mil quilos van a gollete, bien. Manga corta, avión con champán, coche oficial y un puro, tras todo el amor imaginable. Renta la historieta. Renta el viaje. El negocio (se lo dijeron todos) no es después de la OTAN sino mucho antes. Volodomir cree en los marcos de esta guisa, eternos y calientes.

Volodomir, en su duermevela de regreso, con los mil millones en la buchaca, lo tiene claro. Esto le renta más a Sánchez que a mí, claro, es su conquista internacional, su prensa internacional, paga por propaganda, bien. Yo recojo el cheque, pero le renta mucho más a él, porque nadie vendría en estas condiciones, todos queremos más de mil millones, unas migajas. El acuerdo bilateral de seguridad, sí, debe ser cobrar y no pagar. España frente a Rusia cuesta una pasta, punto, y aquí la recogemos caliente, Sánchez se resguarda en que es el décimo en que firma, y yo cobro, así en chándal, así en manga corta, mil quilos del ala.

España es un país generoso. La movida es un rótulo adolescente, pero divertido, no iba a venir de corbata, once mil millones del ala ahora y otros cinco mil adicionales, hasta el 2027. Pintan copas y no bastos. La Ucrania devastada por los ataques rusos puede levantar nuevos cimientos. Pedro Sánchez (es la realidad diamantina y prístina) paga por adelantado. La Cumbre por la Paz sucede en junio, a un paso, pero Sánchez y España van por delante, y pagan al contado, papel moneda que no lleva el viento, armas tiesas ajenas a cualquier vuelo. Todos (rey y presidente) respetan la soberanía ucraniana: su territorialidad está garantizada, año a año se negociarán otras dotes. 

Brilla en Volodomir la sonrisa de hucha con vuelta, mangas sin camiseta que huelen a avestruz, mil millones de los once mil prometidos para todos por el Fondo de la Paz, y otros cinco mil, ya más despacio, hasta el 2027. La resolución, sí, es negociada y duradera, España hasta la fecha lleva 325 millones en armamento, y el Consejo de Ministros de abril, ajeno a socios y demoras, aprobó esta propia de ahora, mil quilos, por la que venimos en camiseta y recién levantados de la cama. El acuerdo seguirá, todos seguiremos, y llegarán la UE y la OTAN con más jurdós para el gachó. Un millón y medio para material tecnológico, aparte de los mil millones, y otros quince millones, ya veremos cómo, para la recuperación integra de Ucrania y Moldavia. Todo es cooperación, todo es ciberseguridad, y todo es responsabilidad ante los criminales de guerra. 

La defensa es la industria de defensa. Parece un chiste de Gila: «¿Es el enemigo? Perdone, que a las once tengo que recoger mil millones, seguimos por la tarde y por la noche». Después de esta propina, debe seguir la dádiva, antidrones vigilantes, torres de armas remotas, carros Leopard y misiles Patriot (lanzadores no porque salen caros). La protección ofrece amplio contenido: defensa antiaérea, destinada a la población civil, y luego lo que ya sabemos, y ya improvisamos, levantar ruinas y ciudades, pico y palo, bajo los ataques indiscriminados, con los mil millones nuevos en el bolso roto, mucha industria de defensa, aunque sea para regalo, porque estaba muy parada, sí, y todo es músculo e inversión, empezamos por aquí, pero ya pagaréis, o ya pagarán otros, porque la cosa sube, sube, sube.

España está íntegramente ocupada con Ucrania, armamentísticamente hablando. La defensa ucraniana es española, llegarán nuevos jurdós referidos a nuevas capacidades, llegarán nuevos jurdós dedicados a la fabricación de municiones, llegarán nuevos jurdós destinados a la producción de defensa de industria ucraniana. La cosa va como una moto y un cohete: no cobramos pero exportamos 151 paquetes de material militar a Ucrania (61 correspondientes al Ministerio y 90 a empresas privadas). Zelenski y Sánchez son hermanos, Volodomir se siente muy agradecido: «España es un socio fiable y nos ayudó a defendernos desde el primer día». Mil quilos merece el último abrazo. La camiseta no suda. 

La Confederación de Paz (muy loable, muy digna, muy respetuosa) es solo un mero apunte en la hoja de ruta de nuestro amigo Volodomir. Al dato contemporáneo: mil millones ahora, y tres mil bombas mensuales sobre la población civil. El roto se hace cada vez más roto y el regalo queda en miseria negra. La recuperación y reconstrucción de Ucrania –que hoy todos firman– igual es la cuenta apuntada por el pufista sobre la barra o libreta de hielo habitual. En Irak, de algún modo, también quiso España ir por delante. Sabemos lo que costará durante la próxima década la reconstrucción de Ucrania: 448.000 millones de euros. La calculadora la manejan Naciones Unidas, la Comisión Europea, el Banco Mundial y el Gobierno ucraniano. Son muchos viajes en manga corta a muchas partes. Hay que reconstruir vivienda, comercio, industria y agricultura sobre un quince por ciento por barba. Además de protección social, subsistencia y riesgos de explosión, al diez por ciento. Mucha camiseta.

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