La rebelión de la España de los pajilleros
«Que se regulen las pajas antes que los alquileres turísticos es una demostración palpable de prioridades»
Existe en España una preocupación creciente por el aumento de las agresiones sexuales. El problema es serio, pero lo que resulta menos convincente es que la causa sea el consumo de pornografía que, según diversos estudios, cada vez se realiza a edades más tempranas. Llevamos años escuchando la misma cantinela con los videojuegos y la violencia, cuando nuestros jóvenes todavía no se dedican a salir a la calle a exterminar zombies por mucho que se empeñen. Lo cierto es que internet ofrece a las nuevas generaciones otras tentaciones peligrosas y adictivas, como el juego y las apuestas, incluso las redes sociales, así que no es del todo descabellado que las autoridades intenten tomar medidas para protegerles. De hecho, la normativa europea así lo exige.
Por esa razón, el ministro José Luis Escrivá ha presentado la Cartera Digital Beta que entrará en vigor después del verano. Pero ni el juego ni las redes —que supuestamente también han de ser regulados— son el objetivo de esta app que no solo dará acceso al contenido para adultos, también dosificará su visionado e, incluso, enviará a los usuarios una alarma en caso de uso intensivo para su renovación y recarga. Lo primero que llama la atención del invento es que no parece pensado para actuar sobre los jóvenes sino más bien sobre los adultos y, sobre todo, parece centrarse exclusivamente en la cuestión de los contenidos sexuales, actuando de manera controladora y castradora. Al Estado le han entrado unas repentinas ganas de saber cuándo y cuánto le pica a uno, no sabemos con qué intenciones.
Una vez hecho el anuncio, ya pueden ustedes imaginar el pitorreo generalizado. La app ha sido bautizada como el pajaporte: el documento oficial para el onanismo en internet. Aunque se presenta como un sistema fiable que mantiene el anonimato del usuario, lo cierto es que el mero hecho de concederse con el DNI ya facilita una importante información: puede que no se sepa qué webs se visitan, pero ya se sabe que visitarlas, uno las visita. Vamos, que si hay un fichero de pajilleros, ahí aparecemos fijo. Y es que una cosa es que el Estado sospeche que te tocas y otra que tenga la certeza de que lo hagas, algo que francamente preferimos se quede en nuestra intimidad.
Además, como somos más de leer los titulares que las explicaciones, lo que ha calado de la presentación es que este «carnet digital» dará 30 accesos válidos durante 30 días. Los onanistas han puesto el grito en el cielo, imaginándose volviendo a peregrinar a Perpiñán para pillar el wifi de la libertad o traficando con los sobrantes de febrero.
Que se regulen las pajas antes que los alquileres turísticos es una demostración palpable de prioridades. Pero toda esta parafernalia de burocracia digital para unos tocamientos es cuanto menos absurda, más si uno no tiene hijos y, por lo tanto, no tiene a nadie que proteger en casa del acceso a estas webs. Por otra parte, demuestra la ignorancia de nuestros dirigentes de la realidad que quieren legislar: el sexo llega por mil vías distintas, se comparte por WhatsApp o Telegram, circula por X libremente. ¿O acaso no se masturban y no lo saben? ¿En qué mundo de Yupi viven?
Por si fuera poco, este pajaporte solo bloquearía las páginas en servidores de nuestro territorio, cuando la mayoría están alojadas fuera de nuestras fronteras. De hecho, ocurre no solo con PornHub (Luxemburgo) y xVideos (Chequia), que se comen el 50% del pastel del porno en España, sino con el Top 10 de las más visitadas. Vamos, que ni siquiera hará falta una VPN para seguir viendo porno impunemente. O tranquilamente.
Estamos ante uno de los anuncios más inútiles del Gobierno. No sabemos cuánto habrá gastado la broma, pero la paja mental que se han montado no tiene precio.
Y mientras una España se rebela para proteger sus tocamientos, otra se enfurece al ver cómo un Satisfyer se convierte, por error, en el termómetro del abuelo de una chica que merienda Nocilla. El anuncio no deja de ser un chiste, pero al parecer las bromas pajilleras con chicas no hacen la misma gracia. Estamos reivindicando nuestro derecho a tocarnos libremente sin que el Gobierno nos controle y luego montamos un pollo porque aparece una adolescente en televisión con su juguete sexual. ¿Pero qué esperan que haga la muchacha a su edad, punto de cruz?