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Begoña Gómez: cómo recurrir a la esposa de un presidente de Gobierno

La mujer de Pedro Sánchez debe de estar arrepintiéndose -o más bien debería- por su frenesí laboral

Begoña Gómez: cómo recurrir a la esposa de un presidente de Gobierno

Begoña Gómez.

Poco se sabía de ella hasta que él llegó a la jefatura de Gobierno. Enamorados y casados en 2006, dos hijas, una cursando la universidad. Begoña Gómez, 49 años, bilbaína de nacimiento, pero residente en Madrid desde casi la infancia, con estudios de marketing y un par de másters sin rango universitario en dirección de empresas, está en el centro del huracán. Un juez, Juan Carlos Peinado, le ha citado el próximo 5 de julio como investigada por presunto tráfico de influencias y corrupción en negocio. Su esposo, Pedro Sánchez, ha estallado contra la oposición, la justicia y todo lo que se le ponga por delante. «Mi mujer es una profesional honrada y trabajadora. Quieren derribarme, pero van listos», dijo hace unas fechas en el Congreso. Recibió el aplauso cerrado de la bancada socialista. La muletilla de la listeza la repite con mucha frecuencia.

Sánchez le ha cogido el gusto de enviar a los ciudadanos cartas sin membrete de Moncloa o Ferraz, la sede oficial del PSOE. Simplemente como si se tratara de una persona igual, supuestamente, que el resto de sus connacionales. La primera, para anunciar que se tomaba cinco días de reflexión y considerar si dejaba la jefatura de Gobierno ante los ataques contra su mujer. El 24 de abril fue el anuncio de apertura de diligencias del juez Peinado ante una querella del sindicato de ultraderecha Manos Libres. La carta cayó como una bomba, si bien pareció más bien una puesta en escena del interfecto, a quien jamás se le pasó por la cabeza abandonar Moncloa después de cinco años y medio allí gracias a su exitosa moción de censura contra el líder del PP y antecesor, Mariano Rajoy.

La segunda carta, escrita -bastante mal, por cierto- a las pocas horas de emitir el juez Peinado la citación de Begoña Gómez, fue menos visceral que la primera, pero bastante más grave, pues además de acusar al líder del PP, Alberto Feijóo, y al de Vox, Santiago Abascal, de estar detrás de esta campaña contra él y su esposa, definida como zafia, insinuaba una falta de independencia judicial y prevaricación de algunos magistrados. Resultaba para él, y para muchos de sus compañeros, algo inédito y extraño que se conociera la citación cinco días antes de las elecciones europeas que se celebran mañana.

Comicios que se han transformado en una especie de referéndum sobre el actual presidente del Gobierno. O me votan o dan la razón al juez y a quienes han orquestado esta campaña, viene a decir  Sánchez, que ya ha levantado el pie del freno y no le importa utilizar el nombre de su esposa a costa de convertirla en la cuestión esencial que los españoles deben dirimir mañana. El miércoles decidió que le acompañara a un mitin en la localidad malagueña de Benalmádena. Fue jaleada y aplaudida por los asistentes, entre ellos la exministra Magdalena Álvarez, condenada por su implicación en el escándalo de los ERES de la Junta de Andalucía.

El principal medio de comunicación español, cuyo prestigio de antaño está cada día más cuestionado por su apoyo sin fisuras al tándem Sánchez/Zapatero, no tuvo empacho en titular en portada que el juez «entra en campaña» al citar como imputada a Begoña Gómez. El ministro de Justicia, Félix Bolaños, ha censurado duramente al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), órgano en funciones desde hace más de cinco por las discrepancias para su renovación entre PP y PSOE, por salir en defensa de Peinado, quien ha recibido varias amenazas desde que emitió el primer auto el pasado abril. Y el exmagistrado Baltasar Garzón, libre ya de toga condenado por prevaricar, ha escrito en un artículo que su excolega Peinado es un prevaricador. 

El mundo al revés. Todo ello forma parte del preocupante clima que vive el país con la insoportable polarización derecha e izquierda y episodios contra la magistratura y la prensa que reflejan señales inquietantes de involución democrática. Fruto de la máquina de fango, de la ultraderecha y de la derecha, sostiene Sánchez y que repiten sus adláteres. Feijóo y Abascal responden que dirige el Gobierno más corrupto de nuestra democracia y que debe disolver la legislatura y convocar elecciones. Y tal vez lo haga en otoño, dependiendo de los resultados de mañana y de lo que dé de sí la formación del nuevo Ejecutivo catalán.

