Con la minoría y contra el alpiste de Alvise
«Ahora está Alvise, como estuvo Iglesias. Este podría abrazarlo, porque es su hijo»
1. Alvise: el canario al que ahora Sánchez le echa alpiste.
2. Sánchez necesita la ultraderecha como el comer. Y encima con gula: fomenta las ultraderechas existentes y postula ultraderechas inexistentes. Este es el degenerador de la democracia que quiere regenerar la democracia.
3. Alvise es el último hijo del 15-M. Todo cuestionamiento del Estado de derecho desemboca en estos monstruitos. Empezó la izquierda alegremente con fascistadas como ‘No nos representan’ y ‘Democracia real ya’, que aplaudieron muchos politólogos cuñados y cuñadas, escupiendo en su asignatura (lo de los politólogos con la política es un poco lo de los profesores de derecho constitucional con la Constitución; bueno, es exactamente lo mismo). Y una vez abierta la veda, se ha sumado también la derecha, con no menos alegría. Es muy alegre destruir y simplificar las cosas. Es muy alegre volver al estado salvaje, contra la civilización. Ahora está Alvise, como estuvo Iglesias. Este podría abrazarlo, porque es su hijo.
4. El reproche de que Alvise pasó por UPyD y Ciudadanos es justo e injusto al mismo tiempo. Justo porque es real. Injusto porque Alvise es uno de esos elementos que se colaron en tales partidos para hacer sus negocios, contra el espíritu de tales partidos, que siempre fue pulcramente constitucionalista. El último que quedaba de ellos, Ciudadanos, ha sacado en las elecciones europeas 121.031 votos (el 0,69% de los votos en España), mientras que Alvise ha sacado 800.763 (el 4,59%). El otro partido con el que yo simpatizaba, Izquierda Española, ha sacado 27.407 votos (el 0,15%). Los votantes de Ciudadanos e Izquierda española, juntos, somos menos que Alvise. Dan ganas de resucitar, orgullosa, suicidamente, aquel lema literario de Juan Ramón Jiménez: «Con la minoría, siempre». Y aunque no resucitemos el lema, es el lema el que nos cubre como lápida. Soy consciente de que estas columnas se escriben desde ahí. Influencia cero tienen (o 0,69 o 0,15), lo que no deja de ser un alivio.
5. La Transición (el «régimen del 78») se acaba por incomparecencia del pueblo español en defensa del Estado de derecho. Al fin y al cabo, es el pueblo del «¡vivan las caenas!», el que dejó morir a Franco en la cama, el que no echa a Sánchez (5.262.293 votos en las europeas, 30,18%); el pueblo, hay que concluir, que solo tuvo democracia cuando las élites lo pastorearon a la democracia.
6. Hace diez años me pidieron en una publicación digital que escogiera la que para mí fuera la mejor columna de los doce meses anteriores. Escribí esto: «Entre mis columnas favoritas de cada año está siempre la del Derby de Epsom de Fernando Savater, en junio. Este 2014 ha sido la número cuarenta. Las primeras están recogidas en el libro ‘El juego de los caballos’, y la siguiente tanda en ‘A caballo entre milenios’. Luego han venido más. Me imagino que al final irán todas en un único volumen crujiente. Savater, además de contar la carrera, va ofreciendo pinceladas y reflexiones sobre las circunstancias del momento. A veces he soñado con ir al Derby de Epsom, no para ver a los caballos sino para ver a Savater viéndolos». Lo traigo porque ya desde el año pasado Savater publica su columna sobre el Derby de Epsom en THE OBJECTIVE. Lean (relean) la de este 2024: ¡otra maravilla!
7. En la frívola conversación en un corrillo madrileño, de pronto la frase –no dicha para ti– que se te clava como un puñal. No somos sustancias, sino máscaras. Y somos felices, o estamos alegres, cuando el carnaval nos es propicio. Y somos infelices, o estamos tristes, cuando lo contrario.