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Viento Nuevo

Chiqui Montero abre la manga de riego

«Los catalanes le arrojan besos, porque en dos meses si quiere investidura debe reformar lo que ellos digan»

Chiqui Montero abre la manga de riego

La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. | Iñaki Berasaluce, Europa Press

El periodismo es muñeca, la política es muñeca, el toreo es muñeca y la literatura es muñeca. Los dedos están de prestado: manda la muñeca y piensa la muñeca. Chiqui Montero, en duro golpe de muñeca, abre el riego a las autonomías y comienza el descojono.  La muñeca es el órgano del pecado, junto al cerebro, y como decía César González-Ruano, cínico y sátiro: «del ombligo para abajo, no hay pecado». La muñeca mata y ríe.

El grueso del reparto lo lleva Cataluña, por la singularidad de sus bemoles, las genuflexiones de Illa a ERC, y toda la milonga habitual de pagar a tocateja votos y apoyos. El agravio comparativo es total, completo, simple y lleva al pasmo y al espanto: no hay reparto igual ni equitativo entre los 17 platos que componen el banquete. Gravemente, penaliza a 5, hasta dejarlos en los huesos y los que comen a dos carrillos es debido a los pactos de la usura, el cambalache y el lucro.

La ley exige el cambio de cartas, cucharón y olla, desde hace una década. Nadie está por la labor. En el 2014 iba a romperse la baraja para estrenar una nueva: seguimos igual. En el 2009, sí, es para troncharse, decían que en 2014 sería el momento de estrenar otro tapete. Fedea es el organismo que sigue con lupa el empacho de unos, a la hora de embaular fondos, y el raquitismo de otros, pálidos y en los huesos de la risa sin músculo ni grasa que acompañe el jeto. La manga de riego no llega a numerosos bancales para la siembra: Valencia, Murcia, Andalucía, La Mancha, Baleares, etc. No hay equiparación entre lo que cada habitante paga y lo que recibe la autonomía.

Fedea (Federación de Estudios de Economía Aplicada) lo cuenta en román paladino, y quienes más reciben según la anterior balanza son: Cantabria, Castilla y León, Extremadura, Aragón y La Rioja. El caso de Cataluña es curioso, antes de todos los actuales menudeos, debería estar en el primer grupo, pero ahora, sospechamos, será el rey del segundo. No conviene estrujarse las neuronas: dos regímenes parten la tarta: el foral (País Vasco y Navarra) y el común (Islas Canarias, cuya insularidad protege Bruselas). Hacienda dice que lo recogido por habitante nacional son dos mil setecientos euros, Fedea regatea doscientos euros arriba o abajo según zona, pero es que en Cantabria son tres mil quinientos y en Baleares mil euros (con o sin insularidad bailonga).

Todos piden solidaridad. Los que más tienen deben apoyar a los más pobres. Pero los que menos recibieron en proporción a los que más recaudaron (2021) están claros en el mapa del amor: Madrid, Baleares, Valencia y… Cataluña. Los técnicos piden «ordinalidad» y no solidaridad. Las autonomías viven de sus impuestos, que suben o bajan a su antojo, en régimen electoral. Según el reparto de cartas: una autonomía puede verse afectada en lo más hondo, en sus servicios públicos, con un incremento del déficit y su deuda. El sistema actual pone una cifra fija para evitar lo anterior y, si no ingresan esa cantidad, las Haciendas regionales tienen que meter en el fondo común lo prometido. No hay vuelta atrás. Hay una penalización ahí en el propio organigrama del asunto: si una autonomía baja los tributos propios, puede perder por partida doble, al no recaudar ni ingresar en el fondo común lo que le corresponde. Todos piden «armonización» fiscal contra el «dumping» entre regiones traviesas.

Sumar, como socio cabreado, siempre dijo que había que subir la Educación y Sanidad de todos, sean quienes sean. El Consejo de Política Fiscal y Financiera del mes próximo levantará los sables y los floretes de los peores duelos al natural. Miguel Ángel Revilla, con restos de anchoa y queso en el bigote, gritaba en los tiempos rocosos de Mío Cid, sí, cómo no eran lo mismo poblaciones dispersas como la suya, a la hora de hablar de coberturas sanitarias o educativas, que un mogollón concentrado como los Madriles. Chiqui Montero, con la muñeca en la manga de riego, pasa del agua caliente a la fría sin trance: pide, por un lado, la financiación singular de los catalanes, mientras con la otra exige al PP que ponga de acuerdo a todas las Comunidades Autónomas donde ella y solo ella, vestida de oro y sepia, reparta el pan y la sal con su gracejo habitual por los abastos de la risa. Le dijo de todo a Rajoy por el modelo que perjudicaba a Andalucía y ahora calla con los catalanes, que se comerán lo de los andaluces y el resto de sobras disponibles junto a las migas. 

Montero pedía que Hacienda y el Gobierno liderasen el debate de la financiación autonómica. Tras ser ministra, llena de risa, comenzó a esconderse entre jipíos y toses. Seis años ya desde aquellas corridas. Ahora, otro Cantar de Gesta, mejor que el de Mío Cid en bolas como los Borbones pintados por los hermanos Bécquer: no es el Gobierno quien debe decidir sobre las autonomías, sino las propias autonomías. Nos meamos de la risa y cortamos con el chorro el de la manga gruesa de riego fino. Los catalanes le arrojan besos con los dedos, muchos besos, porque en dos meses si quiere investidura debe reformar lo que ellos digan.  Montero pide al PP una propuesta única de reforma, entre todas las autonomías donde gobierna, y sigue, claro, lavándole las manos y los pies con jabón Chimbo al Gobierno central. Si todos deben opinar y ponerse de acuerdo, no caben financiaciones singulares. A veces la manga de riego explota, el chorro sube vertical y con el coño recién mojado empezamos a pensar de otro modo por arriba.     

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