No sería sorprendente que Begoña Gómez esté abrumada por el ruido que ha generado su persona. Hasta la llegada de su marido a Moncloa, no era conocida y tenía un papel bastante discreto ayudando a su padre en la gestión de una cadena de saunas y alguna labor de consultoría privada. Gómez tiene carnet socialista. Algunos analistas sostienen que debería dar cuenta de su conducta a la comisión de ética y garantías del partido e incluso ser apartada de militancia al estar investigada judicialmente. Por menos, al exministro José Luis Ábalos se le ha abierto expediente de expulsión.

¿Cuál es el trasfondo de este caso, que a lo mejor judicialmente queda en nada? Gómez supuestamente habría utilizado su rol como esposa del presidente para crear una cátedra en la madrileña Universidad Complutense sobre transformación social competitiva. La cátedra, que en teoría carece de rango universitario, dado que ella tampoco lo tiene, habría sido financiada con el respaldo de un empresario aragonés, Juan Carlos Barrabés. Este, a su vez, se habría beneficiado de algunos contratos de licitación pública ayudada por cartas de recomendación de la esposa de Sánchez. Las cartas existen. Y hay prueba de que así sea.

Begoña Gómez, que de 2018 a 2020 dirigió el Africa Center en el Instituto de Empresa, está también en el centro de la polémica por la fabricación de un software para su cátedra extraordinaria sin haber pagado un solo céntimo y costeado por dos empresas semipúblicas, Telefónica e Indra, y una tercera y privada, Google. No está claro si tal programa ha sido registrado a su nombre o al de la Universidad Complutense. 

También ha salido su persona en la prensa al trascender que Gómez tiene una buena relación con Javier Hidalgo, propietario de Globalia, la corporación dueña de Air Europa, aerolínea a la que el Gobierno le salvó de la quiebra como consecuencia de la pandemia con un rescate de 475 millones de euros. El PP acusó a Sánchez de favoritismo y conflicto de interés, pero un órgano ad hoc de la Administración dijo que no había caso. Por menos, en Estados Unidos y el Reino Unido un presidente o ministro eluden su presencia en una reunión de gobierno a la hora de tomar una decisión en un asunto que puede concernirles.

En realidad, más allá de que Begoña Gómez termine o no siendo procesada, la verdadera sustancia de esta cuestión es la falta de regulación en España en materia laboral de familiares de un gobernante o de un alto cargo. Se echa en falta un código ético que determine y límite hasta qué extremo el o la consorte de un primer ministro puede ejercer libremente una actividad profesional.

Begoña Gómez debe de estar arrepintiéndose -o más bien debería- por su frenesí laboral.  En ella el principio romano de que la mujer del César no debe ser solo honrada, sino parecerlo no se ha aplicado. Por desgracia, y siempre sin olvidar su derecho a la presunción de inocencia, su nombre se ha cubierto de sospechas con o sin fundamento. Algo sí se puede afirmar al respecto. El caso, ética y estéticamente, no parece muy correcto. Y en definitiva, se ha echado en falta decoro de su parte.

En lo que concierne a su marido, un individuo que en la primera carta nos confesaba estar muy enamorado de su esposa, su comportamiento, un tanto soberbio y asertivo, no resulta muy sorprendente. Forma parte de su guion político. No repara en considerar una crítica y una bajeza cuando se habla mal de su esposa, y que nadie ose hacerlo porque él lo considera ni más ni menos como un ataque contra el propio Estado. Sirva el ejemplo del incidente de Javier Milei, el presidente argentino. Ataca con las mismas armas que sus rivales. O más, al ser más poderoso. Insulta como los otros y cuando lo hacen contra él lanza eslóganes pseudopopulistas como el de la máquina de fango o el del muro de la democracia. O yo o la alternativa fascista. El peligro está en que no sepa un día controlar sus regañinas y se lance contra quienes desde la judicatura o la prensa reprueben sus acciones o simplemente informen e investiguen. No estaríamos entonces muy lejos de los tics del trumpismo que él es el primero en denigrar.   

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