Solo cuando eres de pueblo logras alcanzar la verdadera fama
En tu pueblo no hace falta que te hagan hijo predilecto para que tus convecinos te hagan sentirte especial
Hace años le preguntaron a Valeria Mazza cuál era la clave para convertirse en top model internacional. La respuesta de la argentina siempre me fascinó: «Si querés, podés». Vamos, que parecería uno no desfila por las pasarelas de Milán porque no quiere, al estilo Feijóo. Aunque hay mucho de neurosis aspiracional en el consejo, también hay algo de verdad: sin ir más lejos, Eduardo Navarrete de pequeño siempre quiso ser Norma Duval y, aunque no ha logrado la transición completa a la original, ha terminado por conseguir el halo de vedette de la que fuera estrella del Folies Bergère. El diseñador es lo más parecido a Norma Duval que uno pueda imaginar entre las celebrities patrias, con su guiño a las plumas o al brilli brilli y esa fascinación por el divismo sin complejos que se encarnó en ‘La Nenuco’, la travesti «joven y fresca» que le permitió tontear precozmente con el petardeo. Y bien orgulloso que se siente de todo ello, como se aprecia en su autobiografía, Cabaret y vestidos de escándalo, que acaba de publicar.
Eduardo Navarrete es un hombre hecho a sí mismo. Literalmente. No ha parado con las cirugías hasta obtener el resultado deseado, dejando por el camino todas las inseguridades. Hay quien ha librado esa batalla casi en la clandestinidad, pero él ha realizado un ejercicio de sinceridad que raya con el exhibicionismo, sacudiéndose los fantasmas en cada entrevista: «Me he hecho uno de esos retoquitos de esos que me hago yo, un full body, una marcación abdominal y lipotransferencia de grasa. Me he puesto un culo que parezco Kim Kardashian. Lo he hecho porque sinceramente me apetecía. Ya se me había dado el cuerpo de sí, y si se operan las Kardashian, pues me opero yo, cariño». Vamos, un ‘si querés, podés’ de manual. Pero la cosa sigue. Se inyectó ácido hialurónico en los labios, se hizo un lifting de papada, apostó por una rinomodelación que le permitió retocarse la nariz sin cirugía y se puso un galón gástrica. Sufrir es de guapas, está claro.
Pero Navarrete, como Melanie Griffith en Armas de mujer, tiene un cuerpo para el pecado y una mente para los negocios. Sus diseños y sus estampaciones digitales se venden como churros, sus desfiles se convierten en eventos multitudinarios, su empresa de comunicación va como una moto, participa en todos los ‘realities’ que le sale del moño y, por si fuera poco, organiza el Torrevieja Weekend. La semana que viene, la localidad alicantina será la capital de la moda y del salseo patrio, con famosos mezclándose felizmente entre diseños con el ciudadano de a pie. Todo, hasta el último detalle, captado y compartido por un grupo de periodistas invitados a ser testigos y cómplices de las actividades, desde ir de compras a las tiendas a tomar un cóctel en el Casino de Torrevieja.
Su idea consiste en llevar la moda a la calle, pero de verdad, convirtiendo el paseo marítimo en una interminable alfombra roja para modelos y celebrities con ganas de probar fortuna desfilando junto a profesionales. Es una experiencia de democratización de la moda la mar de divertida y una original campaña de promoción turística que contará este año con las apuestas de Ágatha Ruiz de la Prada y la actuación de Nancys Rubias para amenizar el evento. Ojo, que se esperan 20.000 espectadores para la noche del sábado 15 de junio. Y Navarrete ha empezado la gira televisiva llevando como acompañante al alcalde, para presumir. Esto solo lo hace la gente de pueblo.
Uno sabe que ha logrado la fama cuando le llaman para enseñar el casoplón que se ha comprado, como los Javis, que reciben a los lectores de las revistas de diseño e interiorismo con las mejores galas pagadas con tarjeta platino en un mercadillo pijo de Londres. Pero cuando uno es de pueblo, como Eduardo Navarrete, la fama es pasear por las calles y que las señoras te planten dos besos sonoros para decirte lo guapo que estás (aunque deberías comer un poco más), que te pregunten por tu familia con sincero interés y te pidan que les presentes a tus amigos, tan famosos como tú, a los que tratan como si conocieran de toda la vida. Hay gente muy popular que no sabemos de dónde es porque nunca habla de sus orígenes, de sus raíces, pero cuando uno lleva su pueblo en el corazón, lo saca a relucir en cualquier momento, con orgullo y satisfacción. En tu pueblo no hace falta que te hagan hijo predilecto para que tus convecinos te hagan sentirte especial. No hay nada más cosmopolita que la fama sin gilipolleces.