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Opinión

¿Pero puede haber una Pantoja 'buena'?

«Hay una generación de inútiles y vagos a las que ha venido Dios a ver con ese rollo de los ‘influencers’»

¿Pero puede haber una Pantoja ‘buena’?

Isabel Pantoja y Anabel Pantoja. | Ilustración de Alejandra Svriz

Hace unos años, la cantante Yurena, antes conocida como Ámbar, antes conocida como Tamara, se hizo popular con ayuda de su madre, Margarita Seisdedos, dueña y señora de un bolso que, según una leyenda urbana, iba cargado con un ladrillo para defender a los graciosos de inoportunas molestias a su hija artista. Quiso el destino que esa Tamara coincidiera en el tiempo con otra Tamara, cantante de boleros y canciones románticas, así que el público, sabio y soberano, inventó aquello de Tamara la mala y Tamara la buena para distinguirlas. Adivinen quién era quién. Fue una genialidad porque de una manera tan sencilla como infalible se evitaba toda confusión. Fue tan eficaz el invento que algo despertó en Tamara la mala, quien inició su proceso de búsqueda y captura de nuevo nombre artístico. Así nació Yurena, que desafina igual, pero al menos se quita de encima la etiqueta peyorativa que la acompañaba.

Esta lección histórica viene a cuento por lo que pasa en la familia Pantoja. Hasta hace poco solo había una: Isabel Pantoja. Ella, la tonadillera, la exviuda de España, la que no sale de Cantora, la madre de Kiko Rivera, la amiga de Encarna Sánchez, la del pollo «a la Pantoja», la de «dientes, dientes, que es lo que les jode», la carcelaria. Porque Isabel es mucha Isabel. Ya ven que es una mujer poliédrica, lo mismo te canta Marinero de luces que te blanquea unos capitales del Ayuntamiento de Marbella. Isabel es de la vieja escuela, artísticamente hablando, quiero decir, de las que va con maquillador, peluquero, asistente y toda una troupe a su servicio.

Y como cuando no eres de fiar sabes que no puedes fiarte de nadie -es una lección de vida y un acto de coherencia-, Isabel metió a su sobrina Anabel en el show business para que trabajara a su servicio. Se nota que nunca ha visto Eva al desnudo. Ahora, la sobrina tiene dos millones de seguidores en Instagram y otros cuatro en TikTok. Vamos, que se ha convertido en una influencer. De hecho, no solo la ha acompañado en sus conciertos, también ha colgado stories para publicitarlos, ha hecho making of de muchos de ellos e, incluso, se ha subido al escenario para enseñarle a su tía uno de sus bailes virales. Así, ha empezado a hacerle sombra a la artista a cuya sombra ha estado ella hasta ahora y, de seguir a este ritmo, el apellido Pantoja puede confundirnos y habrá que ver si no acabamos hablando de la Pantoja buena y la Pantoja mala para distinguirlas, aunque en ese caso habría que ver cuál es el baremo para decidir tamaña duda porque no estamos ante dos artistas que se hacen competencia sino ante dos fenómenos que poco tienen en común.

Anabel no canta, pero siempre da el cante. Televisivamente nació como defensora de su primo en Supervivientes y, desde entonces, ha sabido moverse en los platós aprovechando el apellido y jugando a una espontaneidad que gusta a los directores de programas. Su etapa más polémica fue la de Sálvame, en la que lo mismo ejercía de colaboradora que de víctima propiciatoria de los juegos perversos del neoreality, que el Señor tenga en su gloria. Vamos, que lo mismo la veíamos divertirse como una niña que llorar como una descosida o pillarse un monumental cabreo. Y siempre metida en los charcos de su familia, que a veces parecen océanos, todo hay que decirlo.

Una vez convertida en personaje, el salto a las revistas de corazón estaba cantado. Su vida amorosa ha pasado a ser noticia, siendo Omar el negro el novio que más ha dado que hablar, entre otras cosas porque montaron un bodorrio por todo lo alto cuando todo apuntaba a que la cosa ya no daba más de sí. De hecho duraron unos meses como marido y mujer, pero la exclusiva ya estaba montada y a ver quién echa atrás una ceremonia que llegó a televisarse en directo. Encontró nuevo novio, Yulen Pereira, mientras concursaba en un reality. A Supervivientes se va a perder kilos, no a ganar pareja, pero ella tiene sus prioridades.

Ahora luce tripita y presume de embarazo en las portadas, le esperan unos meses de protagonismo como madre primeriza, aunque le han reventado el cuento con la noticia de que su novio le ha sido infiel. Y al parecer hay un vídeo y un intento de chantaje de por medio. ¿Por qué las cosas son tan complicadas y sórdidas con nuestras celebrities?

Y a todo esto, se preguntarán ustedes, ¿qué hace Anabel Pantoja? Pues nada. O poco. Básicamente, sacarle partido a sus inseguridades en las redes sociales. Que si ella tiene unos kilitos de más no los va a esconder, al contrario, los saca a relucir con unos ejercicios o con unas coreografías. Y chimpún. Hay una generación de inútiles y vagos a las que ha venido Dios a ver con ese rollo de los influencers que saca de pobre a lo más inverosímil de este mundo. Pero la duda persiste, ¿cuál es Pantoja la mala? ¿Y Pantoja la buena? Qué intriga. Aunque lo que muchos se preguntan es si puede haber una Pantoja buena.

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