THE OBJECTIVE
Viento Nuevo

Josep Rull duerme en los espejos

Rull, a su aire, rulea. A cada cual le dice lo que quiere escuchar, pero sabe bien dónde está el grifo del oro líquido (Rovira)

Josep Rull duerme en los espejos

Josep Rull. | Europa Press

Acude diariamente a su puesto de presidente del Parlament, pero, al llegar allí, ve que hay otro, que también es él, sentado en su poltrona. Descuelga cada día el teléfono con Puigdemont, pero al escucharse ve que es otro, que también es él, quien calma las furias del emperador de Waterloo. Contesta a los mensajes de Rovira, al látigo de Rovira, a las exigencias de Rovira, pero no firma cuanto escribe, porque otro, que también es él, lo hace con mayor aplomo y la debida genuflexión. 

Josep Rull se ve dentro y fuera del apaño que hicieron los tres mosqueteros (ERC, CUP, Junts) para que él fuera el gallo del corral, mero títere de guante, porque quienes mandan lo hacen incluso desde el anonimato. Rull venció a Silvia Paneque (PSC) y por ahí escucha cierto timbre de gloria, las noches insomnes, cuando cuenta «puigdemonts» y «roviras» eternos para dormir mejor. Rull es de Junts, pero sabe que manda Rovira, que son ahora los que piden la singularidad y los impuestos gordos, a recoger con el caldero (del diez al cien por cien), sin que todo lo sepa el canalla de Waterloo

Rull, a su aire, rulea. A cada cual le dice lo que quiere escuchar, pero sabe bien donde está el grifo del oro líquido (Rovira). Por los bares de la zona, como segundo timbre de gloria, alardea de su condena por el 1-0, sus tres años de prisión por el referéndum, pero algo en el oyente siempre le invita a pensar que este señor pasaba por allí. Rull siente haberle quitado el sillón con ruedas a Laura Vilagrà (ERC) pero da igual porque, se siente quien lo haga, las cuatro ruedas las mueve la Jefa (Rovira). El rulo de Rull es que Puigdemont votará primero en todo, vía telemática, asunto ya muy cansino, porque no hay tribunal que lo permita.

Rull no entiende como si en principio Rovira solo iba a hablar con Turull comienza a darle órdenes a él. Turull y Rovira, con sus burbujas en Ginebra, fueron quienes pusieron a Rull ahí, y si llama la Jefa hay que cogérselo y hacer lo que ella diga, vino a traducir Turull al volver a pisar las Ramblas. El chantaje gubernamental sigue, Junts quiere que no se coma el botín ERC, y los republicanos solo pretenden herir o matar a la derecha catalana, pero Rull a veces se pierde con las pelotas en ese tenis. La CUP quiso poner a Juli Fernández, y Rull también presume de haberle ganado, porque todos los muñecos cuentan sus victorias desde Pinocho y sin los hilos que los atan al artesano. Rull rulea, rula, y enciende su rulo rulado con los dedos como dátiles: su martirologio de pegatina al pasar por la cárcel, el procés y el 1-0. Rull salió porque algunos votaron en blanco en la primera vuelta, y eso es ya un tongo de barraca. 

Todos, todos votarán telemáticamente, Puigdemont y Lluís Puig los primeros, diga lo que diga el Tribunal Constitucional, es el eco por los pasillos del caserón donde Rull se busca a sí mismo, perdido tras el último tropezón. Pobre hombre. Rull iba a cerrar las dietas de todos los diputados de la cámara, metió hasta cuatro mensualidades dentro del salario base, pero el ajuste descuadraba, unos cobran casi diecisiete mil y otros veinticuatro mil, y la pela es la pela, aunque ahora la singularidad nos haga a todos más ricos, al tirar de navaja, y con menos gastos. Dijo una luminaria ante la sorpresa de Rull: «Que las dietas pasen a ser parte del salario base implica que tributen y, por consiguiente, que el sueldo neto que perciben los diputados se reduzca». Rull, seguro, quería llamar a Rovira, pero comunicaba porque Puigdemont llora a deshoras.

Rull quiso ampliar el Parlament desde el estreno. Gran medida. Los funcionarios, duplicados por dos desde el 2000, hacen pequeña la pensión. Llegan nuevos departamentos (informática, comunicación, audiovisuales) y nuevos partidos en la cámara (hasta ocho) y visitas modernas de todo pelaje (por encima de cincuenta mil). Pero ahora, sí, 330 tíos de ERC se van a quedar en la calle, e igual no compensa hacer mudanza, no renta cargar muebles. Rull no está dispuesto a rular, así como así, y Rovira no acaba de llamar, siempre igual, porque la presión en el último momento es doble. Trescientos tíos fuera del Gobierno catalán son mucha gente. Pero ERC ocupa la vicepresidencia y una secretaría, lo sabe Rull, aunque la solución la dio Patricia Plaja como secretaria de la Generalitat: «El Govern está preparado para trabajar en funciones todo el tiempo que sea necesario». ERC también pierde 125.000 euros por la pérdida de diputados, donde cada grupo recibe 30.346 euros, más una porción variable de 1.746 euros al mes por diputado. Rull las cuenta con el dedo, pero antes eran trece sillas para ERC y ahora solo hay siete de duro respaldo.

Rull sabe que los diputados con sueldos superiores a 35.000 euros aportan hasta el 10.5 %, lo que viene a dar en un millón de euros para ERC. El Govern tiene ahí la lista de 168 altos cargos de Aragonés para volver a hacer la compra y los números: secretarios, directores generales, jefes de comunicación, jefes de gabinete, asesores. Casi llegan a cien mil euros en el caso de los más altos. Rull, en el fondo, quiere entrar en ERC para ahorrar teléfono. Así sería mucho más fácil todo. No tendría que evitarse tanto, iría al paso de sí mismo cada mañana por las alfombras recién aspiradas, sin caídas, y ni dios le levantaría la voz. Rull, en ocasiones, mientras se sortea y espía, se ve a sí mismo durmiendo en los espejos mustios de la cámara y, al despertar, no aguanta las mismas arengas, insultos, increpaciones y pasotes. Al irse, y apagar las luces, ronca allí al volver a mirarse.

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